Luego de las últimas medidas del gobierno el dólar paró su frenética subida y se clavó en los 57 pesos. De todas formas, los efectos de la fenomenal devaluación de agosto se sienten cada día. Los aumentos en los alimentos no paran; las boletas de luz y gas que reflejan los consumos de invierno (aun cuando se postergaron los aumentos para el año que viene) comienzan a llegar con subas escandalosas.
Es decir, que el dólar esté ficticiamente planchado en 57 pesos no significa que el proceso inflacionario se haya detenido.
Y decimos ficticiamente planchado porque la economía está lejos de haber sido ordenada; como durante todos estos años, lo que se ha hecho son parches que remiendan otros parches. El “cepo” que permite comprar 10.000 dólares por mes está siendo eludido por los capitales con nuevas bicicletas que los propios medios burgueses se encargan de enseñar. La llamada fuga de capitales es en realidad una aspiradora que utiliza la burguesía monopolista para seguir concentrando y centralizando capitales. Y esa aspiradora sigue funcionando a pleno. No hay medida que la pare.
A todo ello hay que sumarle la situación política que es un tembladeral. Gobierno y oposición hacen malabares para mostrarse con la situación bajo control, pero los efectos de la crisis se agudizan y, como venimos diciendo, octubre todavía queda muy lejos.
Es precisamente esta endeble situación política la que provoca que la economía siga pendiendo de un hilo. Y cuando esto decimos nos referimos a que es la economía popular la parte más delgada de ese hilo.
Por eso lo que ayer dijimos sobre la recomposición salarial es un problema de primer orden para el conjunto de los trabajadores. Y además significa mantener alta la guardia ante nuevos cimbronazos que pueden llegar a venir, dado que no está escrito en ningún lado que no pueda haber aumento de la inflación y nuevas devaluaciones que sigan haciendo polvo los ingresos populares.
La verdadera carrera que está corriendo la burguesía es la de mantener y profundizar el achatamiento salarial, más aun con la excusa de la crisis.
No tengamos dudas que esa será siempre la perspectiva que hay por delante. Allí está comprometida toda la clase dominante y todas las propuestas políticas que la representan.
El tema no es como dicen los medios quién va a hacer el ajuste; el ajuste lo están haciendo y lo seguirán haciendo mientras no encuentren del lado del campo de los trabajadores y el pueblo la decisión de pararlos.
Es una mentira monumental afirmar que hay que esperar el cambio de gobierno para que mejore nuestra situación. Porque en el caso de mejorar, será porque antes habremos retrocedido varios casilleros. Y es sabido que cuando se está sumergido en el agua sacar la nariz apenas es un alivio.
Esta situación ya la hemos vivido en otras épocas de la historia. La burguesía busca ganar tiempo para montar un nuevo engaño y en forma simultánea sigue ajustando cuentas contra el pueblo. Desmovilizar y aquietar las aguas apuntan a que esas intenciones puedan ser llevadas a cabo manteniendo la gobernabilidad. Por lo que la gobernabilidad de ellos es hacernos ingobernables nuestras vidas.
Como dice la canción, hay que hacer que la “tortilla se vuelva” y defender nuestras demandas ahora sin esperar autorización de la clase que nos está exprimiendo.