Normalmente, las leyes escritas de una sociedad, son reflejo de una práctica social que las anteceden y que obligan a su formulación para el sostenimiento institucional como marco no sólo legal sino también para obligar a los más atrasados, a quienes aún no están al tanto, a ponerse a tono, y darles continuidad a las conductas establecidas.
No es otra cosa lo que se expresa en el tan publicitado “acuerdo” UE – MERCOSUR.
Por qué ponemos “acuerdo” entre comillas. Sencillamente porque los acuerdos se producen entre pares. Pero en la economía capitalista rige la prioridad del más poderoso, es decir, del capital mayor por sobre el capital menor. En consecuencia, no existen acuerdos sino imposiciones.
Lo que en política pretende hacerse ver como un gran triunfo del gobierno de Macri que abrirá un mercado de unos 500 millones de habitantes a los países miembros del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay), no es más que el avance del proceso de concentración y centralización de capitales mundiales en desmedro de los pueblos y obreros de ambos bloques.
Las ideas nacionalistas y las interpretaciones pequeñoburguesas del imperialismo se hacen añicos frente a la legalidad que, a partir de ahora, comienza a tratarse en forma institucional en los fueros gubernamentales y parlamentarios de los países involucrados.
El avance de los monopolios sobre los Estados del planeta y de todo tipo de organizaciones zonales, regionales y mundiales, hartamente denunciadas desde hace décadas por nuestro Partido, es a diario confirmada. La oligarquía financiera, somete a toda organización y Estado nacional.
Pero, precisamente, no podemos confundir el avance monopolista con la configuración de los Estados nacionales. Así como en su momento, Lenin luchó denodadamente contra las posiciones oportunistas levantadas en ocasión de la primera guerra mundial a través de las cuales, los renegados del marxismo se alineaban detrás de las disputas interimperialistas, alentando la defensa de los Estados nacionales frente a la agresión externa, justificando la matanza de la clase obrera y los pueblos que eran sacrificados, sin prejuicio de nacionalidad, como carne de cañón por los contendientes anexionistas, los revolucionarios hoy, debemos aferrarnos firmemente a los principios para entender este proceso que hoy se ventila y se propagandiza masivamente intentando generar expectativas en una población que no está dispuesta a seguir creyendo las mentiras de la burguesía, tanto aquí como en la propia Europa.
Los negocios monopolistas que se legalizarían entre la UE y el MERCOUR, afectan a la clase obrera y pueblos de ambos “bloques”.
En el caso de los países del cono sur americano, la cosa parece estar más clara en función del menor desarrollo capitalista frente a Europa. Aquí la flexibilización laboral, la reducción de costos vía generalización de impuestos a pagar por el pueblo, retaceo de gastos sociales (educación, vivienda, salud, saqueo de jubilaciones, etc.) se intentarán profundizar a rajatabla, dándose con ello, si se logra mediante la paz social, cosa que en este contexto se avisora como muy difícil de lograr sin violenta lucha para la burguesía, una pauperización aún más generalizada que la actual y un enriquecimiento y concentración mayor de capitales monopolistas que se verán más favorecidos no sólo por la posibilidad de meter sus productos en el mercado europeo con más libertad y con mayor competitividad con la que lo hacen hoy, sino también por el quiebre de pequeñas y medianas industrias que caerán más frecuentemente frente a la mayor exposición frente a los monopolios.
También en Europa, la concentración en la producción va a dar una nueva vuelta de tuerca. Un caso testimonial es el de los ganaderos franceses organizados en explotaciones familiares extensivas que producen pequeños ingresos y son fuertemente subsidiados por el gobierno, quienes se tendrán que enfrentar con la masividad de productos de los grandes frigoríficos que operan en el cono sur y constituyen verdaderas fábricas de carne.
Lo mismo va a pasar, seguramente, con la producción agraria ecológica destinada fundamentalmente al mercado interno francés y/o europeo, pues la gran producción industrial del agro en pos de la mayor ganancia, no admite cuidados ecológicos, como cualquier gran producción de las diversas ramas.
Así, los pueblos europeos, que aún no lo han hecho, van a ver cambiado su régimen alimentario que se subordinará, en todos los planos, a la gran producción industrial tal como ocurre en nuestros países, eliminando cualquier concepto ecológico que se erija como traba para la obtención de plusvalía y renta diferencial de la tierra.
En definitiva, el avance capitalista monopolista o imperialista con “acuerdo” UE – MERCOSUR es una imposición de los monopolios y, a la vez, retraso en las condiciones de vida de los pueblos aún de aquellos que, como el caso de algunos países europeos, han tenido escudos protectores (aunque bastante deshilachados) en las fronteras nacionales. La interpelación de Macrón contra el próximo “acuerdo” no será obstáculo para las nuevas configuraciones que exige la contienda interimperialista. No son los Macrones quienes van a evitar la impunidad de la oligarquía financiera mundial, sólo la fuerza de la clase obrera y los pueblos en lucha podrán poner fin a la voracidad capitalista y al desmedro de la humanidad y la naturaleza toda.