Los resultados de las elecciones de ayer, deja múltiples aristas para analizar. Pero es imprescindible ir a lo esencial: nada de todo esto va a solucionar los males que aquejan a la clase obrera y al pueblo, la disputa intermonopolista y la crisis del capitalismo, recrudece cada hora. El golpe en las urnas hace tambalear al gobierno y los ganadores se desesperan por la gobernabilidad.
Nuestro pueblo vuelve a golpear y lo hizo con lo que tenía a la mano, por la vía electoral. Esto, lejos de darle “un cheque en blanco” a la opción ganadora en las urnas, generó un maremoto donde sus naves desvencijadas van sin velas ni timón. Esto termina condicionando y empujando a toda la burguesía monopolista a que se les profundice la crisis política. Porque si bien los ganadores aparecen como fuertes, no es tan así, si consideramos que entramos en una fase donde la gobernabilidad entró en un grado de descomposición (por lo menos en lo coyuntural), que le desmantela los “decididos planes” de los tres pilares que tiene como objetivo central en el futuro inmediato toda la burguesía: REFORMAS LABORAL, PREVISIONAL y FISCAL. Todo este en el medio de una nueva crisis financiera y especulativa, que se lleva puesto todo lo que encuentra a su paso.
Esto nuestro pueblo ya lo vivió a lo largo de su historia, nada que no conozcamos esta en puertas.
Las declaraciones de Alberto Fernández son claras en tal sentido advirtiendo a Macri, “ordenar el desorden (económico) que ha creado antes de terminar su mandato y llevar tranquilidad a los mercados”. Y tras cartón les advirtió a sus patrones: “vamos a honrar los compromisos (de deuda) pero no a costa del sacrificio de los que trabajan ni de los jubilados” … Está diciéndole a los monopolios: ¡¡¡ojo: querer no es poder!!! Es decir, la gobernabilidad de hoy es más una necesidad de los que vienen que de los que se van; de manera contraria, se verán obligados a retroceder 10 casilleros como lo tuvieron que hacer en el 2001, y es precisamente lo que quiere decir Fernández en la frase citada.
Aquí nadie es tan zonzo como para no interpretar que esta situación no se aguanta más. Donde la burguesía trabajó bien con el objetivo de desmovilizar, donde no son los encuestadores los que se equivocaron, sino que la burguesía mintió desde un principio para que no se precipitase la crisis. En un claro pacto de gobernabilidad, con el expreso fin de desmovilizar y tratar de ganar tiempo hasta diciembre. Pero ayer no lo pudieron tapar, no les quedó otra y la situación se transformó insostenible. Donde -a pesar de los esfuerzos- se les va a profundizar la crisis y el derrumbe de un gobierno que se mostraba como que no “le entraban balas” y hoy aparece para las masas como un muñeco patético. Esto reanimará el estado de ánimo de las masas, lo que generará mejores condiciones para elevar la confrontación.
Todo en un marco de descrédito. Porque si alguien pensara que el pueblo esta eufórico por las elecciones, se equivoca. Por ejemplo, en el Gran Buenos Aires, sobre todo en las zonas proletarias, donde la diferencia en el escrutinio fue de 40 puntos, nadie salió a la calle a festejar o a tirar cuetes… El mar de fondo es golpear con lo que se tiene al alcance, en un marco de crisis económica que se profundiza a cada hora y que encuentra –lamentablemente- al campo revolucionario en una correlación de fuerzas muy desfavorable. Quizás este el punto a favor con el que cuentan los monopolios.
Estamos en una situación de resistencia. Pero atención: la lucha de clases en nuestro país es sorprendentemente dinámica y tal repliegue no es de fondo. Aquí no hay un pueblo derrotado sino cauteloso, pero donde se abra una mínima puerta, no nos debe sorprender que saque lo mejor de sí, su tenaz y enérgica voluntad de lucha ganando las calles.
Estamos en un momento en donde es preciso que las vanguardias, destacamentos revolucionarios, desde la autoconvocatoria y el ejercicio de la democracia directa, estemos preparados para que -bien pegaditos a la unidad de la clase obrera y el pueblo- profundicemos la movilización y que la fiesta de la crisis recaiga sobre los monopolios y no sobre el pueblo argentino.
No debemos dejarlos gobernar y estaremos generando nuevas bases para ir por las conquistas que nos fueron arrebatando, y volver a dejar plantada la necesidad de un cambio verdaderamente revolucionario.