La clase burguesa ejerce su dominación a través de la economía, la política y la ideología. Ha construido (y nunca deja de hacerlo) un entramado de leyes, normas e instituciones que le garanticen, en lo económico, apropiarse de la plusvalía del conjunto social; en lo político, erigiendo instituciones que sean el reaseguro para que la apropiación pueda ser mantenida; y en lo ideológico, machacando con ideas y concepciones que justifiquen y le den sustento a esa dominación.
Su objetivo como clase es que los dominados aceptemos esa condición como algo “natural”, porque “toda la vida ha sido así”. Su práctica de siglos ha sido darles un carácter único a las cosas, nada sirve más allá de sus definiciones, eso es “lo correcto”, escondiendo con esto –desde ya- su carácter de clase.
Por ejemplo: cuando la burguesía habla de libertad, no se está refiriendo a la satisfacción y realización de todos los seres humanos para poder ejercer la libertad sin condicionamientos de ninguna especie, disociándola de esta forma de la necesidad, sino a la libertad que tienen unos pocos de mantener sus privilegios a costa de las privaciones de los demás.
Cuando la burguesía levanta la bandera de los derechos humanos lo hace desde una idea abstracta e interesada de definir quiénes respetan o quiénes no respetan esos derechos; nunca lo hará para que se cuestione que la burguesía es la clase que nunca siquiera podría mencionar los derechos humanos cuando no es capaz de garantizar los derechos básicos y elementales de la Humanidad como alimentarse, educarse, sanarse, etc. Y así todo.
De lo que se trata es de garantizar su existencia como tal. No existen ideas o conceptos “neutrales”; precisamente esa supuesta neutralidad es la trampa para que no podamos ver más allá de los fenómenos.
Otro ejemplo: desde los años 80 hasta acá, la democracia se ha instalado como forma de dominación de la burguesía tanto en nuestro país como en el resto de muchos otros países. Se utiliza la democracia burguesa como engaño sistemático, es un muro inmenso que se levanta para contener la revolución que es la verdadera salida para los pueblos. Y toda la orquesta de la burguesía toca la misma partitura. Sea desde “la derecha”, “el centro” o “la izquierda”, la democracia es democracia y punto, a secas. No tendría carácter de clase y, por lo tanto, se niega que es la dictadura de la oligarquía financiera (fusión del capital bancario con el capital industrial) disfrazada con ropas democráticas en épocas del Capitalismo Monopolista de Estado a escala planetaria.
Lo único que existiría es la democracia tal cual ellos la establecen. Votamos, “elijamos” democráticamente, encaucemos nuestros reclamos en sus podridas instituciones y así todo sigue igual. Por eso les duele mucho cuando comprueban que el pueblo comienza a rechazar semejante mentira y busca caminos propios de representación y organización, nacidos en la autoconvocatoria y la democracia directa, con un carácter de clase distinto al burgués, y desde una práctica y una acción política que choca irreconciliablemente con sus instituciones. Eso es mala palabra.
Porque allí es donde comienzan a perder el control absoluto al que están acostumbrados. Se crece sin tutelas y el movimiento de masas comienza a encontrarse con las ideas de la revolución, las ideas del verdadero cambio del sistema, para que éste desemboque en la toma del poder político por parte de la clase obrera y el pueblo.
La lucha del pueblo debe ser por una verdadera democracia, que no es la democracia burguesa. Luchando es que vamos construyendo las instituciones del nuevo Estado, que reemplazará la viejas y caducas instituciones que sostienen la dominación de la burguesía.
Las mejoras que pueden lograrse con la lucha deben ser reforzadas por la lucha para el cambio definitivo del sistema. Porque lo que hay que hacer es derribar este sistema junto con la clase que la sustenta: la burguesía monopolista.