En reemplazo del despedido Nicolás Dujovne, el presidente Mauricio Macri nombró como nuevo ministro de hacienda a Hernán Lacunza quien, hasta la fecha de su designación, se desempeñó como ministro de economía del gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
Hombre identificado con la gobernadora María Eugenia Vidal, principal perdedora de Cambiemos en las elecciones PASO con relación a los puestos más expectantes en disputa, fue caracterizado por el presidente en retirada como “la persona indicada para esta nueva etapa” ya que “como ministro en la Provincia de Buenos Aires hizo un gran trabajo”. “Su capacidad y trayectoria son ampliamente conocidas”.
Cualquier lector de los diarios o receptor de los medios masivos de difusión, llegaría a la fácil conclusión de que el reemplazo en el palacio de hacienda, obedece a la continuidad natural de un hombre “macrista” por otro “macrista”, si nos atenemos a la terminología acostumbrada utilizada en los últimos años para catalogar a los funcionarios administradores del gobierno de los monopolios.
Lo hemos dicho y repetido en cuanta nota y denuncia hemos publicado sobre la actualidad de la dominación de la burguesía monopolista en nuestro país, que las diferencias entre Macri y los Fernández es nada más que cosmética y es similar a la diferencia que podría haber habido hace cuatro años atrás entre Scioli y Macri o, anteriormente, entre Duhalde y los Kirchner.
Populismo y neoliberalismo son dos caras de un mismo gobierno al servicio de los monopolios dominantes. Estas supuestas distintas formas de gobierno, que se presentan como modelos enfrentados, no son más que las expresiones de distintas caretas políticas con las que la burguesía monopolista pretende ejecutar diversas iniciativas políticas para “resolver” los problemas y arrinconamientos en los que la ubica la lucha de clases del proletariado y el pueblo que se niegan a aceptar las reiteradas e innumerables vueltas de tuerca con las que ajustan la superexplotación y la opresión masiva. Y estas expresiones, supuestamente contradictorias, pueden ser tomadas por grupos políticos “diferentes” o por el mismo elenco gobernante, tal como lo describimos en nuestra nota publicada el pasado viernes en esta misma página.
Reafirmando lo dicho, como un ejemplo más de los tantos que pululan en el aparataje político burgués, el Sr. Lacunza fue gerente general del Banco Central durante la presidencia del Sr. Redrado en el gobierno de los Kirchner. De la misma manera, el Sr. Alberto Fernández fue funcionario en la Superintendencia de Seguros de la Nación del ministro Cavallo durante la gestión de Menem. A su vez, el ministro de economía Cavallo fue titular de la misma cartera en el gobierno de De la Rúa. Lo mismo pasó con Patricia Bullrich, y con el propio Macri, ingresado a la política gubernamental por Menem. Decenas y cientos de funcionarios que se reciclan gobierno tras gobierno en los distintos cargos, cuyo ejemplo más emblemático fue el Dr. Borocotó, a quien se debe el mote de panqueque, que el cinismo burgués politiquero estigmatizó con afectada repulsión, aunque ningún político de esa clase puede decir que hizo lo contrario, porque todos son hombres y mujeres de los monopolios que han navegado de partido en partido, de tendencia en tendencia, de puestos en puesto y de gobierno en gobierno, según se correspondiera a un mejor servicio a prestar para los monopolios y una “comisión” o privilegio a obtener como contrapartida.
Pensar que de los hombres o mujeres que están en los cargos encumbrados de gobierno o de administración del Estado, dependen las políticas con las que el poder de la burguesía dominante trata de enfrentar o paliar la lucha de clases, es nada más que la persistencia del engaño en sectores de la sociedad que aún no asimilan que la lucha de clases en nuestro país, dado el desarrollo que ha alcanzado la misma como reflejo de la crisis política y estructural del sistema capitalista en decadencia, está dado por la supremacía y el sostenimiento de la gobernabilidad por parte de la burguesía monopolista contra los intereses de vida digna de parte de los trabajadores y el pueblo que luchan contra ellos y todos sus representantes.
No son los hombres o mujeres sino las clases las que llevan adelante los proyectos y las decisiones políticas. De otra manera, no se explicaría la razón por la cual, siendo tan débil el gobierno de Macri, está siendo apuntalado en su estabilidad, no sólo por Fernández y el kirchnerismo sino también por toda la oposición, la CGT y varios de los supuestos luchadores sociales. El miedo a la pérdida, aunque sea por corto plazo, de la gobernabilidad e institucionalidad del sistema por la que pudiera colarse la lucha popular, supera cualquier contradicción que pudiera surgir en relación a la disputa por los puestos de gobierno y electorales en general.
Aunque siendo la burguesía monopolista de quien depende tal convicción unitaria, de clase, no ofrece garantía ni a su propia identidad, porque cuando la disputa de negocios particulares arrecia, por defender y ampliar sus propios capitales individuales, los burgueses pierden de vista que pertenecen a una clase y que son parte de la humanidad que habita un único planeta.