Toda época está escrita por la resultante de la lucha de las clases fundamentales de la sociedad, e imprimen el carácter de la revolución social necesaria, para dar un paso adelante en el camino del reencuentro del hombre consigo mismo.
Y la época actual, esta signada por la más profunda crisis estructural del sistema capitalista mundial. Se trata de una crisis que carcome las bases mismas de este sistema de organización social, poniendo en evidencia a los ojos de la humanidad que la única salida que el sistema ofrece es más explotación y el despojo a todos los pueblos del mundo, intentando prolongar su decadente existencia.
A diferencia de crisis pasadas, en la actual, lo peculiar y cualitativamente diferente, es el rechazo de los pueblos del mundo a las propuestas de la oligarquía financiera para la salida de su crisis económica.
Cada paso que intentan no convence, no da confianza, sino que provoca el rechazo y se redobla la apuesta por los amplios reclamos económicos, sociales y políticos.
La movilización y el enfrentamiento recorre a todos los sectores sociales y, en los últimos años, la irrupción de los trabajadores le dio un nuevo impulso y contundencia al proceso, con experiencias en las que se expresaron las metodologías y concepciones proletarias, en el marco de un enfrentamiento en el que, lo distintivo, es la aparición y consolidación de organizaciones políticas de masas que rompen con la institucionalidad establecida.
En las dos últimas décadas, la clase dominante globalizada viene sufriendo golpes por parte de la clase obrera y los pueblos del mundo. En nuestra América, las masas movilizadas obligaron a la burguesía a ensayar propuestas populistas para frenar el ímpetu revolucionario de las masas. Grecia e Islandia -con grandes y violentas movilizaciones- despertaron el músculo de la lucha en Europa. Las masivas movilizaciones de la clase obrera en España, Portugal, Francia… se extendieron por todo el viejo continente.
No hay que olvidar el despertar revolucionario de África del norte, en la llamada “primavera árabe”, principalmente en Túnez y Egipto, en donde los pueblos derribaron gobiernos autoritarios. Como así también, la sangrienta crisis política y la guerra civil desatada en países como Libia, Siria y Yemen. o el empantanamiento en los propios EEUU.
Incontables huelgas en el corazón de la industria India y China han hecho que el “salario chino” sea menos “competitivo” para los monopolios. Masivas, prolongadas y violentas luchas de los obreros mineros en Sudáfrica.
Años y años en donde miles de conflictos sociales y políticos de todo tipo desde las clases populares, encienden sus fogatas, marcándole el terreno al poder. Se va amasando la gran obra de la clase obrera y los pueblos: la crisis política del imperialismo divide y enfrenta a la clase dominante.
Distintas fracciones oligárquicas, desconociendo la “unipolaridad” en la decisiones políticas, se cortan por la libre enfrentándose el terreno económico. Y también en el terreno militar, generando guerras imperialistas en todo el planeta, donde con ropajes que van de nacionalistas hasta religiosos, dirimen sus intereses, dejando a su paso miles de muertos, cientos de miles de refugiados y crueles sufrimientos a los pueblos.
Es en este contexto, al igual que en los inicios del siglo XX, a través de la mentira y el engaño o la necesidad de “elegir el mal menor”, la burguesía y los oportunistas de siempre, pretenden que los pueblos y la clase obrera del mundo tomen partido por una u otra facción de la disputa.
Las fuerzas populares y revolucionarias, por principio, convicción y experiencia histórica, sabemos que el único enemigo de la humanidad es la burguesía monopolista, y debemos levantar la bandera de la revolución social como única salida para toda la humanidad. Terminar de una vez por todas con la esclavitud política, la explotación y la opresión a que nos condena el capitalismo. Los pueblos en lucha venimos marcado nuestra impronta en esta época, instalando las condiciones políticas necesarias para esos cambios revolucionarios.