Dentro de la lucha ideológica que la burguesía realiza para dominar los pueblos del mundo, el concepto de propiedad privada como elixir de la realización individual se encuentra muy arraigado. El poseer bienes en forma particular es la máxima realización del individuo en este sistema ¿cómo vamos a socializar lo que nos ha costado tanto trabajo? ¿Acaso lo ganado con esfuerzo y sudor puede ser “regalado” a la comunidad? La socialización del producto bruto pareciera ser un atentado contra las libertades individuales. Pero dentro de esa batalla se pretende ocultar la naturaleza de clase de la propiedad privada. En un mundo donde el 1% de la población posee mayores riquezas que el 99% restante, donde 8 personas tienen más capital que los ingresos equivalentes al 50% más pobre que trabaja día y noche dejando su vida en condiciones inhumanas, completamente ajenas al nivel de desarrollo alcanzado por la producción, donde bastaría que cada ser humano trabaje solo unas pocas horas para satisfacer las necesidades más elementales de consumo, la defensa de la propiedad privada como panacea de la meritocracia pierde toda base material.
Lo que un asalariado “gana” a fuerza de sudor y esclavitud es muy poco comparado con las riquezas que genera, y juegan con ello para trocar el concepto de propiedad privada con el del esfuerzo por ganarse el pan. La burguesía fomenta un consumo desmedido e impuesto: un celular, por ejemplo, que no baja de 15.000$ (equivalente al salario de muchas ramas laborales) no es un “lujo” puesto que se transforma en herramienta necesaria para estar comunicados con los parámetros de consumo de la sociedad de hoy. Pero, además, ese mismo celular tiene fecha de vencimiento. Mediante la obsolescencia programada, las empresas digitan una vida útil para el producto, elaborándolo con materiales que se “autodestruyen” al mejor estilo Misión Imposible y que de esa manera evitan prolongar su utilidad para fomentar un consumo obligado.
De repente, un aparato que funcionaba perfecto, a los dos años de uso –por poner una fecha- comienza a fallar e irremediablemente nos vemos obligados a cambiarlo. Si no lo hacemos, no solo nos encontramos aislados en cuanto a comunicación de nuestros seres queridos, compañeros de trabajo, etc., sino que inclusive nos resulta imposible conseguir o cambiar de empleo. Y así sucede con la abrumadora mayoría de los elementos de consumo cotidianos.
Pero cuando hablamos de la propiedad de la tierra, de la casa propia, la cosa se torna mucho más clara. Por estos días resonó bastante el “fracaso” de los créditos UVA para solucionar la situación de vivienda de millares de asalariados. El día de hoy el propio grupo Clarín publica una nota donde “denuncia” la situación que vivimos millares y unos datos característicos donde se muestra cómo los trabajadores cada vez estamos más imposibilitados de adquirir la casa propia e inexorablemente debemos alquilar.
Según los datos publicados, el 35% de la población de CABA alquila, para vivir, gastando entre un 30 y un 50% del salario para pagar un sitio donde caer muerto al final de la jornada. No vamos a enumerar aquí los incalculables padecimientos de quienes alquilamos mes a mes y nos vemos obligados a migrar de departamento en departamento buscando un alquiler que nos permita aproximarnos un poco mejor al infierno de fin de mes. Pero de la otra punta del ovillo, la Ciudad de Buenos Aires tiene miles de casas deshabitadas, lo que muestra a las claras que la crisis habitacional que vive nuestro pueblo no es resultado de una falta de materiales de construcción, de terrenos, o de capital en general, sino que es producto inmediato del sistema de propiedad privada.
Un obrero de la construcción puede pasar años, dejar su vida trabajando en obras, fabricar centenares de edificios pero jamás podrá dejar de pagar el pesado alquiler (ni siquiera estamos hablando de tener una vivienda digna…). La producción capitalista no satisface las necesidades humanas, sino que es netamente especulativa: mientras millones no tienen donde caerse muertos, un puñadito acapara, en este caso, departamentos vacíos porque no encuentra inquilinos que puedan pagar los altos alquileres o comprar los departamentos.
En su hábil manejo ideológico, la burguesía le dice al obrero “defendé la propiedad privada, porque lo que vos ganaste con tu salario es tuyo y tenés derecho a gastarlo como quieras y en lo que quieras, a disfrutar la posesión de lo que ganaste con tu trabajo”. Lo que el burgués no le dice es que pretende ocultar la realidad: él no trabaja, no produce nada, y disfruta lo que el resto de la sociedad genera con su trabajo.
La verdadera propiedad privada no es el teléfono, la ropa, el auto o la bicicleta que un trabajador adquirió con su salario. No. La verdadera propiedad privada es la propiedad sobre los medios de producción: el capitalista es dueño de la tierra donde se cultiva la comida de millones de seres humanos y es él quien decide sobre el hambre de la humanidad de acuerdo a su tasa de ganancia; es dueño de las máquinas y las materias primas donde los obreros producimos, y es el dueño no porque un día comenzó a acaparar tuercas y arandelas para montar una planta de producción, sino porque históricamente vivió del trabajo ajeno.
Los esclavistas de ayer, que raptaban hombres y mujeres de sus tribus para forzarlos a trabajar en América; los conquistadores que masacraron aborígenes para robarles las tierras y luego esclavizarlos ¡Esos son quienes hoy defienden la propiedad privada que han conseguido privando a los pueblos de libertad!
Y esas máquinas, de las cuales el burgués se jacta ser el dueño, son a su vez producto del trabajo de millones de obreros, pero es él quien las administra, quien, sin haber trabajado, se las apropia. Y con esa apropiación decide el futuro de los hombres y mujeres de los pueblos del mundo, quienes, contradictoriamente, han sido sus productores.
En la cuestión de la vivienda es donde se ve, con singular crudeza, la condena que significa la propiedad privada para el pueblo trabajador. Propiedad privada no es sinónimo de disfrute individual de lo ganado con nuestro trabajo, es sinónimo de apropiación, por parte de una minoría, de la producción de todo el pueblo; es sinónimo de privación para el trabajador de los beneficios que brinda su propio trabajo.
Hogares Porteños por Tipo de Tenencia. Cifras expresadas en porcentaje. En celeste, propietarios; en negro, inquilinos; en gris, otros.
Fuente: Grupo Clarín.