En el primer trimestre del año, la inflación supera el 10% según cifras oficiales. Lo cual quiere decir que el poder adquisitivo del salario, y en general de todos los ingresos de los sectores populares bajaron en la misma proporción. Sumado este porcentaje a la pérdida del poder adquisitivo de todo el año pasado, la cifra llega al 60%.
Demás está decir que el propio gobierno, quien cínicamente manifiesta que le preocupa la inflación, es quien impulsa los precios hacia arriba con el aumento de tarifas y servicios que se recargan a todos los precios, y esta suba se suma a los porcentajes que incrementan en los precios de sus productos cada empresario monopolista que opera en el país, generando una catarata de aumentos irrefrenables.
Hemos dicho en reiteradas oportunidades que el aumento del dólar es efecto y no causa. La causa radica en que toda la burguesía monopolista, conjuntamente con el gobierno, están empeñados en la baja salvaje del salario y los ingresos populares. Eso genera inflación, y el dólar aumenta en relación al peso, como un precio más, con la particularidad que, con posterioridad todo vuelve a “emparejarse” con el dólar y así la espiral de precios no termina nunca de subir.
Mientras tanto, nos muestran los acuerdos con el FMI como una panacea para el pueblo. Sin embargo, la “autorización” de sumar al gasto fiscal 20.000 millones de dólares del préstamo de dicho organismo, viene acompañado de una tajante instrucción de bajar a cero el mencionado déficit.
Esto último, como ocurre siempre, no va a hacerse a expensas de los subsidios y recursos destinados a los buenos negocios de los monopolios, sino de los recursos destinados a las necesidades sociales, tales como disminución en gastos para educación (salarios de docentes y auxiliares, infraestructura, nuevas aulas, meriendas, mantenimiento de los colegios, etc.), salud (salarios del personal médico, auxiliares y administrativos, infraestructura, nuevas salas, mantenimiento, vacunas, remedios, efectores en los barrios, etc.), vivienda (aumento de los créditos UVA, cancelación de planes de construcción de barrios populares, secado de créditos para la adquisición, etc.), previsión social (saqueo del ANSÉS, estancamiento de los trámites jubilatorios, impulso del aumento de la edad jubilatoria, suspensión de juicios e incumplimiento de sentencias contra el Estado, etc.), impuestos (generalización y masificación y aumentos de impuestos), coparticipación (incumplimiento de pagos de deudas a las provincias, municipalidades y comunas), obra pública (eliminación de las obras que no constituyen prioridad para los negocios de ciertos monopolios, etc.).
Como vemos, el panorama es imposible para el pueblo. Pero las expectativas a las que nos quieren llevar es que, a través de las elecciones, esto tendrá solución. El engaño consiste en hacernos creer que un nuevo elenco gobernante surgido de las próximas elecciones cambiará esta política que se lleva adelante, y esta idea se basa en tapar con discursos y mentiras que quienes toman estas decisiones son un puñado de monopolios que son quienes ayudan a subir y sostienen a los gobernantes en sus puestos de privilegios a cambio de que tomen decisiones favorables a sus negocios que nada tienen que ver con las aspiraciones y necesidades de los sectores populares, sino que los mueve la máxima ganancia para lo cual es necesario bajar salarios, ingresos populares y llegar al déficit fiscal cero.
La solución para el pueblo está en no dejarlos concretar estas políticas y para ello es necesario enfrentarlas. Y eso quiere decir que no basta el reclamo. Es necesario enfrentarlas con acciones concretas y de masas. Hablamos de una fuerza material, social, tal como nos lo han mostrado días atrás los docentes salteños, y otros cientos de conflictos que callan y esconden los medios masivos.
No hay otro camino para los trabajadores y sectores populares. Y ese camino se hace al andar: organizando, desarrollando la unidad, movilizando, enfrentando, haciendo que retrocedan en sus políticas, obligándolos con la fuerza de los hechos. No hay diálogo posible con los profesionales del engaño, corruptos y dictadores vestidos de demócratas que no escuchan al pueblo ni se conduelen de su situación. Ese camino se recorrió repetidamente y nunca se obtuvo resultado favorable. A ese callejón sin salida nos llevan los políticos del sistema, las instituciones privadas y estatales que sirven a los monopolios, la gran mayoría de los sindicatos y toda la parafernalia política electoralista del sistema.
La verdadera realidad es que existen intereses de clase diferentes y opuestos: la burguesía monopolista, su elenco gobernante de turno y todo su aparato político institucional y estatal por un lado, y la gran mayoría de la población integrada por la clase obrera, demás trabajadores y sectores populares, por el otro. Ser conscientes de esta realidad y que es imprescindible organizar la lucha y el enfrentamiento para no dejarlos gobernar hasta derrotarlos, es parte necesaria e indispensable para lograr un buen fin.