En las últimas horas la situación política internacional se ha complicado en forma inédita.
Las declaraciones de “ordeno y mando” de Trump usando su Tweeter para ordenar el retiro de empresas de su país en territorio Chino, fue una “orden” que exasperó los ánimos del G7, que se reunirá en Biarritz a la espera de las no medidas en temas cruciales de disputa de intereses irreconciliables.
Ni corto ni perezoso, el presidente Macrón (anfitrión del encuentro) primereó el debate sobre los acuerdos logrados en Osaka relativos al calentamiento global. Acusó a Bolsonaro de mentiroso, en una crítica elíptica a Trump.
Este desorden político estructural se corresponde con temas muy ocultos por este mismo poder monopolista que, pese a sus guerras de todo orden, los une el espanto contra los intereses de los pueblos del mundo.
La caída del PBI en China ha significado que su clase obrera industrial sufra los embates de la desocupación, que el “sueño” Chino de una “nueva clase media” consumidora de la basura producida haya frenado abruptamente el consumo.
Decididamente, los salarios han comenzado a percibir la agudeza de la crisis. Al mismo tiempo, como ensañándose con este teatro de operaciones, las protestas que ha generado el incendio del “pulmón” del planeta, a horas de los acontecimientos, son sólo una expresión de la sensibilidad acumulada en años por derechos políticos inalienables, que intentar ser vapuleados en función de los grandes intereses del capital monopolista.
En Biarritz se reunirán a escondidas de los pueblos. Acordaron en reuniones previas no hacer un documento final luego de varias décadas de funcionamiento, y cuando el mismo G7 era considerado en los años 70 del siglo pasado como una reunión de amigos.
Cuatro países europeos estarán presentes. Entre ellos, una Italia que se precipita a ser la nueva Grecia, y una Inglaterra lastimosamente presente con un Brexit que no convence a propios y ajenos. Un mundo resumido en una reunión donde para el presidente de los EE.UU., el enemigo principal está en la Reserva Federal.
Este sí que ha sido un viernes negro. Y es en este contexto en donde se mueven las clases.
Es una previa para entender los próximos años.
No se puede dejar de pensar y reflexionar que esta crisis política ha sufrido un cambio cualitativo. Un cambio cualitativo que la clase obrera mundial percibirá en el corto plazo y acelerará el desencuentro de estos “señores” de los monopolios.
Se abre una puerta muy importante para desplegar las ideas que ponen a las clases en pugna en el lugar en que nunca se debió abandonar. Los proletarios del mundo, sus fuerzas políticas, las que expresamos esos intereses, deberemos intensificar el enfrentamiento clasista, no dejarlos acomodar en los marcos de extrema debilidad en los que se encuentran. Las movilizaciones de hoy son una clara señal del qué hacer.
En nuestro caso, el presidente Macri está pegado a la irracionalidad con el presidente de Brasil. Ambos irracionales, sometidos a la lucha de clases en cada país.
No hay acuerdo Mercosur / Comunidad Europea. Macri, socio de Bolsonaro, se hunde en la inmundicia de un mundo capitalista que encrespa los ánimos hora tras hora.
Los “soldados del apriete” están jaqueados y no precisamente por el “sano” juego de las instituciones. La lucha contra el calentamiento climático esconde la intolerancia de los pueblos del mundo contra todo tipo de vida indigna. Y en ello, se lleva puesta la idea de construir un capitalismo «bueno y domesticado».