Hoy, la situación política del país, luego del “mussolinesco” discurso de Macri en el parlamento, muestra un escenario que se agudiza en el plano de las disputas políticas de la burguesía. Es decir, la cada vez mayor caída de desprestigio del gobierno, por un lado, deja más comprometida a la “oposición”burguesa en la postura no querida de mayor confrontación, hecho este que pone en riesgo cualquier pacto de gobernabilidad hasta que lleguen las mentadas elecciones en octubre.
Todo esto en un contexto donde no se puede frenar el proceso inflacionario, la recesión, el riesgo de mayores devaluaciones y una burbuja financiera que podría estallar en cualquier momento, y con ello, un empeoramiento acelerado y cada día mas insostenible de las condiciones de vida de todo el pueblo argentino. Pero también un crecimiento de la bronca y desprecio a los políticos burgueses incluidos los sindicatos.
Esto es lo que muestra la superestructura de la política, que -en todo caso- refleja un aspecto de la crisis política de la burguesía. Pero esta no duerme y en el real proceso de la actual lucha de clases, se va a expresar mucho más compleja, contradictoria y descarnada en la confrontación de los monopolios contra la clase obrera.
No estaríamos diciendo nada novedoso si afirmamos que la esencia del plan de los monopolios es el achatamiento -cada vez mayor- de la masa salaria, y como parte de ello, las reformas laborales implementadas o en vías de implementarse en todo el planeta; donde aquí encuentran una feroz resistencia de parte de los trabajadores y el pueblo. Al punto que, darle a dicha reforma un marco jurídico y legal, se ha constituido en un problema político para la burguesía. Esto no significa que no estén avanzando de hecho, a partir de la extorsión a los trabajadores y montados sobre la crisis económica que ellos mismos han generado.
Así, apoyados en la gran cantidad de empresas que cerraron sus puertas dejando a miles de trabajadores en la calle, los monopolios planean y tratan de ejecutar su agosto, con amenazas de cierre o reducción de personal por la caída de la producción. Y esa reducción de personal está centrada en meter temor al despido y aprovechar para desmantelar o condicionar las avanzadas de organización independientes de la clase obrera.
Este contexto también contiene dos aspectos contradictorios, que se constituyen en un desafío coyuntural para la clase obrera y los demás trabajadores. Por un lado, empuja a un repliegue, y por el otro, se incrementa la bronca, el descontento y las aspiraciones a que caiga este gobierno. Porque la situación no se aguanta más.
Este último factor es el que se hace sentir en las calles, en la opinión de millones, lo que ayuda a que no se legalicen las reformas a que aspiran los monopolios, y ahí es donde los monopolios y sus urgencias de acumular cada vez más ganancias hacen de la extorsión un atajo, tratando de sembrar el temor como una especie de terrorismo: “o aceptan esto o cierro”.
Por esto caracterizamos que estamos en un momento de resistencia, donde la pulseada desde lo consciente está entre “no se aguanta más, pero no están dadas las condiciones”.
Esto no significa paralizarnos y no hacer nada; muy por el contrario, es un momento de plena conspiración, donde lejos de jugarnos a una sola carta, la cosa pasa por afianzar la organización bien por abajo. Donde los trabajadores más activos deben consultar cada pasito con sus compañeros, tratando de educar y convencer en los sectores del problema político de la situación económica y los planes de las patronales para la productividad, desarrollando publicaciones que eleven al plano político e ideológico, tomando iniciativas que unifiquen a la empresa con otras de la zona y las fuerzas del pueblo que se van expresando en los barrios o localidades.
Es decir, preparar las condiciones para que la fuerza este dirigida a la movilización para confrontar y enfrentar en las calles. Esto sí está sucediendo y erosionando, no sólo al gobierno actual, sino al sistema político burgués y -con ello- condicionando al que venga.
Generar tal clima también es parte de la conspiración: lo que no podemos hacer «adentro» lo hacemos «afuera». Esto nos permite generarles ingobernabilidad y condicionar en un principio sus extorsiones, hasta encontrar un cambio en la correlación de fuerzas. Lo cual nos permitirá en lo interno de nuestros trabajos lanzar una ofensiva de carácter más franco y abierto.
Por ello, todo intento o materialización que se haga en organización ahora, por más pequeño que resulte, adquiere un valor significativo de cara a las luchas futuras, que de ninguna manera están lejanas en el tiempo.
El enemigo de clases esta sin salida histórica, en relación a su estabilidad política de gobernar como quisiera. Se encuentra en un tiempo donde todo lo que haga o intente es producto de la improvisación para sostener la dominación. Donde la única ventaja que tiene (que no es menor) es en el terreno ideológico, porque está débil aun la idea y necesidad de una salida revolucionaria.
Esa es una tarea que se mueve, que va por un lado, que va por el otro… donde cientos de destacamentos revolucionarios persistimos sin desmayos y sin temor a las dificultades, insistiendo una y otra vez para materializar la alternativa política de la lucha por el poder. Así fue, así es la historia de la humanidad.
La lucha por nuestra emancipación como clase es la historia de resolver las dificultades, así lo hicieron nuestros predecesores. Desde el origen de la clase obrera en el mundo -y muy especialmente en nuestro país- valorar eso que atesoramos, es parte inseparable de lo que es capaz de realizar esta extraordinaria clase obrera junto a su pueblo.