«Yo valoro mucho esta mesa porque en ella están sentados los actores de la Argentina, los que trabajan, los que invierten y producen, y los que gobernamos. Y así van a ser los cuatro años que vienen, trabajando juntos y tomando decisiones juntos»…
El presidente se sentó en una mesa con ciertos personajes de la última historia política argentina para esbozar la idea del pacto social. Habló de los “señores” que invierten, producen y gobiernan y utilizó la frase “trabajando juntos”.
Mientras tanto dejó bien claro que viene para hacer las reformas necesarias que garanticen el pago del jolgorio financiero al capital usurario. Dibujó con frases populistas el ajuste al sistema jubilatorio puesto en marcha, el ajuste fiscal también puesto en marcha y -de una u otra manera- insinuó que la reforma laboral es el principal bocado a digerir.
“Trabajando juntos” dijo Alberto Fernández. Ya partimos mal “señor” presidente. Con esos tipos allí presentes ¿de verdad usted cree que trabajan? O en el mejor de los casos habría que preguntarse para quién trabajan.
¿Qué de nuevo pueden traer a nuestras vidas los Daer, los Acevedo, los Hugo Moyano, los Carlos Acuña, las CCC, los Barrios de pie?
Ni cortos ni perezosos aplicaron un ajustazo, lo dibujaron con el “dólar turista”, “dólar solidario” o como lo llamen. Pero lo cierto es que el salario volvió a ser castigado, en pocos días la vida de todos los argentinos la han nivelado para abajo, ese es el tan mentado combate a la pobreza, el pueblo trabajador deberá garantizar una vez más el pago a los acreedores “externos”.
“Escoba nueva barre bien” y este gobierno lo sabe, es muy político. Debe actuar rápidamente y no le tiembla el pulso. Son semanas de confusión generalizada y saben muy bien que en el estado de ánimo de la gran mayoría predomina la idea de poder respirar un poco y la “escoba nueva” es un elemento que ayuda.
Pero la vida real es muy dura. ¿Aumentos por decreto de entre $ 6.000 y $ 9.000 al sector privado no es más del perverso ajuste? La plata no alcanza y no alcanzará.
Pero ¿se podrá tolerar más de lo mismo? Se nos están llevando la vida cuando un trabajador debe estar produciendo en jornadas de 11 hs. o más al lado de la máquina para poder subsistir y es ese mismo trabajador el que deberá ser «solidario con los pobres». No hay “buen o mal salario” hay salario, y con el mismo sólo se garantiza subsistir, no vivir dignamente.
Estos señores están sedientos de sangre y auguran un pacto social solidario. ¿Solidario? ¿Con quién, con quiénes?
El 30% de devaluación es un índice, el ajuste a los jubilados es otro, los aumentos salariales por decreto no le van zaga. La problemática económica y social de nuestro pueblo no tendrá respiro.
Pero en este momento histórico se está dando una peculiaridad: la lucha por los derechos políticos de nuestro pueblo está confluyendo, está incidiendo en la lucha de clases aunque las mismas en los centros de producción no se expresen aún con la contundencia y necesidad que la época requiere.
Los sindicatos más poderosos se sentaron en la mesa de ayer. Y los que no se sentaron como el SMATA son el aval necesario para garantizar la “paz de los cementerios” y actúan como fuerza de choque.
En los establecimientos productivos tienen el control de la contención. Su punto débil es el rechazo visceral a esas prácticas verticalistas por la mayoría de la clase, pero no hay fuerza aún por abajo para desbordar ese muro de contención social.
Decíamos que la peculiaridad del momento en que vivimos es que la lucha por los derechos políticos está creando un permanente estado deliberativo en la clase. Se está conjugando un malestar imperceptible en toda la sociedad que va más allá de la sensación que ha producido este nuevo gobierno.
La problemática social y económica viene de largo tiempo. La degradación de las condiciones de vida no se resolverán nivelando para abajo ni con discursos “solidarios” de la lucha contra la pobreza. La referencia inmediata es el pueblo de Mendoza que en la calle supo defender un derecho por la vida que es el agua.
Es necesario intensificar el debate en el seno del proletariado respecto al papel que debe jugar la clase obrera en los enfrentamientos que se vienen, que es algo más que la lucha por el salario.
Es un momento de prestar debida atención a la materialización de la organización política por abajo de la clase obrera, fortaleciendo los núcleos que deberán asumir la independencia de clase en cada enfrentamiento que necesariamente se produce y producirá.
Desde lo orgánico las fuerzas en el proletariado son débiles para enfrentar en lo cotidiano éstas embestidas del poder burgués. Pero la peculiaridad del momento que se vive exige de los revolucionarios audacia y más audacia en la preparación de las fuerzas que vienen de abajo y que se presentan de carácter masivo en toda la sociedad. En la lucha por los derechos políticos, la clase obrera debe jugar un papel destacado y dirigente. No debe quedar aislada o arrinconada a un reclamo salarial. Debe actuar como clase rompiendo las barreras de una acción limitada a individuos u obreros aislados.
Las fuerzas de choque de la burguesía es la burocracia sindical llamada al control social y hacia ellos hay que dirigir golpes certeros, preparando fuerzas masivas y robustas, en el camino de conquistas políticas de todo el pueblo.
La mesa de ayer es una mesa de malandras pergeñando un repugnante engaño al pueblo. Pero insistimos: la vida real es otra cosa y en cada quincena o fin de mes sentimos que el pago a los usureros sale de nuestro esfuerzo. Y la «tolerancia» ya atraviesa un período de inflexión.