El pasado 31 de enero, el diario Perfil publicó que Jeff Bezos, el dueño de Amazon.com, la mayor empresa de comercio electrónico de Estados Unidos, había aumentado su capital en US$ 13.200 millones en sólo quince minutos, el cual ahora asciende a la suma total de US$ 129.500 millones. El artículo no disimula una cierta envidia y admiración por el personaje.
Empresas monopolistas como las de Jeff Bezos son las apropiadoras cotidianas de todo el valor generado socialmente por los trabajadores y también las acreedoras de la deuda que pesa sobre los hombros de trabajadores y pueblo argentino y del mundo (todos los países del mundo tienen deudas con esta caterva de financistas), mientras que sus dueños aumentan su capital sin hacer nada, tal cual como lo dice la noticia del diario Perfil, refiriéndose al mencionado personaje. La noticia se trata como si lo acontecido es parte de una realidad “normal”, como quien toma agua, pero esta situación descrita de la enorme empresa de Bezos, es la que se da en nuestro país, entre los distintos monopolios que nos chupan la sangre y provocan las desigualdades, pobreza en las mayorías y riqueza en un puñado de oligarcas y adláteres políticos, funcionarios y sindicalistas mafiosos.
Con ese incremento de capital que logró Amazon.com, que entre varias empresas financieras también se produce en nuestro país, aunque en voz baja, por ejemplo, 20 millones de trabajadores argentinos hubiesen recibido un aumento de $ 41.580 cada uno, o bien 5 millones de jubilados hubieran aumentado su haber en $ 166.320 por cabeza… También podríamos hablar de hospitales y escuelas o recursos para provisión de agua y cobertura de otras necesidades sociales…
Pero, no. No sólo no recibieron aumentos los trabajadores ni jubilados argentinos, sino que la propuesta del gobierno es la suspensión de las paritarias y de los ajustes porcentuales a jubilados y pensionados ya que, según nos dicen, hay que pagar la deuda.
El aumento de dichos capitales para esas empresas monopolistas tiene su contrapartida en la disminución de los salarios mundiales e ingresos de tipo social (educación, salud, jubilaciones, viviendas, etc.) que debieran estar destinado para el pueblo en general y que son retaceados por los Estados. Porque la producción de valores sale del trabajo obrero y lo que no se lleva el trabajador en forma de salario, y lo que el Estado retacea a los beneficios sociales va a engrosar los ingresos y el capital de estos señores que forman la oligarquía financiera internacional.
El artículo del diario Perfil se completa informando que la ex esposa de Jeff Bezos a quien le ha quedado el 4% de las acciones de la empresa luego de su separación matrimonial, ahora es la 24ª más rica del mundo con un capital de US$ 37.100 millones. ¡También sin mover un dedo!
Alguien pensará o nos querrá convencer que tal acumulación de capital y riquezas se deben a la inteligencia y capacidad del personaje o de su esposa. Ese razonamiento es equivalente a decir que 20 millones de trabajadores argentinos más 5 millones de jubilados somos idiotas que no hemos sabido hacer las cosas. Lo cual es lo mismo decir que casi 7.000 millones de habitantes en el mundo somos igualmente incapaces y que sólo un puñado de estos señores que forman la oligarquía financiera internacional de la que son socios los personajes que acá conocemos, son los únicos inteligentes y capaces de generar tamañas riquezas.
Tanto estos parásitos como los políticos, sindicalistas empresariales y burocráticos, como los periodistas y comunicadores a su servicio sostienen semejante idea y la reproducen impunemente. Desconocen y ocultan, por ejemplo, que bajo el apremio y las urgencias del corona virus, los obreros chinos construyeron, en tan sólo diez días, un hospital para 1.000 camas y en el que trabajarán 1.400 trabajadores de la salud. Obreros que tienen un promedio de salarios que alcanzan los 2.400 yuanes por mes, equivalentes 271 Euros, unos $ 19.000 de argentina.
A los trabajadores se debe el crecimiento de la fortuna de Jeff Bezos y de toda la oligarquía financiera. Son los obreros y trabajadores a quienes se debe todo lo construido, fabricado, distribuido, consumido y acumulado a pesar de que no tienen el comando ni la administración de lo construido, fabricado, distribuido, consumido y acumulado. Ese privilegio es de los capitalistas, de los burgueses, de la oligarquía financiera y de su corte de políticos y agentes a su servicio que constituyen la minoría absoluta de toda la humanidad y, por supuesto, en Argentina.
Los hacedores, los productores, los obreros y trabajadores son de quienes depende la historia. Desde siempre ha sido así y lo será, pues todo lo existente lo han hecho y lo harán ellos. Los parásitos, los dueños privados de esos frutos y toda su corte es la lacra que deberemos sacarnos de encima.