La lucha que está viniendo desde abajo es lo determinante.
Al encarar una lucha, lo más importante es la independencia política con la que la encaremos.
Cuando hablamos de independencia política, el desafío es cómo desde el sector en donde estoy, amaso con mis compañeros un plan de lucha y de organización por abajo, independientemente de todas las organizaciones ya establecidas por el sistema.
Sin esa fuerza real y concreta toda lucha se hace mucho más compleja. Ya no importa tanto -entonces- si el gremio está o no; sabemos que una buena parte de los trabajadores “utiliza” al gremio como paraguas, pero a la vez desconfía de todos sus enjuagues políticos y económicos. Esas nuevas organizaciones por sector deben tener su propia organización, cuyo carácter puede ser legal, semilegal o clandestina, según las condiciones del lugar de trabajo que sea.
Esos sectores deben determinar una metodología que se distinga de la burocracia. Estamos hablando de poner en práctica la asamblea por sector realizada de la forma que sea, pero siempre asamblea, democrática, y que la misma sea constituida con poder de resolución.
Estamos hablando también que cada asamblea debe elegir delegados propios, cuya representatividad pueda ser revocada por mayoría simple. Estas son las bases iniciales para poner en marcha la democracia directa, independientemente de lo que haga el gremio. Ellos jamás acordarán con esta metodología, ya que «su representatividad» es por «mandatos», en donde no se puede cuestionar nada y mucho menos su continuidad.
Hay que desarrollar esta fuerza que de hecho comienza a hacerse presente en la sociedad. En el sector educativo, que abarca a decenas de miles de trabajadores, existe esta avanzada y han logrado conquistas impensadas hasta hace muy poquito tiempo, como ocurrió esta semana en la provincia de Salta.
Las burocracias sindicales “empresariales” comienzan a sentir este escozor. Saben que el abajo está con bronca y que a ellos eso los golpea en forma directa. Por eso ya comienzan a escucharse voces dentro de la propia CGT que llaman a “un plan de lucha”, en el cual estarían involucrados varios gremios que hoy no pertenecen a la dirección de esa entidad.
Hablan ya que ese plan de lucha no debe postergarse más especulando con el proceso electoral. Sienten el aliento en la nuca y detrás de ello intentarán filtrar sus apetencias electorales con el único motivo de frenar lo que desde abajo está tomando un color político que rechaza toda burocracia instalada desde el mismo poder. Comienzan a razonar bajo el dicho «si no puedes derrotar a tu enemigo (que es lo que viene de abajo), únete a él”. Nosotros le agregamos: para confundirlo.
Vienen meses de disputa y los revolucionarios tenemos que aferrarnos a la idea de la independencia política. Fortalecer la organización por abajo para enfrentar las políticas del gobierno y a la vez condicionar toda propuesta que contenga la idea que el poder no está abajo. Este también es el rechazo visceral que padecen “los nuevos gremios combativos” que piden a la CGT «un plan de lucha».
Hay mucho por hacer, pero hay mucho hecho. La calle se está ganando, los paros y huelgas como el de los petroleros, o en el ferrocarril Sarmiento se concretaron, a pesar que en los primeros rige un acuerdo para no frenar la productividad en Vaca Muerta y en los segundos la conducción del gremio (agachada de por medio) lo tiró para atrás.
Persistir una y otra vez, preparar las fuerzas para golpear y ganar, y volver a preparar más fuerzas para golpear más fuerte. En ese ir y venir ir tejiendo una unidad popular por abajo, entramada con la práctica autoconvocada y la democracia directa, ejercicios y metodologías que en los hechos ya van adquiriendo un grado de organización de nuevo tipo.
Hoy, elevar políticamente las luchas quiere decir que hacemos consiente que la solución a nuestros problemas está en ejercer nuestro propio poder organizándolo desde abajo.