La Federación de productores de frutas del Alto Valle de Río Negro y Neuquén, informó que entre 150 y 200 millones de kgs. de peras quedaron en las plantas sin cosecharse. Se perdió, en consecuencia, el 30% de la producción. Según el comunicado, hay 300 pequeños y medianos productores -de un total de 1600- que ya abandonaron la actividad.
El motivo que invocan es que, mientras el costo por kilogramo asciende a unos $ 12, las empacadoras les pagan $ 2/kg.
En el caso de las jugueras, el precio que les imponen es de $ 1/kg. por cada bin (cajón en donde se acondiciona la fruta que se va cosechando), los obreros recolectores cobran entre $ 300 y $ 350, mientras que la industria paga $ 400, con lo cual le queda al dueño de la plantación, pequeña y mediana, $ 50/bin de cuyo monto aun debe deducir el pago al tractorista y al fletero quienes sacan el producto y lo transportan, respectivamente, a destino. En conclusión les conviene dejar el fruto en la planta, pues al cosecharlo perderían dinero.
En el supermercado, el kg. de pera Williams se ofrece, como oferta, a $ 50/kg.
Además de la enorme pérdida, al quedar la fruta en el árbol, se genera un agotamiento que influye negativamente en la siguiente producción anual. Asimismo, ocasiona mayor riesgo de enfermedades y pestes.
No es la primera vez que esto ocurre con los productores de peras y manzanas.
También ha pasado recientemente con otras ramas, tales como los productores de hortalizas de la pampa húmeda, quienes han “regalado” parte de su producción en Plaza de Mayo, en CABA.
Los tamberos de la cuenca lechera de Córdoba y Santa Fe, denuncian también la disparidad entre lo que cobran por cada litro de leche y el precio con el cual se vende al público, lo cual ha generado la bancarrota de cientos de pequeños y medianos tambos que hoy ya no existen. La leche ha llegado a tirarse en cantidades enormes a la vera de caminos vecinales. Y la lista sigue…
Estamos hablando de alimentos, la primera y más elemental producción que el ser humano realizó desde sus orígenes. La producción más esencial que deberá seguir haciendo en toda su existencia.
De todas las sociedades que han existido, la sociedad capitalista es la única en la que los propios productores destruyen los alimentos sin que medie alguna circunstancia catastrófica, como por ejemplo, pestes, guerras u otras situaciones que amenacen la existencia de una nación.
Contradictoriamente, ninguna sociedad anterior a la capitalista pudo producir alimentos que superaran las potenciales necesidades de la población. Quiere decir esto que con los actuales recursos, un Estado y gobierno revolucionario en manos de los trabajadores, que pusiera como centro a las necesidades humanas y no a la ganancia, abastecería perfectamente a la población, pues hoy nuestro país produce alimentos para una cantidad diez veces superior a la cantidad de habitantes existentes en nuestro territorio.
Esta destrucción en masa que hoy ocurre, se debe a que el objetivo de la producción y comercialización de lo que se produce es la obtención de ganancia, quedando así totalmente relegada la imperiosa necesidad de la vida y la nutrición.
En los citados casos, los propios productores primarios (pequeños y medianos) se ven totalmente condicionados por los monopolios industriales y comerciales quienes, en verdad, manejan la producción imponiendo precios, condiciones, estableciendo tipos y formas de mercados y de consumo, todo esto acompañado por un Estado al servicio de los mismos, con la complicidad y fomento de los gobiernos de turno.
El crimen que la destrucción masiva de alimentos significa en medio de la existencia de masas de pobres con necesidades alimentarias insatisfechas y de la escalada de precios permanente que los monopolios imprimen sobre dichos productos como ocurre en el mundo y, particularmente en nuestro país, es imperdonable y pasará a engrosar la columna del debe de la cuenta de la burguesía, en el registro de la historia, que más tarde o más temprano este pueblo cobrará.
Ninguna razón puede esgrimir el Estado, los gobiernos de turno o la burguesía monopolista para ejecutar tamaña inhumanidad.
Esto no se arregla con un absurdo o engañador programa de “precios cuidados, acordados o consensuados” como ha anunciado el gobierno que pondrá en práctica en los próximos días, ya que todos los mecanismos impuestos por los monopolios de la producción y la comercialización, seguirán vigentes y los productores pequeños y medianos de alimentos, los obreros y trabajadores de su producción y/o fabricación, así como las masas populares necesitadas de acceder a los mismos, seguiremos sujetas, al igual que ocurre con toda la producción de bienes, a las imposiciones monopolistas que hacen de los alimentos y de todos los bienes, una fuente de ganancia a costa de la miseria y las vidas de los seres humanos.
Como señala el dicho popular en el título de este artículo: si no es por una cosa es por otra… bajo las leyes capitalistas los monopolios nunca dejan de hacer sus negocios y los pueblos siempre somos los que padecemos su inhumanidad.