La mesa de la burguesía monopolista apoyada en tres patas, UIA, CGT y Gobierno, se reunió ayer para evaluar una propuesta con la intención de liberar un poco la presión de la caldera social.
Como siempre ocurre, en la mente de cualquier burgués, prima la idea de que se decida una medida que atempere a las “bestias” del proletariado y el pueblo, pero “no con mis ganancias”.
A partir de allí, las propuestas transitan un camino lleno de piedras y baches, porque el dinero siempre sale del mismo lugar: la producción de valores generados por el trabajo proletario, lo cual significa práctica y sencillamente que sólo hay dos opciones… El achicamiento de las ganancias burguesas o el achicamiento de los salarios.
El resultado de la reunión fue la opción segunda. ¿Cómo es esto?
Los $ 5.000 no van a ser un bono. Serán anticipo (muy probablemente en cuotas) de futuros aumentos en paritarias. En conclusión, el dinero sale del bolsillo de los trabajadores.
En consecuencia, la reunión que se convocó para “encontrar” las fórmulas de enfriamiento del proceso calórico social, terminó siendo el evento en el que se agrega temperatura a los elementos que seguramente van a contribuir a encender, más temprano o más tarde, el futuro fuego.
La burguesía monopolista no puede con su propia característica. Si quiere sostener sus márgenes de ganancia y/o incrementarlos, no hallará nunca las medidas políticas que le permitan transitar en paz los procesos sociales. Sus fines económicos no se logran con las herramientas políticas a su alcance, ésa constituye su debilidad más importante, pues la fase imperialista del capitalismo no le da margen. El capitalismo está en crisis terminal, desvencijado, podrido en todos sus planos, su tendencia es la concentración del capital y transita por carriles reaccionarios. Sus ganancias sólo se sostienen bajo la sangría más profunda del proletariado, los sectores populares y la propia burguesía pequeña.
En los últimos años y, fundamentalmente en los meses recientes, la oligarquía financiera transnacionalizada obtuvo ganancias de nuestro país que, para decirlo de alguna manera, ni había soñado con embolsarse. El hecho más resonante y obvio es el “préstamo” gigante del FMI de US$ 54.000 millones que se utilizó impunemente para financiar la “fuga”, o sea el embolso por parte del capital financiero, de casi US$ 36.000 millones (que es lo que ellos mismos reconocen) que deberán pagar los trabajadores y pueblo argentino. Para llevarlo al plano más elemental es como si Pedro le prestó a Pablo el dinero que éste le dio graciosamente a Miguel quien es su patrón y socio de Pedro, que rápidamente se lo embolsó dejándole la deuda al pobre Juan quien es su peón.
El mecanismo se completó con las Lebac, las Leliq y otros bonos cuyas tasas de interés de entre 60% y 80% en dólares, permitieron la jugada. El responsable de todo ello fue el Estado. Pero responsabilidad no es sinónimo de culpabilidad. Ya que la herramienta compuesta por el aparato burocrático del Estado sirve a quien la maneja: la oligarquía financiera.
El mecanismo generó dos cosas: inflación galopante y estancamiento económico con su secuela de desocupación, profundización de la miseria, baja precipitada de los ingresos de trabajadores y sectores populares y quiebra de empresas pequeñas y medianas. Los capitales de éstas fueron absorbidos por las grandes en una nueva vuelta de la concentración. La caída de ventas y producción fue aprovechada por los monopolios para meter miedo en el proletariado suspendiendo trabajadores, incrementando la explotación y disciplinando a su ejército productivo y a la sociedad toda, mientras preparan sus industrias y empresas en general trayendo nuevas tecnologías, abriendo nuevos mercados, y flexibilizando aún más las condiciones de trabajo que se vuelven insoportables.
Por eso, los trabajadores debemos entender este proceso de concentración y no identificar todos estos fenómenos con la crisis con la que nos quieren convencer que esas grandes empresas también sufren. En realidad, son las beneficiarias de las enormes ganancias que provocan estas crisis en una forma que nunca antes lograron. El resto de la población somos los sufrientes. La crisis que ellos tienen es política y pescan grandes cardúmenes en la crisis económica del pueblo. Claro, que todo esto les genera inestabilidad no sólo política sino también social.
En suma, el famoso bono de $ 5.000 que no es bono, sino que intentan sacarlo de nuestros futuros aumentos, parándonos sobre su crisis política y la situación explosiva social de todo el pueblo, podemos convertirlo en verdadero bono, como parte de nuestras conquistas a lograr con la lucha. Eso será posible si en cada fábrica, empresa o lugar de trabajo, nos sostenemos firmes y organizados desde las bases, movilizados, debatiendo estas cuestiones, planificando y decidiendo las medidas a tomar que involucren también a otras empresas y vecinos de la zona, convencidos de que ese dinero no sólo nos pertenece, sino que tenemos que arrancárselo a los monopolios que se apropiaron de él.
Contrario a la situación de la burguesía, cuyo objetivo económico lo lleva a políticas fallidas y a la destrucción de las partes más perimetrales de su propia clase y de toda la sociedad, el proletariado y el pueblo, requieren de acciones políticas unitarias para lograr su bienestar económico, político y social.