El pasado 3 de abril, Infobae publicó un artículo titulado “Los bancos argentinos baten récord de ganancias, pero sus acciones en Wall Street valen cada vez menos”.
En la nota se aclara que como la ganancia se debe a tenencia de Leliq, el aumento del riesgo país es el que influye negativamente sobre el valor de las acciones de los bancos.
En forma más clara para nosotros, los bancos logran sus abultadas ganancias aprovechando las letras que el propio Estado les ofrece, pero por tratarse de documentos estatales, implican un riesgo que les hace bajar confiabilidad en el contexto internacional, tirando abajo la cotización de sus acciones.
Pero esto no es más que una cuestión especulativa y pasajera, pues las Leliq son respaldadas por el Estado y no son más riesgosas que las acreencias del FMI sobre los préstamos otorgados por pedido del gobierno. Por lo demás, el Estado nunca quiebra.
Lo concreto, en todo caso, son las ganancias obtenidas que acusan el monto de $ 172.100 millones, lo cual equivale a unos US$ 3.825, y significan, según el artículo mencionado, un 120% anual.
Restándole a ese porcentaje el incremento anual de la inflación de 47,6% (oficial), los bancos obtuvieron una ganancia neta de 72,4%. Así lograron un nivel de rentabilidad muy difícil de igualar en cualquier parte del mundo, superando el incremento del dólar producido en nuestro país, vía la devaluación gigante que se operó en los últimos meses.
¿Sólo los bancos?
Para responder a esta pregunta que surge en forma automática ante cualquier análisis, es necesario repasar, en términos de una economía real y no del fetichismo burgués que alienta la idea de que el dinero produce dinero, qué es el interés, base de la ganancia de los bancos.
El interés, es parte de la ganancia obtenida en la producción.
Toda ganancia surge del tiempo de trabajo no retribuido a los obreros, del cual se apodera el capitalista industrial (fabril, comercial, agropecuario, de servicios). De esa ganancia, el capitalista industrial debe destinar un monto para pagarle al propietario del capital dinero (el banco) que le prestó el mismo para invertir en la producción. O sea que el interés es un medio a través del cual, el propietario del capital dinero, se apropia de parte del trabajo no retribuido al obrero del que se había apropiado el capitalista industrial en su empresa durante el proceso de producción.
Una vez deducida la parte del interés que el capitalista industrial resta de su ganancia bruta, queda la ganancia neta o ganancia empresaria.
En el proceso de circulación de la masa de capital social de todo un país como el nuestro, las ganancias empresarias se van compensando entre sí formando una tasa de ganancia media (mecanismo que no es motivo de este artículo detallar – Ver El Capital Tomo III).
Los capitales individuales o por ramas oscilan por arriba o por debajo de esa tasa de ganancia media, pero en un periodo largo (como por ejemplo, un año), las subas y bajas promedian una tasa uniforme, tal como acontece en la relación precios y valores de las mercancías, resultando así un porcentaje uniforme de ganancia para todos los capitales.
Y esto no podría ser de otra manera ya que, de acontecer lo contrario, es decir, si un sector o rama de la producción sostuviera un porcentaje mayor a la tasa de ganancia media por un largo periodo, los capitales mudarían hacia ella, pues el capitalista esencialmente produce plusvalía, siendo la mercancía que produce, sólo el medio para obtenerla.
El capitalista en dinero, es decir los bancos y financieras de todo tipo, obtienen su ganancia neta, fundamentalmente, a través del interés. Entonces, de la misma manera, su tasa de ganancia, si bien oscila por encima o por debajo de la tasa de ganancia media, no puede ser sostenidamente superior a ésta por un largo periodo ya que los capitalistas emigrarían hacia la rama bancaria.
En conclusión, la ganancia de 120% que reconocen haber obtenido los bancos, es una expresión de las ganancias que obtuvieron los monopolios en su totalidad, a expensas del trabajo no retribuido a los obreros y los mecanismo de expropiación de ingresos de trabajadores y pueblo en general, articulados por el Estado, incluidas quiebras y bancarrotas de pequeñas y medianas empresas con su secuela de desocupación, etc.
Todo lo descrito, se refiere a las ganancias enormes que en estos tiempos de crisis amasan los monopolios. Sólo agregaremos a lo dicho que, en tiempos del capitalismo monopolista de Estado, o sea, el dominio del Capital Financiero, por sobre todos los resortes de la producción, los límites entre las distintas ramas de la producción son difusos, no sólo por el anonimato que garantizan las acciones innominadas de las empresas sino, además, por la fusión del capital bancario con el industrial que componen el capital financiero, lo cual respalda nuestra afirmación.
Queda suficientemente claro que esta crisis vivida y sufrida por la clase obrera y sectores populares es, a la vez, enorme transferencia de recursos hacia lo más concentrado del capital monopolista que realiza ganancias superlativas.
Contrario a las afirmaciones de gobernantes, políticos a sueldo del sistema y decidores de toda laya, las condiciones económicas que sufrimos como pueblo son, a la vez, paraíso de las ganancias de los monopolios, a pesar de algunas variables incontrolables que no se pueden resolver en los marcos del capitalismo y que son motivo de críticas oportunistas de la “oposición” que aspira a los cargos estatales y gubernamentales.
Por lo anterior, se desprende que la burguesía y sus gobiernos de turno no están dispuestos a ponerle fin a esta situación oprobiosa, por el contrario van a sostenerla y tratar de profundizarla en sus puntos fundamentales. Ninguna expectativa puede cifrarse sobre cambio de políticas si no existe fuerza popular en movimiento que los obligue a lo contrario.