Hay mucho desconcierto para el futuro inmediato, nacional e internacional. Nadie sabe para dónde se va a disparar el primer tiro. Los negociados se realizan en las peores condiciones políticas, la anarquía del mercado se ha asimilado a la anarquía política y viceversa.
Pero si de “operaciones” de toda índole hablamos, la clase dominante es experta en encubrir el papel y la existencia de la lucha de clases. Hay “buenos y malos” según el lugar de la trinchera que se ocupe. Hay “honestos y deshonestos”, hay “derechos y torcidos” y de esa metodología de análisis a las urnas hay un solo paso.
Hay una expresión muy generalizada en la población; “son todos chorros” y ya sabemos de quiénes se habla. Por arriba nadie queda ileso, pero encubren los “encubridores” con intereses de clase.
…Pero, ¿qué encubren? Que para hacer negociados “legales” tienen que impulsar la reforma laboral, la jubilatoria y la tributaria, pero estos “señores” van entendiendo que esas tres aspiraciones con sus intereses de clase “genuinos” la tiene que ejecutar por “izquierda”, metiendo la mano en el bolsillo, tienen que delinquir. Sus propias leyes les son un freno para la rapiña.
Hay una clase explotada que, de una u otra manera, tiene un peso propio, específico, capaz de resistir el embate de la clase dominante.
¿Pero cómo lo está haciendo? Es un momento de repliegue, hay temor a perder el trabajo, a represalias patronales y de las otras, ajustes de cuenta de las instituciones del Estado que de una u otra manera aparecen amenazantes.
Pero lo cierto es que, en ese repliegue, la desconfianza del pueblo al sistema crece, contradictoriamente, en forma exponencial.
Los problemas de la vida cotidiana, la miseria y la pobreza son un problema de millones, pero la ausencia de un futuro cierto y digno es de la totalidad de la población.
A las urnas se va a pegarle al que está o apoyar para que el otro no gane. Salvo los amantes de las “grietas” en el seno del pueblo, los de arriba siguen siendo todos chorros. En todo caso “quiero” encontrar al menos malo. Convicciones y expectativas, ninguna.
Pero es en ese repliegue, es en ese “aguantar” en donde los revolucionarios tenemos que trabajar cada vez más en la profundidad de la clase obrera y el pueblo, nada es fácil en épocas de repliegue, pero el timón hay que mantenerlo firme, la tierra está fértil para introducir en la conciencia de nuestra clase obrera y del pueblo los fundamentos de lo que ellas mismas están haciendo por fuera de la institucionalidad propuesta por el Estado burgués.
Ésta es una época de pasos adelante y pasos atrás, época de clavar estacas si entendemos por ello organizar las avanzadas de las experiencias de avanzadas que se van dando al calor de la lucha de clases.
La clase dominante y sus seguidores de toda extirpe subestiman el pensamiento profundamente democrático que subyace en nuestra sociedad, el “no pasa nada”, “la gente es ignorante”, “nadie protesta”, es propio del vocabulario dominante, es parte de la labor ideológica impuesta por la burguesía, no se le encuentra explicación a la crisis política por arriba y a esta parodia de políticos y candidatos.
Pero las aspiraciones democráticas de un pueblo no se expresan solo con ofensivas de masas en las calles, no son las “multitudes” desclasadas que expresan su descontento por un solo camino haciendo trizas y sacando su bronca acumulado en años. Las aspiraciones democráticas amasadas en toda una historia de lucha de clases, carcome el sistema, lo lastima cotidianamente, no lo deja erguirse, genera nuevas fuerzas en el abajo, en ese resistir paciente y prepara nuevas fuerzas, prepara nuevas ofensivas.
En ese camino plagado de dificultades, incluso la de poder vivir dignamente, hay que elevar el grado de conciencia democrática revolucionaria y a la vez crear, fortalecer, y ejercitar las nuevas organizaciones independientes del Estado que se están dando en el abajo.
No es menor el no querer lo de arriba, es la esencia de ese pensamiento profundamente democrático, mayoritario, existente en nuestra clase obrera y nuestro pueblo, pero también es importante asimilar que una ofensiva de masas se la “ayuda” a parir y en ello la presencia del proyecto revolucionario y de todo lo que ello implica tiene mucho que ver.
Sin ese proyecto de poder en manos de las mayorías, difícilmente una nueva ofensiva de nuestro pueblo desemboque en parir una nueva sociedad, en crear las verdaderas expectativas, ésa es la tarea indelegable de los revolucionarios partiendo de una confianza a nuestro pueblo por fuera de toda “grietea” impuesta por la clase dominante.