Representantes del próximo gobierno, los sindicatos empresa y los propios empresarios (en voz de la UIA), ya comenzaron a todo ritmo a preparar el terreno de lo que se viene. Esto no es otra cosa que el tan mentado “pacto o acuerdo social”, “que nos involucre a todos para sacar la Argentina adelante”. Alberto Fernández pidiéndole públicamente a los pilotos “que levanten el paro”, Manrique del SMATA hablando en una reunión empresarial “que los trabajadores debemos ser conscientes que debajo nuestro hay otros trabajadores que están muy mal”; o la propia UIA en voz de Acevedo, a los besos y abrazos con Alberto y dejando de garpe a Macri “porque jugaban Boca/River”, son algunas referencias recientes de lo que decimos. En este mismo sentido aparece la “reunificación” de la CGT/CTA con sectores que hasta hace poco no dudaban en destruirse verbalmente en público.
Ya está dicho que, en la democracia burguesa, gobierne quien gobierne, primarán los intereses de un selecto grupo de monopolios que administran el Estado a su servicio a través de diferentes ejecutores, de acuerdo al momento histórico que se atraviese. Fracasó el gobierno de MM en generar alguna expectativa en el pueblo y nos hundió en más postergaciones; probarán ahora con FF sobre todo para ver si levantan el copete en política. Apuntan a lograr -por lo menos por un período- cierta “tranquilidad” para que sus negocios fluyan más y mejor. Pero… ¿lograrán esto?
Sus intenciones son claras y las están empezando a implementar ahora, no esperan a octubre, paradójicamente, lo mismo que planteara nuestro Partido respecto a las luchas y reclamos populares.
Acá lo que juega y jugará es la lucha de clases. Si ésta se tensa y se agudiza se producirán momentos de intensidad en el enfrentamiento, en donde la responsabilidad de los revolucionarios será aún mayor, porque el nivel de compromiso se acrecienta.
En momentos como esos, la convicción en el proyecto revolucionario y la confianza en las masas trabajadoras están sometidos a todas las pruebas; nos va templando como fuerzas políticas, al tiempo que barre la maleza que nos vamos encontrando en el paso de la lucha y nos impulsa de hecho, a nuevos saltos tanto en la calidad como en la cantidad, más allá de los errores o deficiencias que surjan.
Para la burguesía monopolista, cuando la lucha de clases se intensifica, cruje todo su andamiaje, comienzan a improvisar, y toman decisiones que producen nuevos surcos favorables a la revolución, que le hacen explotar miles de contradicciones.
Se pone blanco sobre negro la imposibilidad que tienen como sistema de vida de solucionar los más mínimos problemas que padecemos. Cada hecho desnuda la culpa que tiene la institucionalidad de un sistema en donde todo está signado por la ganancia.
Nosotros, clase trabajadora, empujaremos para quebrantar la correlación de fuerzas a nuestro favor y pasar a situaciones superiores; ellos, burguesía monopolista, para seguir haciendo negocios a toda costa, aunque se estén cavando su propia tumba.
Por eso, transitar un camino de “concordia y paz social” tiene como objetivo reducir al mínimo la conflictividad, y aprovechar toda oportunidad –por supuesto- para seguir machacando en lo ideológico.
Tienen que esconder que son las mayorías populares las verdaderas hacedoras y protagonistas de los cambios históricos, capaces con su lucha de clases de barrer con todo, quitándole espacios a la burguesía, tomando conciencia de clase para sí.
Si hay algo que no pueden permitirnos es la independencia política de la clase obrera, porque de la mano de esa independencia viene la Revolución.
El proyecto revolucionario es el único capaz de darse una política de unidad de toda la clase obrera y el pueblo en la lucha por el poder. Todo lo demás son fuegos de artificio.