“Día 45 de la Revolución en Plaza Dignidad, 18:35 pm.
Estoy sentado en la cuneta de Vicuña Mackena, tratando de recuperar el aliento. Una bomba lacrimógena, lanzada de manera asesina hacia mi cara destruyó la máscara anti gases que llevaba puesta, menos mal alcancé a girar el rostro si no, quizá ya no tendría dientes.
Tengo quemaduras en los tobillos y piernas debido a la toxicidad del agua lanzada por el “guanaco”. Cortes en ambas piernas y moretones recientes producidos por perdigones disparados por las fuerzas represivas del estado.
Mientras cambio el elástico de mi honda, alzo la vista y veo que viene caminando hacia mí uno de los mejores amigos que he conocido. Viene con su escudo abollado, le tiritan las manos y las piernas, sus lentes protectores, rotos. Me mira y me señala su escudo, no necesito más información, he visto a lo largo de todos estos días como es capaz de ponerse en frente de cualquiera para protegerlo con su cuerpo de las herramientas represivas. Esta vez, una lacrimógena lanzada a no más de 20 metros, directo al cuerpo. Si no fuera por él y su escudo, varios estarían heridos, sin dientes o sin ojos o heridos de gravedad.
Ambos somos primera línea, ambos hemos sufrido a manos de los “pacos”, la fuerza represiva. Nos han encerrado en edificios y lanzado gas pimienta con lacrimógena para ahogarnos y desmayarnos, nos han golpeado, disparado, rociado. Nos han dejado literalmente destruidos y sin embargo damos gracias porque “la sacamos barata”.
Es impresionante cómo esa frase se ha vuelto tan normal. Puedes ver a alguien sangrando, herido, quizá desmayado o vomitando y aun así te dirá eso. “La saqué barata”.
Porque más miedo a ser golpeado o herido, da ser capturado. Los pacos dan miedo. No sabes si te van a violar, si te van a torturar, si te van a matar.
Van ya personas ciegas, una madre y un muchacho. Ciegos. ¿Qué será lo que alcanzaron a ver, que decidieron quitarles la vista?
Empiezo a escuchar gritos y veo que mis compañeros de lucha comienzan a retroceder. Me incorporo y miro a mi amigo, una mirada basta para entender que ambos sabemos que debemos hacer.
Corremos en dirección a la multitud buscando a cualquiera que se haya caído o este muy mal como para poder correr. El guanaco viene directo a nosotros y aunque sé que es inútil decido lanzarle piedras con mi honda, pero antes de disparar veo que vienen los pacos corriendo por detrás y me inunda el pánico. Quizá a quien no volveré a ver por un tiempo o jamás. Así que cambio mi objetivo y los apunto a ellos. Al menos para darle tiempo a los demás para que corran.
Escucho balazos, explosiones y mi vista se empieza a nublar. El chorro tóxico del guanaco me da directo y me bota. Me arde todo el cuerpo, pero de alguna manera me las apaño para volverme a levantar y correr a ciegas. Me cuesta respirar y casi no oigo nada.
Trato de recuperarme rápidamente, y a duras penas logro enfocar la vista. Pacos golpeando y llevándose gente, de una manera brutal y en demasía violenta.
Tomo una piedra, tenso la honda y corro hacia ellos.
Sé que es inútil, que no tiene caso. ¿Qué hará una piedra contra sus armaduras, contra sus vehículos o sus escopetas?
Sin embargo, no puedo darle paso a la impotencia, no puedo dejar que me gane el miedo siendo que hay gente menor que yo adelante, peleando. Así que corro y tiro piedras, una y otra vez. Porque en el fondo se, que bajo toda esta rabia, toda esta violencia, lo que pedimos es justo.
Nuestro lema lo dice, “Por la razón o la fuerza”. Ya pedimos dignidad para el pueblo de manera razonable. Ahora es cuando mediante la fuerza nos haremos escuchar. Mediante la fuerza lograremos un futuro mejor».