Los actuales acontecimientos de Bolivia, de Chile y de varios países en el mundo, nos muestran, con diversidad de matices, algunos hechos comunes e irrefutables que seguidamente detallamos:
1- Las aspiraciones de los proletarios y pueblos oprimidos a una vida digna son el motor de las grandes convulsiones sociales que se manifiestan y hacen tambalear todo el andamiaje de una institucionalidad estatal que no da soluciones a las necesidades más básicas de las masas.
2- La “democracia” burguesa puede tener varias caras (en estos casos, la “liberal”: Piñera, o la “populista”: Morales), pero en la época del poder monopolista es en realidad una cáscara mentirosa que sirve de cobertura al verdadero poder dictatorial de los monopolios concentrados en unas pocas manos de la oligarquía financiera internacional, que decide por sobre cualquier gobierno de turno.
3- Cuando la presión y las luchas se materializan en movimientos sociales que actúan decididamente en pos de conquistar mejores condiciones de vida, libertades políticas y sociales, los propios sectores monopolistas que ejercen el poder, gobierne quien gobierne, borran con el codo lo escrito con las manos, se ríen de la legalidad que pregonan y hacen cumplir al pueblo, remueven autoridades, renuncian a sus cargos (como lo hicieron Evo Morales y sus funcionarios) o se atornillan a sus cargos (como lo hace Piñera), y utilizan la fuerza de las armas y todo lo que tengan a mano, para sostener el sistema que les garantiza las ganancias en desmedro de las vidas y la integridad de las mayorías laboriosas.
4- La utilización de la violencia armada de parte de la burguesía monopolista no debe confundirse con una demostración de poder, todo lo contrario, significa el último recurso que la burguesía impotente de engaño, y en profunda crisis política, utiliza para frenar el embate de las masas que avanzan decididas a la conquista.
5- En tales circunstancias de crisis política e institucional, todo el andamiaje “legal” del sistema sucumbe ante la confrontación de fuerzas entre las masas movilizadas, dueñas de las calles, y la burguesía monopolista que se escuda detrás de las fuerzas represivas del sistema para sostenerlo. La ley suprema, entonces, surge claramente como la de la correlación de fuerzas en donde la balanza se inclinará hacia uno u otro lado según quien se imponga en el momento: el pueblo movilizado o la burguesía sosteniendo el poder.
6- Así como la burguesía en el poder, no duda en borrar con el codo la constitución, las leyes y reglamentos que ha escrito para el supuesto cumplimiento de rigor por parte de la sociedad, (lo cual hace cotidianamente para la realización de sus negocios), el proletariado y el pueblo movilizados van escribiendo nuevas leyes en la calle que confrontan y superan a las caducas del sistema que los oprime, tales como la autoconvocatoria, la democracia directa y las múltiples formas organizativas en gestación.
7- Sincerado el verdadero motor que mueve a todo el acontecer histórico, político, económico y social, es claro que el proletariado y pueblo laborioso, únicos productores de todo lo existente en la sociedad, pero dueños de nada más que de sus salarios, requieren que se haga visible un claro norte hacia el cambio revolucionario de sociedad en la que se hagan dueños efectivos, socialmente, de todo lo producido y de las decisiones respecto de la distribución de dicho producto y la organización del desarrollo social integral futuro.
8- Ese objetivo revolucionario implica un camino de luchas, unidad y organización, de lo pequeño a lo grande, desarrollo y robustecimiento del partido revolucionario y de las organizaciones políticas de masas para llevar adelante dicho proyecto a fin de terminar definitivamente con el sometimiento del poder monopolista. Toda supuesta alternativa a dicho rumbo es una celada artera que desarmará y dividirá fuerzas prolongando la explotación, el oprobio y las penurias de las grandes mayorías populares.
9- Desde hace varios años en nuestro país y, con los últimos acontecimientos, también en América Latina, queda impreso negro sobre blanco que el sistema capitalista en su fase imperialista no tiene retorno y a pesar de su crisis estructural seguirá su rumbo a través del sostenimiento o intento de aumentar su cuota de ganancia en desmedro de los ingresos de la clase obrera y el pueblo y, por lo tanto, constituyen grandes mentiras la distribución de la riqueza como promete el “populismo”; la incorporación de capitales para el enriquecimiento y bienestar de toda la sociedad, como promete el “liberalismo”; o la conquista de bancas en el parlamento para el mejoramiento de nuestras vidas como promete la “izquierda”.