Casi sin contratiempos hemos hecho costa en el mundo idílico de la burguesía. Las elecciones transcurrieron sin manchas, los contendientes se portaron como caballeros, el presidente en ejercicio convocó al presidente electo a desayunar para ir tejiendo el traspaso “democrático” y civilizado del gobierno… Los pajaritos cantan y el sol brilla en el firmamento argentino.
Si no viviéramos aquí, podríamos creer que se han superado todos los problemas políticos y que ahora, por fin, habrá un acuerdo entre oficialistas y opositores para encausar la nave con rumbo firme para resolver los problemas económicos que, como peste, llovieron sobre nuestro territorio.
La burguesía es ducha en estas lides de la mentira. Todo lo da vuelta. Así como, de la frugalidad de su conducta, en sus años jóvenes, en donde cada moneda la regateaba para volverla a la producción y castigaba con la cárcel a los vagabundos que no trabajaban, pasó al dispendio del lujo, la ostentación, el desperdicio de la fuerza productiva del trabajo, etc., en estos tiempos pretende hacernos creer que los que manejan la pelota son el gobierno y el aparato político institucional del Estado y que ella es una víctima más de las malas decisiones.
Pero la realidad es otra: los encumbrados funcionarios responden a los designios de los dueños de los monopolios quienes le han impuesto esa conducta caballeresca porque se requiere tener firmes las riendas de la gobernabilidad frente a un volcán amenazante lleno de energía y fuego interno.
Sin embargo, el manto de la falsedad está raído y entre sus agujeros se puede ver la verdad. ¿Cómo van a hacer los funcionarios (los actuales y los futuros oficialistas) para manejar la gobernabilidad frente a la montaña de demandas populares de las grandes masas de trabajadores que, votando a uno o a otro, pretenden el mismo resultado, cual es tener una vida mejor y digna de transitarse? ¿Quién va a poner los recursos que se requieren para satisfacerlas?
El gobierno, como nos quieren hacer creer, ¿maneja esos recursos? ¿De quién es el PIB (producto interno bruto), si no de los dueños de las empresas? ¿Alguien puede manejar lo que no es propio? Los gobiernos de turno que están al servicio de la clase dominante, sólo pueden manejar lo que recaudan de impuestos. Dichos impuestos son masivos y se extraen fundamentalmente de los bolsillos de los trabajadores y pueblo laborioso. En una palabra, el apriete para recaudar y poder “solucionar” los problemas, será para los trabajadores. Las vías son: mayor recaudación (reforma impositiva) y menores ingresos populares (reforma previsional y más flexibilización laboral o superexplotación).
Por su parte, la burguesía monopolista no modificará, por propia voluntad, un ápice, su conducta saqueadora que se llevó, por ejemplo, casi la totalidad de los 50.000 millones de dólares que el FMI le “prestó” al país. O sea, que ese importe no fue un préstamo para el desarrollo y el equilibrio económico (tal como mienten para legalizar el saqueo ante los ojos de la población), sino un instrumento para convertir los papeles y promesas de pago que tenían en su poder los capitales financieros en billetes del verde dólar contantes y sonantes.
En estas horas, continuando con lo que venían haciendo diariamente, están aumentando todos los precios que bajan los salarios y, además, empujan a que el peso vuelva a devaluarse para que los salarios, nuevamente, bajen en la misma proporción. No hace falta enumerar aquí los aumentos de los últimos días, sobre todo, en los artículos de primera necesidad que es lo que consume la población laboriosa. A ello, hay que sumarle que las petroleras ya están exigiendo nuevos aumentos de los combustibles, con lo que ello significa para todas las mercaderías, etc.
Como siempre, la burguesía monopolista exige al gobierno de turno las medidas que puedan llevar a la gobernabilidad sin sobresaltos, pero con los recursos de otros, no con los propios. Sus ganancias no se tocan y, en lo posible, se exige que se aumenten para poder “competir” con los productos del mundo.
Este panorama expuesto en apretada síntesis, preanuncia que la hermosa “paz” social pos electoral (calles vacías, ausencia de operaciones económicas, extensas colas en los bancos tratando de obtener cien o doscientos dólares para que parte del salario no se escurra entre los dedos), va a durar lo que dura encendido un fósforo expuesto al viento.
La gobernabilidad y la supuesta unidad caballeresca de la burguesía, es una quimera que se volverá a disipar frente a la permanente y profundizada lucha entre los intereses antagónicos de la burguesía por sostener sus ganancias con la superexplotación de las masas obreras, trabajadoras y pueblo laborioso, contra las aspiraciones de esas masas a vivir una vida digna.