Antes y después de las elecciones del domingo 11 de agosto, miembros de la burguesía monopolista de la Argentina se reunieron con el candidato Alberto Fernández. Algunos de ellos fueron Marcelo Mindlin, titular de Pampa Energía y de IECSA (que compró a los Macri) y Marcos Galperín, director de Mercado Libre. Los medios burgueses presentaron estos encuentros como “volteretas” de empresarios que fueron notorios adherentes del macrismo; sin embargo, esa explicación esconde lo verdadero de la cuestión.
Los exponentes de la burguesía hacen lo que deben hacer: demostrar que gobierne quien gobierne ese gobierno es propio, es el de su clase, es el gobierno de la burguesía. Quien esté en la Casa Rosada es una circunstancia. Desde ya que ello no significa negar las contradicciones y la lucha interburguesa, que es descarnada. Pero eso no implica que tal o cual facción muera con el gobernante de turno. Más bien por el contrario, el gobernante de turno pasa y la burguesía monopolista se queda siempre con el gobierno que le toque gobernar pues en le capitalismo monopolista de Estado los gobiernos, todos, son los gobiernos de los monopolios.
Tener en claro esto implica tener en claro qué política se asume para el período que se abre.
Nuestra consigna de llamar a la movilización y ganar las calles implica, precisamente, que la clase obrera y el pueblo tienen como principal arma de intervención política esos métodos. Quedó evidenciado que el golpe que el pueblo asestó con el voto produjo cimbronazos por arriba, pero al mismo tiempo los de arriba “siguieron votando” con la corrida y la brutal devaluación de la semana pasada.
Y lo seguirán haciendo.
Por lo tanto, quedarnos a ver cómo ellos resuelven sus contradicciones a costa de nuestras conquistas y del deterioro de nuestras condiciones de vida significa, cuanto menos, confiar que alguna de esas facciones defenderá nuestros intereses.
¿Que el movimiento de masas no muestra signos de querer salir a la calle? Eso es absolutamente cierto. Nuestro Partido recibía cotidianamente esa caracterización, tanto en las fábricas como en lo barrios.
Pero lo que se pone en el tapete en estas situaciones tan complejas es el carácter independiente de clase de un partido revolucionario.
Caracterizar el estado de ánimo de las masas no implica hacer seguidismo. Implica llevar a las masas el punto de vista político de clase y debatir abiertamente en su seno la situación política, las tareas a emprender, los movimientos de los de arriba, para así llevar a nuestro pueblo una política que la burguesía nunca le va a llevar.
Si la iniciativa tiene adhesión inmediata o no es parte de la lucha política que un destacamento revolucionario debe estar dispuesto a dar en todo momento.
Porque no se trata de decir lo que las masas ya saben, sino de aportar una visión clasista, revolucionaria, de los acontecimientos actuales y por venir. Lo contrario es quedarse expectante de lo que la burguesía monopolista resuelva y, por ende, confiar que alguna de sus facciones va a hacer lo que tenemos que hacer los revolucionarios, que es llevar una opinión independiente de cualquier variante burguesa y que sirva para preparar las fuerzas que deberán dar el enfrentamiento.
Ahora o más adelante.
Las iniciativas revolucionarias se llevan a cabo con la decisión y responsabilidad que implica querer luchar por el poder, y se materializan o no en relación a múltiples factores que inciden en la lucha de clases.
Lo que no podemos caer es en dejar de hacer los planteos con una política independiente que ayude al movimiento de masas a entender mejor cómo actúan las clases, qué intereses defienden, hacia dónde apuntan sus objetivos y cómo debemos organizarnos los de abajo para intervenir en la lucha política.