Qué cosa fuera la masa sin cantera… Un testaferro del traidor de los aplausos… Un servidor del pasado en copa nueva… Un eternizador de dioses del ocaso… (Canción de Silvio Rodríguez)
Antes de llegar a la confrontación de toda una clase y pueblo oprimido contra el poder de la clase opresora, la lucha de clases va manifestándose en múltiples hechos tras los cuales se produce un proceso de acumulación de fuerzas, movilización en el amplio sentido de la palabra que incluye acciones callejeras, enfrentamientos, discusiones de ideas, organización, etc.
Pero el germen que se manifiesta como revolucionario radica en el cambio, en el poner de pie lo que está de cabeza, en la transformación de una realidad que hasta ese momento se manifestaba de una manera y que, en un punto, comienza a aparecer con total diferenciación de lo instituido. Y eso ocurre en el seno del mismo sistema social capitalista moribundo y en descomposición, y se erige como el brote de la nueva organización social que le dará fin.
El proceso de autoconvocatoria que, desde hace muchos años, comenzaron a transitar las distintas manifestaciones de esa lucha de clases en el país, constituye la expresión del camino independiente de la tutela burguesa que viene recorriendo la movilización popular. Pero esa autoconvocatoria se ha ido desprendiendo de todo lo viejo que aún traía desde origen producto de una práctica social de siglos, y ese proceso todavía no culmina. La lucha entre lo nuevo y lo viejo está más vigente que nunca y tenderá a profundizarse.
Lo nuevo, lo revolucionario, hoy campea con la bandera en alto de la democracia directa la cual no admite y rechaza a la democracia representativa, es decir burguesa, que lleva a vía muerta cualquier iniciativa por más masiva y participativa que fuere.
El ejercicio de la democracia directa también viene de la mano de un tipo de organización nueva que comienza a despuntar en el movimiento de masas y que se opone a la vieja institucionalidad verticalista que deja en manos de la decisión de unos pocos supuestos “dirigentes” el rumbo de todo proceso. Ya no hay lugar para semejante cosa.
En ese movimiento autoconvocado, con democracia directa que trae también el germen de un nuevo tipo de organización, el cual le confiere la perspectiva de continuidad al movimiento, requiere de las ideas revolucionarias que no sólo le den una orientación definida, sino que permita el torrente de la más amplia unidad contra el enemigo en común que ejerce el poder y que abra la jugada a la más franca lucha política contra el régimen.
El peligro de la ingobernabilidad que acusa el Sr. Urtubey, y que ya presienten hasta los organismos institucionales de los monopolios mundiales, está dado precisamente por esa participación masiva no sólo en la movilización sino, fundamentalmente en las decisiones tomadas por el movimiento de masas a través de la democracia directa y el germen de las nuevas organizaciones políticas de masas, lo cual acrecienta la responsabilidad de los revolucionarios y, principalmente de nuestro Partido, para intensificar y generalizar la introducción de las ideas revolucionarias y el norte político de la toma del poder.
En ese marco, la lucha política que desarrollan los docentes, padres, alumnos y vecinos del pueblo en Salta, enfrentan también la penetración de las ideas burguesas que pretenden volver atrás al movimiento, encasillarlo en la institucionalidad del sistema, queriendo sofocar el fuego encendido y poner en manos de supuestos dirigentes las decisiones.
No hay nada más contrarrevolucionario que ese papel. Incluso de parte de quienes, desde un supuesto sindicalismo combativo, vestido de izquierda, llevan adelante algunos lobos cubiertos con piel de corderos, verdaderos “servidores del pasado en copas nuevas”.
Ni la combatividad por sí misma, ni la “honestidad” individual generan revolución. Por el contrario, lo revolucionario requiere honestidad política y determina la combatividad de las masas movilizadas.
Y lo revolucionario que está expresado como germen de un proceso que va a ir creciendo al ritmo de la lucha de clases, es el protagonismo del movimiento de masas desde su independencia, tomando decisiones con democracia directa, plantando cimientos de un nuevo tipo de organizaciones políticas de masas que den continuidad al movimiento. Allí, las ideas revolucionarias, la bandera de la toma del poder y de la más amplia unidad política de los proletarios con los sectores populares oprimidos hacia la construcción de una robusta organización nacional que exprese ese florecimiento que hoy se da en lo local y regional, constituyen el surco que llevará a buen puerto la lucha de nuestro pueblo.
Las propuestas que no ponen de pie lo que hoy está de cabeza, tales como las que llevan estas “organizaciones combativas” institucionalizadas por el orden burgués, deben ser no sólo denunciadas y repudiadas sino, además, blanco de una denodada lucha política e ideológica. La revolución es inconcebible sin una lucha franca contra todo oportunismo, reformismo que nos inducen a creer que cambiando los personajes y maquillando la democracia burguesa el pueblo va a lograr modificar su realidad político social.