Días pasados, la O.I.T. (Organización Internacional del Trabajo) instó al gobierno Uruguayo a que modifique la ley de Convenios Colectivos de Trabajo (CCT), a instancias y pedido expreso de la cámara empresarial uruguaya, así como que se derogue un decreto que permite las tomas de establecimientos, donde las patronales aducen que atenta contra la libertad sindical ya que no permite ni a empresarios ni trabajadores que no adhieran a una medida de fuerza, asistir al lugar de trabajo a ejercer sus funciones laborales normalmente.
La tan mentada O.I.T., existe desde 1919 pero adquirió mayor relevancia a partir de la constitución de la O.N.U., luego de la Segunda Guerra Mundial. Supuestamente es un organismo de carácter mundial, y están representados los gobiernos, empresarios y trabajadores de las naciones miembros, con la declaración explicita de proteger los derechos y mejoras en la calidad de vida de los trabajadores del mundo. Hoy en la era del Capitalismo Monopolista de Estado y en el llamado mundo globalizado, como no podía ser de otra manera, no solo es una cascara vacía sino una variante más del imperialismo (que es uno solo: la oligarquía financiera). Que nada dice ni hace en torno a las reformas laborales implementadas en el mundo, traicionando el legado de su propia declaración de principios, donde entre otras cosas se afirma que el trabajador no puede ser una mercancía y su jornada laboral no puede superar las 8 horas.
Ese mismo organismo se viene hacer el guapito y pretende apretar a nuestros hermanos uruguayos, exigiéndoles reformas en las negociaciones colectivas que solo benefician a los patrones y los monopolios, y pretenden explicarles a los trabajadores cómo hay que luchar.
Pero nada es al azar ni producto de las casualidades. En la interpretación de estas cuestiones (al parecer de carácter doméstico de nuestro país vecino) los revolucionarios debemos entenderlas como ensayos que están haciendo los monopolios de la mano de las burocracias internacionales como la O.I.T. (sospechada en más de una ocasión histórica de ser manejada por la C.I.A.): el objetivo es jugar un papel avalando reformas laborales que están aún sin definirse, como por ejemplo en nuestro país, pretendiendo jugar como elemento ejemplificador o propagandístico. Por otro lado, es un factor extorsivo quitando dádivas a los sindicatos que, con planes disfrazados de subsidios u ONG, reciben de estos organismos internacionales. Esto los hace “acreedores de autoridad” por sobre los sindicatos beneficiados.
Lo que vivimos y sabemos los trabajadores sobre las prácticas de los sindicatos en nuestro país, está desvinculado de todo esto. Si hasta los jueces -en sus pomposos fallos- se llenan la boca citando las premisas y artículos de la O.I.T. No nos extrañe que más temprano que tarde apuren a la C.G.T. para que apoye las reformas laborales.
Consideramos de suma importancia hacer y difundir estas denuncias, así como transmitirles a nuestros hermanos de clase uruguayos que no están solos: los tratados de la famosa O.I.T. solo sirven a los fines de los monopolios.