Según un decreto del 31 de octubre de 2019 firmado por el presidente haitiano Jovenel Moise, a partir del 1° de noviembre el salario diario de 420 gourdes aumenta a 500 gourdes. Si un dólar equivale a 96 gourdes, este aumento que los trabajadores consideran una verdadera burla, equivale a 4,80 dólares por día, o sea a un salario paupérrimo y miserable a fin de mes.
Esta medida que desde el gobierno y los medios pretende ser presentada como una buena acción presidencial, se despacha en una situación económica donde los elevados niveles inflacionarios y la devaluación de más del 30% de la moneda es acompañada de tarifazos en los servicios eléctricos y en los combustibles, lo que ataca directamente las inmensas masas de trabajadores de todo el país. “Los 500 gourdes, son en realidad el equivalente a una reducción efectiva y descomunal de los salarios” dicen los trabajadores.
Del mismo modo que Vietnam es la gran factoría de Adidas en la producción de calzado deportivo, Haití es su equivalente en la producción textil. Es el taller de costura de las corporaciones monopolistas que están detrás de afamadas marcas de indumentaria y también de marcas de “segunda” y hasta de “tercera”.
El 75 % de la industria haitiana se compone de la producción textil de indumentaria y el 90% de ella se exporta a EE.UU. y Europa. Le siguen la agricultura y la minería, pero en mucho menor medida.Varios parques industriales monumentales, en los que trabajan miles de obreras y obreros confeccionan a diario millones de prendas a un costo irrisorio, creando con su explotación las grandes ganancias para del capital monopolista.
Y al mismo tiempo sufren el azote de este régimen de esclavitud asalariada donde a la subcontratación con un salario que no llega a 5 dólares diarios deben aguantar que se ningunee sus demandas de aumentos salariales (15 dólares por día como mínimo) mas todos los paquetazos económicos que los monopolios descargan sobre las espaldas del pueblo laborioso.
Las grandes rebeliones de masas que desde hace años vienen ocurriendo y que desde hace más de dos meses han recrudecido exponencialmente tienen aquí su causa. Porque el centro del enfrentamiento es la superexplotación y las condiciones de vida a las que está sometida la clase obrera y el pueblo haitiano.
Atribuir estas las luchas multitudinarias únicamente a las consecuencias de los azotes naturales como huracanes y terremotos o a las malas administraciones gubernamentales, -como hace la prensa burguesa- esconde el hecho que Haití es un centro de producción textil cuyos protagonistas (los y las trabajadoras) son quienes encabezan todo este torrente insurreccional contra el sometimiento del capital monopolista que con su azote despiadado ha sumergido a la peor de las condiciones. El decreto salarial es una clara muestra de ello.
Una elite selecta que vive a expensas de un régimen esclavo, contra millones de obreros textiles y rurales, estatales, estudiantes, docentes, médicos, enfermeros, transportistas, etc. que dijeron basta.
Ni los cambios de figuritas en los ministerios -que han venido siendo varios en el término de un año-, ni los acuerdos firmados para establecer un marco de negociación por arriba entre partidos del sistema generan ninguna expectativa.
Ni la represión militar ni los parapoliciales y grupos de choque generando terror han podido derribar este torrente de furia popular que es mucho más profundo y sentido que lo que la burguesía con sus crónicas nos quiere hacer creer.
Lejos de ser una turba de demonios desfigurados incendiando y destruyendo todo, la dignidad de este pueblo no está dibujada al modo burgués, tiene claras connotaciones de clase, se siente en cada movilización y ante cada reivindicación.
El hartazgo se lleva puesta toda intentona burguesa en lo ideológico y en lo político. Las rutas de las principales regiones están bloqueadas, paralizados los hospitales, las escuelas, el transporte, la fábricas y empresas.
“El llamado a sostener la movilización para poner patas para arriba el sistema político actual basado en la explotación” es el eje, de los llamamientos de las centrales de trabajadores. Al igual que el pueblo chileno pide la cabeza de Piñera, el pueblo haitiano quiere la cabeza de Joven el Mouse y todo el gobierno.
La crisis política ha recrudecido, y las preocupaciones por la caída del gobierno no pueden evadir que la lucha de clases también se llevará puesto también el recambio gubernamental que están pergeñando.
Las políticas burguesas ya son de corto aliento y ello está determinado por la iniciativa y por la acción de las bases obreras y populares en cada país y en el mundo. La fortaleza del capital está siendo demolida frente a sus propios ojos, sin poder evitarlo.