l avance del economicismo en la clase obrera es el avance de la ideología burguesa sobre todo el movimiento. El economicismo es algo más que la lucha económica que emprende la clase obrera en su permanente lucha contra los capitalistas.
Es la negación pura y llana de la participación política independiente de la clase obrera en los asuntos de toda la sociedad, en el camino de la instauración del socialismo, a la vez de la preparación permanente y sistemática de políticas y organizaciones que lleven a la lucha por el poder.
La burguesía monopolista ha relegado a la clase obrera al último y penoso escalón de la lucha por sus reivindicaciones económicas y ha logrado desactivar los serios intentos de conformarse como clase en sí y para sí, en los marcos de la democracia burguesa.
El proyecto revolucionario conlleva la lucha por el poder y la construcción de un Estado proletario y popular. Pero a decir verdad, la ideología burguesa ha penetrado en la clase obrera a pesar de sus permanentes y estructurales crisis políticas, y a pesar de no haber resuelto ninguno de los problemas más acuciantes para nuestra sociedad.
Los revolucionarios jamás hemos renunciado a la lucha por el poder en las peores condiciones de ofensiva ideológica de la burguesía. Pero esa lucha en ese terreno se ha presentado muy áspera, llena de dificultades, ha habido renunciamientos y vacilaciones en este plano del campo popular, que de una u otra manera, entorpecieron los caminos de la revolución socialista.
Una revolución de ese carácter necesita de una clase obrera consciente de esa tarea política. Pero a la vez, sin una tenaz lucha ideológica en el seno de ese movimiento por constituirse como clase para sí, sería una nueva vuelta atrás en las aspiraciones revolucionarias.
Son tareas complejas y difíciles para los revolucionarios, cuando lo determinante es el peso ideológico del sistema. Son tareas de luchas políticas e ideológicas muy complejas, de búsquedas de caminos, de pasos adelante y de pasos para atrás. Pero persistir en la lucha contra todo tipo de economicismo encuentra un camino fértil en la medida que los revolucionarios sepamos trabajar sistemáticamente en las avanzadas de nuestra clase obrera y de nuestro pueblo. Sobre todo en la idea fundamental de asumir una independencia de clase en la lucha que se entable en todos los planos políticos e ideológicos.
Es una época de crisis política para la oligarquía financiera en todo el mundo. Pero son crisis que las siguen sosteniendo porque sostienen el poder. Y para ello han multiplicado el diversionismo ideológico, que en última instancia, es cuestionar todo lo degradante del sistema, pero sin tocar las bases de su sostén. Es decir, el poder burgués con mayúsculas.
Es una época de introducir la ideología revolucionaria por todos los poros de la sociedad. Nuestro pueblo ha pasado por una experiencia que jamás había vivido en varias décadas de democracia burguesa. Ha conocido por su propia vida que todo lo conquistado fue por su propia lucha. Pero la democracia burguesa, de una u otra manera, agravó las condiciones de vida de las grandes mayorías.
No cabe duda que la democracia burguesa es la mejor forma de dominación de la clase en el poder.
Es en ese terreno donde las ideas revolucionarias, el proyecto revolucionario tiene que desarrollarse. En ello la clase obrera tiene que jugar el papel fundamental, transformándose en la clase dirigente en el plano político.
En las grandes fábricas el economicismo ha hecho mucho daño, ha delegado a la clase obrera a la lucha económica y -de una u otra forma- no ha permitido la irrupción de la misma en la acción política independiente, en el sentido más amplio que es el proyecto revolucionario.
No es un problema de “educación intelectual” de toda la clase para asimilar su papel en la actual situación. Se trata de elevar a cada paso de la lucha de clases el por qué de cada acción y hacia donde nos dirigimos como clase.
A las avanzadas de la clase obrera y a las avanzadas de todo el pueblo, a las que están a la cabeza de las luchas y las movilizaciones, el problema de la revolución socialista, el papel del Estado burgués, la lucha por el poder, la lucha de clases, el papel y la existencia de la clase obrera, y otros temas más, no pueden mezquinarse. Y de ninguna manera están emparentados o sometidos al estado de ánimo del conjunto de la clase y del pueblo.
La introducción del proyecto revolucionario, en épocas como las actuales, de tremendas confusiones y avanzadas ideológicas de la burguesía, deberán chocarse con el antagonismo político e ideológico de clase.
Debemos confiar en la experiencia adquirida de nuestro pueblo, que lo seguirá llevando por el terreno del enfrentamiento a estas políticas empleadas por el sistema capitalista. Se seguirán desplegando las luchas por los derechos políticos y económicos con cada vez más vigor. Pero es en ese “fértil” devenir en donde no se pueden dejar para mañana las labores revolucionarias de hoy.
La clase obrera industrial tiene que abrazar el proyecto revolucionario y ello se hace con la labor cotidiana, en todos los planos de los revolucionarios.
La clase obrera debe codearse con la revolución, y ella como clase dirigente, no puede perder ese norte. Las condiciones ayudan para ese desafío, pero las condiciones no se “contemplan”, las condiciones hay que materializarlas, acumulando fuerzas en esa dirección y en un enérgico accionar de los revolucionarios en las condiciones que se presenten.