La burguesía monopolista siempre utiliza la mentira como su principal arma. A través de la misma machaca con su ideología a la opinión pública con todas las herramientas y medios informativos poderosos que posee.
Cuando no pueden engañar, confunden, calumnian, intentan dividir, para lo cual venden un buzón a cada paso. La razón central es que la lucha de clases no les da respiro y se ven constantemente empujados a buscar “nuevos argumentos” muchas veces ya agotados, viéndose obligados a utilizar material reciclado dejando como resultante viejas recetas en nuevas situaciones, con una gran fragilidad que al primer golpe se les fisura toda la estructura de sus mentiras.
En un año electoral como el que ha transcurrido pusieron sobre el tapete “la grieta”, una especie de revival del bipartidismo en un nuevo marco de crisis y enfrentamiento intermonopolista tan grande que deja traslucir y expresa las debilidades y dificultades que tiene la clase dominante de mostrar que la casa está en orden. “Oficialismo” y “oposición” acordando la transición de espaldas al pueblo en un gran circo de supuestas confrontaciones de cara a la opinión pública cargadas de banalidad y formalismo, con el único afán que no existan vacíos políticos. Para todos estos personajes todo lo demás que pasa en el país (el país en serio, que sufre sus planes y ajustes) es una gran tribuna que observa pasmada cómo la lucha política se reduciría a este “nuevo bipartidismo”.
Lo interesante es que estos tipos se terminan creyendo sus propias mentiras, o en todo caso se transforman en drogadependientes de ellas, y reducen al terreno formal la lucha política en nuestro país llevándola a una cuestión mediática y lucha de aparatos. Hasta ahí la ficción.
Pero la lucha de nuestra clase obrera y el pueblo es un océano que en sus profundidades se debate desde el pie de la máquina, la opinión en las calles, reclamos indivisibles; pero todo enmarcado en el hartazgo y el descontento. A esto hay que agregarle los destacamentos revolucionarios, tanto sociales como políticos, que se organizan, se reúnen, planifican, buscan la unidad en la base. Todo esto va generado un torrente que se viene moviendo por abajo y cocinando a fuego lento desde hace mucho tiempo, que les fue erosionando la credibilidad política y que hoy se constituye en un campo minado que les resulta imposible transitar con sus mentiras como quisiera la burguesía.
La necesidad de los monopolios de avanzar sí o sí en sus ganancias (gobierne uno o gobierne otro) los lleva a intentar tomar medidas que desnudan frontalmente sus planes llevándolos a un empantanamiento que, en un tiempo no muy lejano, cuanto más se muevan más se hundirán.
A dónde se creen que van, por ejemplo, con el pacto social de hecho que proponen. ¿Les alcanza con el concurso de los gremios empresariales burócratas y traidores, que hasta apuraron la “unificación” de la CGT? Está claro que todos estos que sirven a los monopolios tienen tareas urgentes que ajustar porque esto no está fácil. Hay mar de fondo en el pueblo, y eso la lucha de clases lo hace notar.
Es menester empujar más que nunca para que irrumpa en la escena política, desde la lucha de la clase obrera y el pueblo, la salida revolucionaria que destrabe y condense tantos años de acumulación.
Hay que interpretar, profundizar y alentar la democracia directa que ejercitan las masas, lo cual choca frontal y antagónicamente con las metodologías que encarnan las fuerzas de la burguesía, como el verticalismo, la rosca, el aparato partidario, los “caudillos y jefes”.
La situación política comienza a abrir un enfrentamiento de fondo que se caracteriza por la agudización de la lucha de clases con un pueblo que aspira a que nadie lo reemplace en su propio destino.
Es por ello que frente a todo intento de la burguesía de inventar falsas salidas de lucha u opciones tendrán vuelo corto y contra ellas debemos prepararnos y enfrentarlas. Se les va terminando ese argumento que utilizaron durante tanto tiempo.
La batalla que la burguesía no puede manejar se da en el terreno de las metodologías que el pueblo ejerce. Recorre en miles de experiencias que el movimiento de masas quiere decidir, consciente que si se decide entre todos ello viene de la mano la unidad y la masividad, donde las posibilidades de triunfo político en los conflictos que se avecinan se acrecentarán exponencialmente.