“Un día hablando con dos alumnos les preguntamos si en casa se sentía la crisis y uno de ellos contestó: hace tiempo que comemos una sola vez por día y mate cocido de noche”.
“En otra escuela notamos gran deserción, dos semanas después un alumno nos explicó que había tenido que dejarle las zapatillas a su hermano menor para que pudiera ir a la escuela”.
“Ayer, una profesora de escuela técnica me comenta que por primera vez en mucho tiempo había tenido que salir a comprarles sándwiches a sus alumnos porque no comían”.
“Llevo hojas para que mis alumnos puedan trabajar”. “No hay mapas, tenemos que dibujarlos nosotras”.
Detrás de las grandes luchas docentes, de sus movilizaciones autoconvocadas hay seres humanos, hay dolor, hay sentimientos, hay angustias. ¡Hay vida!
Este sistema es capitalismo, es mercado; el docente es tratado como tal, una mercancía más, pero una y otra vez responde como ser humano, una y otra vez le toca resolver lo cotidiano, dar respuesta a lo que el Estado de los monopolios no le interesa: la educación para la sociedad del mañana.
Un Estado que considera que ese “gasto” hay frenarlo, mientras transfiere enormes masas de dinero hacia cada vez menos y más poderosos capitales concentrados.
Nuestros maestros están dando muestras de resistencia y de conquistas, no se han arrodillado y han quebrado -en varios puntos del país- los planes de ajuste. Van una y otra vez y despliegan nuevas formas y metodologías de lucha que conllevan un aspecto esencial de todo un movimiento que empuja en el planeta. La democracia directa y el nuevo carácter antiburocrático de la asamblea que se abre paso, aún en medio de la vieja y putrefacta asamblea del manijeo.
Cuánto dolor en el abajo, en ese diario trajinar de convivir con las miserias que deja el sistema. Estamos hablando de la existencia de reservas morales por decenas de miles, que entregan sus vidas a una docencia con salarios de hambre, condiciones de trabajo infrahumanas… Y a pesar de todo ello, esas docentes se conmueven y van hacia adelante.
Estas reservas morales se extienden a muchos padres y vecinos que -de una u otra manera- le ponen el hombro para que la escuela del barrio se pueda sostener en pie. Mientras, el sistema le pone piedras en el camino a la solidaridad, hostigando cualquier tipo de movilización. ¿Cómo hostiga? De infinitas formas, pero a veces un ejemplo puede graficar esa idea.
“A mi hijo le dieron media manzana para la merienda, cuando abro la mochila, además del oxido propio por estar abierta la misma estaba en n estado de putrefacción”.
Un sistema que golpea la dignidad, que escupe a lo más preciado que tenemos que son nuestros niños.
Pero decíamos, las reservas morales se están transformando en respuesta y esa respuesta es la lucha abierta que va una y otra vez, en una sociedad que exige cambios estructurales.
Todo indica que esta situación irá agravándose. Conquistemos y recuperemos nuestra dignidad como pueblo trabajador y solidario.