La crisis que se ha desatado producto del juicio y el veredicto que millones han expresado en las PASO no es únicamente económica sino también política. No tiene su punto álgido únicamente en los efectos corrosivos y demoledores para el salario y la vida en general de los trabajadores y el pueblo, sino también en el carácter reaccionario del Estado en correspondencia con las políticas e instituciones que lo expresan como instrumento de la burguesía monopolista.
La clase dominante y su Estado quedan expuestos una vez más con toda crudeza, frente a las necesidades de nuestro pueblo, precisamente por estar parada en una espiral de políticas basadas en la superexplotación y el saqueo que se han venido profundizándose durante años.
Frente a un cuadro de contradicciones día a día más agudo, que precipitan el hartazgo a esta situación de descenso de las condiciones de vida, nuestro pueblo responde con crudeza y golpea con la herramienta que tiene a mano. Sin embargo, este hecho que parece acotado únicamente a una respuesta institucional -como es el marco electoral-, que en apariencia va en sintonía con el rol que la burguesía monopolista asigna al pueblo como aprobador o desaprobador de sus dictados, como expresión pasiva frente a sus iniciativas, es en verdad mucho más profundo y agudo de lo que aparenta.
La clase dominante frente a este hecho, hace ver que su preocupación está puesta en la gobernabilidad, a acusado el golpe. En medio de su propia incertidumbre y debilidad política busca el sostenimiento de la situación. Pero la situación es insostenible para el 90% de nuestro pueblo. Por lo tanto, la calma a la que aspira es una contradicción insalvable ya que intenta sostenerse sin ninguna base más o menos solida. Todo lo contrario, ya que intenta desenvolverse en un marco sumamente complejo, inestable y contradictorio, teñido además por el hartazgo y furia de millones.
Busca ese “equilibrio idílico” al ritmo de una crisis galopante para que la situación no precipite en acciones de masas que hagan peligrar sus planes futuros, para que la dura exposición sus debilidades y su crisis como se patentizo el 11/8, no se transforme en incontrolable.
Este es el sentido de los insípidos aumentos (con su sabor a migajas) anunciados la semana pasada, al igual que los demás anuncios económicos, como por ejemplo el relacionado al IVA, de los anuncios de estabilidad de última hora, de las decisiones respecto a las bajas a retenciones del agro, del precipitado congelamiento del precio de las naftas. También es el sentido de los anuncios venideros, de los recambios de funcionarios, de las reuniones con Ceos del capital monopolista, de las diversas reuniones con la oposición y demás movimientos que la superestructura lleva adelante y que cubren las páginas de los medios, intentando mostrar algún vicio de soluciones, que en realidad no hacen más que ahondar la crisis.
Al mismo tiempo que nada de esto resuelve la dramática situación de crisis, se lo presenta como que está en función de sortear el nuevo escenario abierto tras la PASO. Y por si fuera poco, se lo presenta como el camino hacia un recambio “electoral estable”. No podemos dejar de afirmar que todo ello rubrica de por sí que la preocupación del capital monopolista es la gobernabilidad para sus negocios. Pero, también no hay que dejar de expresar que frente al marasmo de sus propias políticas, lejos están de contribuir a la estabilidad deseada. Por el contrario, son un canto a la profundidad de la crisis por lo tanto también a que la gobernabilidad no se reduce a las migajas económicas sino a las condiciones políticas que no pueden contener.
En este juego de contenciones están sin dudas los diversos partidos burgueses, el oficialismo y la oposición, más las expresiones que le hacen el juego a todo este andamiaje, que se sostiene sobre las agobiadas espaldas de nuestro pueblo. Todos están enfrascados en desalentar toda iniciativa de lucha y toda expresión de enfrentamiento. Por ser expresiones de la misma clase dominante que se sostiene sobre la base de profundizar la superexplotación y el saqueo, y que además actúan en función de la más descarnada apropiación de ganancias, apoyando por vía devaluatoria e inflacionaria la confiscación de más y más recursos a nuestro pueblo, ahondando el empobrecimiento y la miseria. Su lógica se resume en la escueta frase del señor Alberto Fernández al dar su conformidad con el dólar a 60 pesos.
Esta es la lógica de la gobernabilidad que ellos buscan. De allí que no pueden apelar a “soluciones” ajenas a sus intereses como una clase que vive del trabajo ajeno y de las riquezas creadas por él. Por el contrario, apelando a la calma, la paz social y el dejar gobernar, no hacen más que dejar garantizados a sus propios intereses de clase, de sus gobiernos, independientemente del color que tengan. Y claro está, sus descomunales ganancias a costa de nuestra pobreza.
Tanto es así que aun a pesar de sus disputas económicas por los negocios -que también son causa de la crisis y de los males que padece la clase obrera y el pueblo- no tienen empacho en dejar estos “entredichos multimillonarios” en segundo plano, con tal que no sea tocada la gobernabilidad del capital sobre el trabajo.
El descomunal descenso de los salarios y el carácter hiperinflacionario existente -que lejos están de arreglarse con la cosmética hipócrita de este gobierno o del venidero, mas sus consecuencias funestas para millones de compatriotas- se esconden a la luz de dar continuidad la dominación del capital monopolista.
Sin embargo y contradictoriamente, todo ello se hace desde las propias premisas económicas y políticas que condujeron a esta situación de hartazgo y rechazo generalizado. Por lo tanto, la superestructura que a sabiendas de ello, sabe que dibujando horizontes de recambios electorales no tiene asegurada las condiciones de gobernabilidad, sabe también que ni aun las futuras condiciones económicos descansan sobre un lecho de rosas.
Por el contrario, las bases mismas de su dominación antagonizan con los engaños y las consecuencias de sus políticas y hacen aún más desconcertante sus futuros escenarios. Sus pretendidos engaños y mentiras, asentados en la lógica de la gobernabilidad están pues condicionados por esta creciente crisis y la debilidad derivada de la lucha de clases que va sacudiendo la estantería de una estructura de dominación putrefacta que es necesario atacar desde todos los planos de la acción de las bases. Puesto que dicha institucionalidad burguesa y todas sus expresiones han quedado expuestas en la más decidida defensa del sistema y sus negocios, y son un tapón a todas las iniciativas de luchas que emergen por abajo, es necesario avanzar desde la independencia política para avanzar en la organización y movilización para enfrentar sus planes desde las premisas de un proyecto con vistas a la necesidad de una revolución que barra con todo este sistema.
La agudeza del golpe dado por el pueblo en la PASO esta pues en el hecho que ha desdibujado los futuros engaños y a las fuerzas del sistema que los sostienen. Ha corrido el velo respecto a que los problemas son hoy y que no hay que esperar a octubre, ni confiar en sus recetas para pararles la mano.