En una nota publicada en La Izquierda Diario, en la que se analiza el resultado electoral y la perfomance del Frente de Izquierda-Unidad, se puede leer el siguiente párrafo:
“Ya no hay “viento de cola” y las rebeliones populares contra las consecuencias más brutales del capitalismo se contagian. Esas rebeliones, todavía recientes y sin el protagonismo de la clase trabajadora con sus métodos y programa, no terminaron de expresarse en un mayor voto a la izquierda; es cierto”.
Empecinados en reivindicar y justificar una política electoralista hasta la médula, en la que no han hecho una sola crítica al carácter de la democracia burguesa y a la perspectiva de una revolución social que desaloje del poder a la burguesía, se busca emparentar la rebelión de los pueblos en las calles con la cantidad de votos obtenidos!
Entre todo lo que expresa la lucha callejera e insurrecta de millones se encuentra, justamente, que la vía electoral no ha sido ni es una herramienta que les haya servido a los pueblos para frenar las políticas de la burguesía monopolista. La sola mención de este fenómeno de luchas que está atravesando a América Latina y al mundo junto a la cantidad de votos es una ofensa a la lucha de los pueblos.
Los acontecimientos muestran que la democracia burguesa es el corsé con el que la clase dominante engaña y disfraza su explotación y opresión mientras la lucha de clases, cuando se expresa en toda su magnitud, no lo hace a través del sistema electoral sino a través de la movilización de millones en la calles y, precisamente, cuestionando de fondo esa forma de dominación clasista.
Las redes de la democracia representativa de la burguesía son tan extendidas que en ellas se enreda hasta al más mentado. Se termina reproduciendo esa supuesta representatividad en todos los terrenos de la lucha y, entonces, lo que se busca no es que las masas se organicen desde la independencia de clase sino cambiando de representantes.
Una característica esencial de una política revolucionaria independiente es ayudar a romper al movimiento de masas con las ataduras ideológicas que el enemigo de clase tan bien resguarda. Y eso no se logra llamando a votar “nuevas representatividades” sino bregando para que las clases explotadas y oprimidas expresen esa independencia política, también, en el plano organizativo; con organizaciones en las que las decisiones mayoritarias tengan peso efectivo y no sean “mediatizadas” por representantes a la medida del régimen político que se busca combatir.
Más todavía cuando las masas en sus luchas por derechos económicos y políticos utilizan y desarrollan la autoconvocatoria y el ejercicio de la democracia directa, en una experiencia que se viene consolidando en el tiempo y que hay que aportar a profundizar.
No estamos contra los procesos electorales por una cuestión de principios. Nuestro rechazo en esta etapa a dichos procesos se funda en que los mismos no aportan en absoluto a la organización independiente desde abajo, enraizada en los más profundo de nuestra clase y nuestro pueblo, para desde allí construir la dirección revolucionaria del proceso de la lucha de clases. Es una razón estrictamente política en la que ponemos por delante el objetivo de la lucha por el poder, la lucha por una revolución social, que tiene que barrer definitivamente con la dominación de la burguesía. Desde allí se debe priorizar la construcción de las herramientas necesarias para alimentar ese proceso de verdadero protagonismo popular; y desde allí entonces se deben definir las tácticas para cada momento.
Hoy la táctica electoral sólo sirve para ilusionar y desgastar energías de miles de revolucionarios, cuando esas energías bienvenidas serían si se pusieran a construir verdaderas herramientas de lucha revolucionaria y no a militar para ver si se logra meter un diputado o un concejal más que, visto está, en nada aportan a la hora de las grandes manifestaciones de masas.
Los acontecimientos que se están dando en el mundo adolecen no de representantes a la medida de la democracia burguesa, sino de direcciones revolucionarias que canalicen esa voluntad de cambio que las masas expresan en las calles hacia la lucha por el poder y el socialismo.
Hay que aportar a construir esas direcciones desde la experiencia protagónica de la clase obrera y el pueblo. Eso se da de cabeza con participaciones electorales que terminan dándole legitimidad a la dominación de la burguesía monopolista.