Recientemente, el Grupo de los 6 (que incluye a las seis principales Cámaras empresariales de nuestro país, flor y nata de los monopolios) emitió un comunicado en donde «apoyaba» el diálogo de «consenso por los 10 puntos» que impulsó el gobierno nacional y que -a todas luces- fracasaba antes de nacer. Sin embargo, más allá de las formalidades institucionales y compromisos políticos, el eje del documento deja entrever la esencia del planteo empresarial: la imperiosa necesidad de que para que las cosas «mejoren» era necesario llevar adelante rápidamente una Reforma Previsional y una Reforma Laboral, y bajar los impuestos a la producción. Conocidos artilugios para no decir en público directamente lo que piensan: hay que hacer más ajuste contra el pueblo, que su crisis la paguemos los trabajadores.
El gobierno, dando manotazos de ahogado, pretende embretar a todo el arco burgués en ese barco a la deriva que conduce como puede, en un escenario político signado por abajo por una bronca creciente y un descontento que no para. Cada vez vamos peor y se siente.
Recientemente, el portal de Ámbito Financiero publicaba un informe en donde reconocía que en lo que va del año la conflictividad laboral era equiparable a lo ocurrido en todo 2018, poniendo a los sectores del proletariado industrial en los primeros lugares.
Ningún representante burgués quiere pagar el costo, aunque de uno y otro lado estén defendiendo los mismos intereses de clase. Patético resulta el llamado del señor Lavagna, que reproduce prácticamente los 10 puntos del gobierno pero decorados con palabras como justicia social, etc., en un arranque de populismo que conlleva una profunda subestimación a nuestro pueblo.
La democracia representativa a la que tanto se aferra la burguesía monopolista como método de engaño y sostenimiento de su dominación de clase, está haciendo agua por todos lados y el fondo no se ve. Es indefendible. Por lo tanto, no sorprende entonces que algunos salgan directamente a pegarle a la democracia directa como «imposible». La consigna que ha lanzado nuestro Partido haciendo eje en que la dignidad no espera a octubre, les pega directamente en un punto neurálgico de todo su andamiaje, justo en donde TODA la burguesía (se vista con el pelaje que sea) dice que no se puede pegar. Porque los deja al desnudo y afecta todos los negocios que se tejen con el juego electoral.
Más allá de la justeza que puede tener o genera una posición táctica en lo político, la principal preocupación de los revolucionarios hoy debe ser dónde se materializa todo ese descontento que recorre nuestro país. ¿A partir de qué? ¿Cuáles son los objetivos concretos? ¿Cómo hacemos para no dejarlos gobernar? Impedir desde las bases que ellos hagan lo que quieren hacer es un paso necesario e imprescindible para comenzar a revertir la relación de fuerzas en la actual lucha de clases, y comenzar a desentrañar todo el andamiaje ideológico con el que la clase dominante confunde y busca dilatar todo aire de cambio verdadero.
En este contexto, la materialización de las fuerzas que conllevan (aunque en su gran mayoría sin saberlo aún) ese germen de cambio revolucionario, que no es otra cosa que organizarlas bajo un objetivo revolucionario (tenga la envergadura que tenga) pasa a ser un elemento sustancial. Tanto los ejes políticos de acción como los ejes de organización práctica deben estar en el primer punto de nuestras preocupaciones si -como sostenemos- de lo que se trata es de la lucha por el poder para las mayorías.
Está dicho: imposible no es organizar de forma independiente las fuerzas del pueblo en lucha por un futuro de dignidad. Imposible es esperar que este sistema caduco y sus instituciones respondan a otro interés que no sea el de la ganancia en beneficio de una ínfima minoría.