Nuestro Partido impulsa, y se da a la tarea de, la construcción de un nuevo sindicalismo de carácter revolucionario, poniendo, esencialmente, blanco sobre negro la democracia directa contra la democracia representativa, considerando que tal contradicción tiene un carácter antagónico e insalvable. Es decir, no se puede resolver un salto cualitativo en la resolución de la independencia de la clase obrera -de la burguesía y su institucionalidad- si no se impone la una sobre la otra, o mejor dicho si la democracia directa no se gesta y plasma en organización desde el combate y confrontación contra la democracia representativa. En la vida organizativa de los trabajadores en la confrontación y demanda en beneficio de sus intereses reivindicativos y políticos.
Esta conclusión no es un capricho teórico abstracto y, menos aún, una aspiración idealista, sino más bien se fundamenta en que la esencial práctica de la burocracia sindical actual, no sólo reproduce las metodologías de la democracia burguesa, sino que va a contra pelo de las nuevas formas de producción como organización del trabajo, con niveles de socialización cada vez mayores que terminaron generando un achatamiento en la pirámide productiva lo cual obligó y terminó “empujando” a una práctica socializante de las formas de producir e interactuar que incluso impregnaron al resto de la sociedad de una manera tan profundamente amplia, que se estrellan con la apropiación de la ganancia cada día mayor y en menor cantidad de manos.
La revolución tecnológica que se produjo (y que incluso es de crecimiento exponencial), no es un hecho menor como fenómeno que surca a todo el planeta, donde tal tecnología la manejan millones en función de la producción, siendo beneficiados solo unos pocos. Veamos como ejemplo que 26 tipos poseen la misma riqueza que la mitad de los habitantes del planeta y que sin ninguna duda son los propietarios de los más importantes monopolios de seguramente la casi totalidad de la producción de todo tipo. Pero son millones los que producen y como contrapartida, son esos 26 tipos los que se benefician al tiempo que sostienen la democracia representativa, con un ejército de políticos y “estadistas” a su servicio para “decidir los destinos de la humanidad”. Preguntémonos entonces a dónde terminarían los proletarios del mundo, si levantaran las metodologías que los monopolios mismos sostienen.
Ahora bien tomemos un ejemplo concreto ya de las formas actuales de la producción en una industria de punta en nuestro país y la organización sindical y veremos cómo se expresa tal contradicción antagónica, que trasciende a los clásicos mercenarios y traidores de la clase obrera. Por ejemplo, Toyota Zárate, tiene cerca de 4000 operarios que están organizados para producir en módulos o grupos, que el número de componentes de cada grupo varía según el sector y tiene un team líder por grupo de trabajo (así denominan a los jefes de grupo), lo interesante es que tal jefe de grupo irremediablemente convive no para ser vigilante (que algunos lo serán) pero su función esencial es la convivencia de objetivos productivos con los trabajadores de su módulo, donde alcanzan a ser aproximadamente 700 team líderes, claro ejemplo de socialización de la organización del trabajo. ¿Por qué Toyota tuvo la audacia de semejante organización para la producción? Muy simple, porque necesita un mayor involucramiento no burocrático en el desenvolvimiento de la producción, más eficiente y sobre todo más social porque también así lo demanda la tecnología.
Pero ¡¡ojo!!, para la gerencia, la organización sindical de ninguna manera se corresponde ni se debe corresponder con tal forma de organización, de hecho el cuerpo de delegados -incluida la comisión interna- no supera los 80 miembros, cuando en realidad tendrían que ser por cada team líder un delegado, mas aún con el ejercicio directo de la democracia. Pero la empresa no puede puede controlar a 700 delegados, porque un aparato sindical por las nubes (alejado de sus bases) es una cosa y más con leyes que asocian el capital y el trabajo, pero una organización de 700 delegados es otra. Un delegado “transero” entre 5 ó 15 compañeros ya no puede estar bajo la tutela del aparato sindical burocrático sin quedar expuesto, pues en menos de que canta un gallo lo sacan a patadas. Una asamblea por sector de 8, 10, ó 15 compañeros es un involucramiento directo, donde se puede discutir, aportar y decidir qué se quiere y qué no, es decir estaríamos hablando de una vasta organización de la clase obrera donde la propia socialización de la producción empuja por su base material a la democracia directa.
Estas formas de punta de la producción, de facto constituyen el nuevo orden industrial impuesto que se traslada a todos los sectores laborales más allá de que algunos no hayan alcanzado el desarrollo tecnológico del ejemplo citado. Por ejemplo, hasta en un corralón de trabajadores municipales que tiene hasta 200 obreros que conforman diferentes cuadrillas de no más de 10 obreros tiene uno o dos delegados. Tal organización es perimida de acuerdo al desarrollo del orden industrial alcanzado.
Pero todo esto sin un partido que está trabajando, pensando e intentando organizar la lucha de clases no es posible porque de la mano de esta forma antiburocrática de organización está el germen fundamental de que la revolución, en última instancia, es una obra de las masas, donde el papel que debe jugar el partido con su proyecto revolucionario es, precisamente, aportar en dirección política, en elaboración y en organización de masas para las masas mismas.
Estas reflexiones intentan también demostrar que la lucha auténticamente anti burocrática, va más allá que despotricar contra los gordos de la C.G.T., institución netamente pro monopolista, por el contrario, la lucha anti burocrática también va contra ideas que ponen a determinada organización política como un fin y a las masas como un medio por más que se utilice un lenguaje revolucionarista o presuman de defender los intereses de la clase obrera pues, en el mejor de los casos, se intenta copiar mecánicamente las experiencias históricas de extraordinarios dirigentes obreros, pero olvidándose de toda la base material actual y que ellos encarnaban la impronta revolucionaria del momento, que en su proyecto esencial nada se diferencia de las actuales, pues en tal sentido tales dirigentes levantaban esencialmente la independencia de la clase obrera para su emancipación.