Era necesario ganar una batalla y se ganó.
En la planta de La Serenísima en la localidad de Longchamps, Pcia. de Bs. As., de un día para el otro la empresa anunció a los trabajadores que iba a trabajar solo de lunes a viernes, cerrando los sábados y domingos. Esto implicaba modificar el régimen de trabajo de 7×2 que tienen una parte del plantel de trabajadores en esa planta. Es importante aclarar, que ese régimen de superexplotación fue impuesto en otra época, donde se necesitaba que la empresa trabaje las 24 horas del día y todos los días de la semana. Pero con la incorporación de tecnología y el aumento de los ritmos de trabajo, fueron aumentando la productividad, permitiendo a la empresa producir lo mismo en menor cantidad de tiempo.
El hecho es que ahora la empresa pretende sacar ese sistema, con el objetivo de acortar las horas de trabajo y eliminar un turno completo, fundamentalmente para bajar el salario y dar una vuelta de rosca más a la flexibilización laboral.
Los trabajadores -que vienen siendo golpeados por las políticas del gobierno de los monopolios- decidieron ponerles un freno a las decisiones a conveniencia de la empresa y se autoconvocaron en la puerta, con quema de gomas, demostrando el descontento y preparando la batalla sin esperar nada del sindicato, que abiertamente, se muestra aliada de la patronal. Ante esa medida contundente, la empresa decidió dar marcha atrás.
La cuestión de fondo es que la empresa está planeando meter la reforma laboral. Están preparando el terreno. Por eso esta medida -que defiende una forma de rotación siniestra que es el 7×2- es claramente una medida de resistencia a una nueva vuelta de rosca a la flexibilización laboral y a la baja de salarios. ¡Es desde esa base donde los trabajadores le pusieron el freno a la empresa!
Hasta aquí una batalla ganada, necesaria. Pero las primeras reflexiones que nos vienen del hecho es la puesta en marcha de la autoconvocatoria en el proletariado industrial. Son pocas las experiencias en este sentido, anida ese espíritu en la clase, pero hacía falta una experiencia con una batalla ganada. Es parte de ese proceso que lleva adelante nuestro pueblo, de una resistencia que cobra más vigor cuanto más aprieta la realidad por tener una vida indigna.
Una batalla ganada no es una guerra ganada, es un inicio de lucha política de la clase. Es una avanzada del proletariado que –rápidamente- deberá ampliar su base de unidad dentro y fuera del establecimiento. Se ha clavado una estaca y el estado de ánimo de una lucha ganada favorecerá la elección de caminos para robustecer todo el movimiento de conquista, lo que permita frenar un ajuste de cuentas contra los trabajadores.
La clase dominante tiene que legalizar el ajuste con la legalización de la flexibilización laboral, la reforma jubilatoria y la reforma fiscal. Esta resistencia, sumada a las acciones nacionales de docentes de varias provincias y de toda una aspiración democrática en marcha en toda la sociedad, no permiten en el plano político cumplimentar los deseos de la oligarquía financiera. Están condicionando -de una u otra manera- los ritmos requeridos por lo más concentrado del capital financiero.
La lucha de clases en pocas semanas ha expresado caminos de autoconvocatorias a nivel nacional, que ganan en experiencia democrática y a la vez, se inicia desde el proletariado una avanzada a la que habrá que prestarle especial atención.