La burguesía, con todos sus medios de dominación ideológica –donde incluimos desde los medios masivos de comunicación hasta la educación universitaria como reproductor de la ideología del sistema- permanentemente se obstina en distorsionar la realidad y acomodarla a las necesidades de sus negocios. El tema de la inflación en nuestro país –y cada vez más a nivel mundial- es uno de los centros sobre los cuales intentan mantener una confusión total.
Los “grandes” analistas económicos, así como los catedráticos en las universidades, asocian el problema de la inflación a intrincadas fórmulas matemáticas, donde una de las variables recurrentes sobre las que se afanan en justificarla es el llamado problema de la emisión monetaria, y que tomó particular recurrencia durante el gobierno de Cristina Kirchner y los primeros años del gobierno de Macri.
El papel dinero, al funcionar como equivalente general y medida de valores, debe encontrarse en una cantidad tal que permita un intercambio fluido entre mercancías. Esto es, si hay muy poco dinero en circulación, el intercambio entre mercancías se ve frenado. Pero como el billete solo representa valores, entonces, ante la falta de billetes en circulación, automáticamente aumenta el valor que representan. Si tengo 10$ en circulación, y 10 mercancías que contienen, cada una de ellas, el mismo tiempo de trabajo, es decir, el mismo valor, entonces cada mercancía vale, digamos, 1$. Ahora bien, si reduzco artificialmente el dinero existente en 1/2, y en lugar de tener en circulación 10$, tengo solo 5$, entonces cada mercancía (que siguen conteniendo exactamente la misma cantidad de tiempo de trabajo que antes, y por lo tanto, su valor no ha variado), no tendrá un precio de 1$ como antes, sino que ahora será de 0,50$. Ha variado su precio, pero no su valor. En otras palabras, aumenta el precio del dinero.
Ahora bien, supongamos el caso contrario. En lugar de tener 10$ en circulación, artificialmente imprimo billetes hasta lograr una cantidad de 20$. Pero las 10 mercancías, que siguen conteniendo el mismo tiempo de trabajo, valen lo mismo, porque contienen la misma cantidad de trabajo. Lo que cambia es su relación con el dinero, por lo cual, en lugar de expresarse en un precio de 1$ cada una, ahora se expresaran en un precio de 2$. Ha disminuido el precio del dinero.[1]
Como la fuerza de trabajo es una mercancía más –mejor dicho, es la mercancía sobre la que se basa la reproducción de este sistema- las variaciones en el volumen de dinero circulante no afectan su valor, y su precio debería compensarse bajo las mismas determinaciones que el resto de las mercancías. Pero hete aquí la cuestión de que el capitalista puede modificar el precio de sus mercancías en forma libre, por ser el propietario del capital, pero el proletario no puede modificar el precio de su fuerza de trabajo (es decir, el salario) si no es luchando contra el capitalista. El salario es la única mercancía que no puede aumentar o disminuir su precio “libremente” sino que lo hace de acuerdo a los vaivenes de la lucha de clases y la correlación de fuerzas. En este sentido, desde el punto de vista netamente monetario, si se aumenta el volumen de circulante (si disminuye el precio del dinero) aumentan todos los precios, y el obrero debe luchar contra el capitalista para que su salario opere el mismo incremento. Con lo cual, desde este punto de vista, netamente monetarista, el problema de la lucha de clases y la inflación, se encuentra interrelacionado, y pasa a ser un problema que afecta esencialmente a la clase trabajadora.
De este famoso cuadro de relación entre la oferta y la demanda de dinero la burguesía se agarra para afirmar que “la emisión monetaria es la generadora de inflación”. Desde ya, desde un punto de vista netamente matemático ello es cierto. Ahora bien ¿qué sucede cuando, a pesar de detenerse la emisión monetaria, la inflación sigue en alza? Cuando eso sucede queda de manifiesto que, en realidad, la determinante principal del problema inflacionario no era la emisión monetaria, sino que ésta constituía solamente una variable menor.
Dado que el gobierno eliminó la emisión monetaria desde el año pasado, por acuerdo con el FMI, pero que la inflación es cada vez mayor, esta teoría netamente monetarista se cae por completo, y ahora los sabiondos economistas de la burguesía argumentan que la inflación tiene su raíz en la falta de confianza por parte de los mercados. Y eso es absolutamente cierto, pero ¿a qué se debe esta falta de confianza? Y acá es donde empieza el nuevo cambalache: que las acciones, que las leliq, que las lebac, que la elección, que la reelección, etc., etc. Vueltas, vueltas y más vueltas para no entrarle al meollo del asunto.
El gran problema histórico de la burguesía es la tendencia decreciente de la tasa de ganancia donde, para evitar su caída, los capitales deben recurrir a un incremento en el grado de explotación del proletariado para así aumentar la tasa de plusvalía disminuyendo proporcionalmente el salario. Aparece en escena entonces la necesidad de encarar ciertas reformas que le permitan a la burguesía incrementar su ganancia, y allí entra, fundamentalmente, la reforma laboral. Los capitales a nivel mundial están intentando avanzar en la precarización del trabajo reformando las leyes laborales a nivel mundial, pero allí se han encontrado con un movimiento de masas que no está dispuesto a semejante agachada. Por un lado, el gobierno de Macri recibe la orden de la oligarquía financiera de realizar este tipo de reformas, pero por el otro lado nadie confía en que Macri o alguno de los posibles representantes de la burguesía (llámense Lavagna, Kirchner o Masa) puedan ejecutar semejante tarea sin verse atravesados por una crisis política muy aguda. Como vemos, el centro de la cuestión sobre la “desconfianza” está en la lucha de clases.
De la misma manera, todo el proceso inflacionario en general, es un termómetro de la lucha de clases. Como los capitalistas no pueden aumentar el grado de explotación en la medida requerida por el mercado mundial; como no pueden implementar su reforma laboral, entre otras cosas, recurren al aumento permanente de precios, independientemente de la emisión de papel moneda.[2] Como yo, capitalista, no puedo explotar más a mi obrero, intento obtener más ganancia aumentando el precio de mi mercancía. Pero resulta que todos los capitalistas aplican el mismo esquema. En definitiva, lo que se obtiene, es un alza generalizada de precios. De nuevo ¿Cuál es la raíz de esa alza de precios? La lucha de clases. Y si queremos hablar con el vocabulario en boga ¿Cuál es la raíz de esa desconfianza que genera inflación y que dispara otros factores económicos a muy bajos niveles? La lucha de clases. La “desconfianza” de los capitalistas es justamente que no se quieren arriesgar a invertir en un país donde no tienen asegurada una reforma laboral o un estallido político; no se quieren arriesgar a invertir en un país donde ninguno de los gobiernos puede garantizar la gobernabilidad en esos términos.
Si observamos el mapa global, encontramos la misma situación repetida en distintos países. Aunque con diversos orígenes en cuanto a la causante de la lucha de clases, todos tienen un mismo hilo conductor. La inflación creciente es un fenómeno económico mundial que refleja un auge en la lucha de clases en todo el globo, donde, por más que se “toquen” determinadas variables matemáticas como la emisión monetaria, la determinante principal sigue siendo la misma.
Tomemos los principales países con mayor inflación en 2018, las cifras varían de acuerdo a la consultora que realice el análisis, pero en términos generales, ello no afecta nuestra caracterización:
Venezuela, como sabemos, es un país de alta conflictividad política. Países como Irán, Yemen, Libia o Turquía se encuentran envueltos en una permanente crisis política donde la guerra y la lucha de clases tallan fuerte. El caso más resonante por estas horas, es el de Sudán, con un 64,3% ¿Qué es lo que no nos cuentan estos valores crudos? Que en Sudán existía un régimen político repudiado por la población desde hace 20 años, socio del FMI, con 20 millones de habitantes viviendo bajo la línea de pobreza y una creciente lucha de clases con una importante participación del proletariado industrial. La movilización en los últimos meses adquirió niveles tan virulentos que el gobierno se vio obligado a reconocer la muerte de más de 50 manifestantes y el día miércoles por la noche el ejército depuso al presidente al-Bashir conformando una junta militar que se autoproclama gobierno para los próximos dos años, liberando algunos presos políticos de un lado, pero decretando el estado de sitio por el otro y anticipando que desatara una fuerte represión sobre futuras manifestaciones. Se trata de un intento de la burguesía por contener a la clase obrera, reforzar la represión y ganar la “confianza” tan proclamada en economía por los analistas internacionales.
¿Acaso podemos achacarle la inflación a países como Venezuela o Sudan al problema de la emisión monetaria o los malabares con el sector financiero? ¿Se puede ser tan ingenuo en pretender dar una explicación matemática, econométrica, a un problema político tan candente?
El fracaso de las medidas anti inflación llevadas a cabo por nuestro gobierno desde el año pasado va en la misma sintonía. Quien pretenda analizar la economía por fuera de los actores políticos vivos no solo es un mal economista, sino que a esta altura de la historia, es un portavoz a ultranza de la ideología del sistema. Desde el análisis materialista de la economía, que observa los actores reales de la sociedad y no tan solo las manifestaciones exteriores que se dan en la econometría, podemos con total seguridad, y sin ser “gurúes” idealistas, anticipar que este proceso en nuestro país está lejos de detenerse, va a profundizarse.
[1] Prescindimos aquí de las variaciones que se producen en el tiempo de circulación, que dentro de determinados límites pueden amortiguar la caída en el precio del dinero. Esto es, si disminuye la cantidad de circulante, dentro de determinados límites, aumenta su velocidad de circulación y se compensa su caída en el precio. Pero como decimos, esto sucede dentro de determinados límites que aquí prescindimos.
[2] En este caso, con un volumen constante de dinero, aumenta la velocidad de circulación del mismo como herramienta de cambio.