Por estos días la prensa burguesa se ha dedicado a atacar a la juventud. Lo ha hecho en forma hostil e indiscriminada generalizando a todos los jóvenes a partir de un hecho concreto y totalmente repudiable como lo fue el asesinato de Fernando Baéz Sosa a manos de un grupo de jóvenes rugbiers en Villa Gessel.
Con una mitad de la verdad la burguesía realiza su gran mentira. No es y no puede ser noticia para la clase dominante lo cotidiano, la vida de millones de jóvenes que, desde horas muy tempranas desde el mismo amanecer, se ubican en sus puestos de trabajo no sin antes haber viajado en las peores condiciones que el transporte público se presenta en la organización social.
Jóvenes obreros que producen por salarios indignos consumiendo su juventud en establecimientos mal preparados y en condiciones infrahumanas.
Hablamos de jóvenes asalariados que trabajan en negro, que en su mayoría no tienen acceso al estudio, a la formación intelectual, por los horarios y la intensidad de horas para conseguir un ingreso que muchas veces solo alcanza para aportar a la familia y cubrir el gasto del traslado y del alimento cotidiano.
La prensa burguesa tampoco habla de los centenares de miles de jóvenes estudiantes que realizan enormes esfuerzos para formarse, con el apoyo de su familia trabajadora buscando conseguir en un futuro un trabajo mejor, más allá de la incertidumbre que eso conlleva.
Estamos hablando de millones que generan riqueza, que se preparan para la vida, millones de nuevas voluntades y de esperanzas que ya cargan con responsabilidades, generaciones que cuentan con la experiencia vivida de padres y abuelos.
Estamos hablando de una juventud explotada y oprimida que sufre en carne propia lo que el sistema capitalista le depara: alienación y enajenación. El trabajo es un “castigo”, “una cárcel”, las jornadas se repiten una y otra vez y se produce sin saber a dónde va la mercancía terminada.
En fin, el sistema capitalista trata al joven como una única masa, calificándolo en los medios como un marginal de la sociedad, a sabiendas que sobre las espaldas de millones de ellos recaen los trabajos que engrosan los bolsillos de una ínfima minoría explotadora.
En definitiva, se intenta esconder al joven como generador de las riquezas. Y al esconderlo se lo intenta aplastar en su dignidad y en sus capacidades, con el solo fin de transformarlo en una mercancía más y abaratar su costo.
Pero se equivocan de cabo a rabo. La juventud obrera, asalariada, estudiantil, está masticando bronca. Expresa esa situación como puede y lo hace en primera instancia con ese fragor de rebeldía en su trabajo, en sus salas de estudio, lo hace solidariamente y en una época muy compleja y difícil al haber sufrido y vivido en carne propia injusticias fundamentalmente sociales. Esa situación es la que quieren esconder para confundir.
Es necesario que sobre la base de esta caracterización asimilemos que el propio sistema capitalista ha avanzado en la lucha ideológica y ha alejado a la juventud de la búsqueda de la lucha revolucionaria, una salida para tanta indignidad e injusticia impuesta. La burguesía ha utilizado muchísimos mecanismos perversos como perverso es el sistema de explotación, pero se ha ensañado con los jóvenes porque saben que en ellos existe el espíritu de rebeldía, del que cuestiona.
La burguesía ha hecho daño en lo ideológico y los revolucionarios tenemos que trabajar en ese terreno con los jóvenes, con los millones que son el verdadero potencial de una nueva sociedad, con los sufrientes de hoy.
A esos jóvenes hay que dirigirse con lenguaje directo, sin paños fríos, sin querer frenar el ímpetu de rebeldía y en ello hay que tender los puentes necesarios organizativos capaces de ser fuentes de nuevos debates para una nueva sociedad socialista de carácter revolucionario.
Estos millones tienen que saber -a modo de ejemplo- qué es el Estado monopolista, qué es un Estado Clasista, qué es una democracia burguesa representativa y su diferencia con una democracia directa… En fin, que ese estado permanente de rebeldía de la juventud se dirija contra el poder burgués.
Hoy contamos con una base de jóvenes explotados y oprimidos que no creen en las instituciones del poder burgués, pero es en esa misma juventud en donde aún no prima la idea revolucionaria. La salida de la lucha por el poder, de soñar y actuar para la revolución debe funcionar como motivación de cambio.
Los revolucionarios deberemos acentuar el esfuerzo por ir despejando la oscuridad impuesta por el sistema de dominación, abriendo el debate ideológico en una juventud que es hija y nieta de grandes jornadas de nuestro pueblo, a sabiendas que en estas mismas generaciones anidan ideas y pensamientos solamente adormecidos por la intensidad que la ideología burguesa ha trabajado en las últimas cuatro décadas.
Es muy posible que muchos jóvenes de hoy no sepan a ciencia cierta quien era el Che. Pero intuyen, presienten que era alguien que se jugó por cambiar las bases de un sistema plagado de injusticias. Pasan las generaciones y el Che sigue presente, perdura. Esa es la memoria colectiva de una sociedad que de una u otra manera tiende y aspira a cambios profundos.