Lejos de los titulares de los diarios burgueses -que al unísono y deliberadamente llenan sus páginas con las frivolidades electorales, las miserias políticas del gobierno de turno, sus tertulias y sus negociados o sea sus preocupaciones como clase en el poder- millones de personas sufrimos un marcado deterioro de las condiciones de vida.
Sin embargo, la prensa burguesa -que representa esa minúscula clase social que es la burguesía monopolista y sus facciones, que tiene vasta experiencia en taponar y desdibujar, en ocultar y mentir, en mostrar una situación social y política totalmente ajena a la realidad que se vive- no puede evitar que en carne propia miles de millones de personas sintamos el peso de las condiciones destructivas que el capital monopolista ha impuesto a nuestro pueblo.
Día tras día deambulan por sus páginas cifras millonarias de los negociados, como por ejemplo, el que supuestamente acordaron el gobierno y la CGT para mantener la paz social e instalar nuevas reformas laborales, o las cifras derivadas de la inflación y los tarifazos que benefician a las energéticas, o las ganancias de los bancos y empresas.
Cifras que contrastan de manera atroz con la pérdida del valor de los salarios, con el desempleo, con la precariedad de las jubilaciones,con el desamparo de la salud y la educación publica. Escuelas que se caen a pedazos, hospitales en un estado de precariedad insostenible, barriadas enteras y centros comerciales sufriendo inundaciones y cortes de luz, abandonados por no ser rentables para los negocios del capital. Situaciones todas conjugadas con la extorsión a la clase obrera que expone sin tapujos el grado de explotación al que está sometida.
El crecimiento exponencial de la pobreza de millones brota de la abundancia de las ganancias que el capital acumula. Lejos está todo esto de la muletilla de que “no hay plata y que todos tenemos que contribuir a salir de la crisis mientras escalamos montañas”. Por el contrario, la concentración de las ganancias del capital –contradictoriamente a cómo lo expresan la prensa burguesa y los bufones del capital en el gobierno- contiene el flagelo de las humillantes condiciones de vida a las que estamos sometidos. Por ello ocultan todo tratando de esconder una realidad que a los ojos de millones choca frontalmente con todo ello.
Cada vez son más personas las que piden solidariamente que otro pasajero les pague el boleto en el transporte público (que no es publico sino privado). Ya de por sí abarrotado de personas y colapsado, viajar al trabajo se ha transformado en un abultado gasto. Hablar del precio de las cosas, alimentos, servicios, de trabajo, de salarios, de remedios, de vivienda, etc. se ha convertido en una discusión cotidiana; no hay conversación que no termine despotricando y afirmando que esto no da para más. El deterioro es indisimulable y expuesto, en todo esto ni los cegetistas, ni los opuestos, ni los que pretenden ahora canalizar una pseudoprotesta (el 4 de abril) han dicho nada. Los trabajadores lo ven y lo ve el pueblo, y en sus conversaciones no sólo ventilan el odio que anida por la situación sino, que exponen cuán lejos de la agenda burguesa esta nuestro pueblo.
Sin embargo, la perspectiva de encausar por vías electorales o utilizar las mismas para pergeñar nuevos engaños y frenar todo este descontento generalizado que atenta la gobernabilidad del capital monopolista, que también se manifiesta en iniciativas y luchas, en organización de base con independencia política, intenta combinarse con este critico estado político de las masas.
Detrás de estas supuestas nuevas perspectivas de cambio, que ellos alimentan con sus discursos, están las mismas metodologías burocráticas y traidoras sindicales, las mismas mentiras políticas, los mismos aparatos burgueses que buscan garantizar la gobernabilidad y la contención de las luchas de nuestro pueblo.
Putrefacción sindical y política intentado contener la bronca es de por sí, también, un mecanismo extorsivo que busca desde un discurso aparentemente combativo sostener al capitalismo. Acaso gente como los Moyano, los Pignanelli -sin mencionar las dirigencias las burocracias de los demás gremios “combativos” que coquetean en grandes negociaciones aumentos salariales que nunca llegan, que callan ante los despidos, que dividen a los trabajadores, que incluso forman parte del aparato represivo en cada empresa y que taponan cualquier iniciativa de acción y reclamo digno, que viven a expensas de la explotación de los trabajadores y de las prebendas del Estado- ¿estarían dispuestos a cambiar este estado de cosas y perder sus beneficios?
NO, sólo podrían mantener sus privilegios, sus empresa y negocios a costa de mantener las condiciones de dominación del capital monopolista, y ello implica -como lo venimos afirmando- la continuidad de un sistema social putrefacto.
El problema que tienen es que al igual que la burguesía monopolista no sólo hacen brotar más pobreza de su propia abundancia sino también más furia y más odio de clase.
La ideología burguesa -que hace un culto de la paz social y el consenso- manifiesta en verdad con sus políticas y con los resultados que ellas generan en la sociedad, un odio visceral a los trabajadores y el pueblo.
Pero cuando las iniciativas de abajo van ganando terreno en las calles, en las barriadas, en los lugares de trabajo, como anticuerpos del sistema, salen de sus reductos a tratar de defender la propia putrefacción en las que están tan cómodos.
Para disimular ese odio que ostentan hacia los trabajadores y el pueblo, glorifican sus discursos y sus acciones con grandilocuencia; pero inevitablemente la realidad pesa y a la hora de los negocios y las traiciones de las prebendas, los entuertos y acomodos, es decir, a la hora del ataque a los trabajadores, sale a relucir lo que intentan disimular.
El escenario de la lucha de clases esta cada día mas caldeado, porque por abajo la situación está moviéndose independientemente del juego burgués. Esa independencia política y orgánica de las bases marca e camino.
Todo esto es lo que intenta esconder la prensa burguesa, todo esto intenta disimular. Pero la lucha de clases dispone y el aliento en la nuca -que emana de abajo- crece al calor de la furia, cada día más caliente. Cada día más decidido, lentamente pero -indefectiblemente- cada vez más revolucionario.