Desde finales del año pasado, el Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lanzó la propuesta de crear una “agencia de aprendizaje para toda la vida”. La idea, que hoy se ha transformado en realidad, acompaña otras iniciativas en materia educativa en la Ciudad, como ser el proyecto UniCaba (que afecta al funcionamiento de los 29 profesorados docentes) y la Secundaria del Futuro (que ya está implementada en varias escuelas de la Ciudad, y supone la destrucción de contenidos educativos fundamentales, la degradación del docente tanto en el aspecto laboral como en el académico y la clara intención de adecuar la formación estudiantil a las necesidades de las empresas). La flamante agencia, funciona en las nuevas instalaciones del recientemente mudado Ministerio de Educación porteño a la villa 31, en el barrio de Retiro. El objetivo de esta agencia, según explican los funcionarios, es el de adecuar la oferta educativa a las demandas laborales “reales” en la Ciudad. Además, señalan, se propone “acompañar” la transición ante los más que potenciales cambios de empleo que atraviesan las y los trabajadores a lo largo de su carrera laboral. ¿Y qué necesita hoy la Ciudad en materia de formación? Especialistas en tecnologías, turismo, creatividad, capacidades orientadas fundamentalmente al sector de servicios. La carrera profesional de las y los estudiantes está pensada desde esta novedosa agencia como banco de créditos: a medida que el estudiante va adquiriendo sus certificaciones, va sumando créditos a su perfil profesional que, en el marco de esta nueva forma de pensar la educación, seguramente va a coincidir con los requerimientos de las empresas, publicados en los avisos de empleo. Así lo explicó para Infobae la Ministra de Educación Soledad Acuña: “La propuesta surge porque creemos que el rol del Estado es acompañar a las personas entre trabajo y trabajo, dándoles herramientas. Hoy a las industrias del conocimiento ya no les es tan relevante un título de grado o posgrado, sino que los empleados tengan distintas habilidades: creatividad, trabajo en equipo, empatía.” En algo tiene razón la Ministra si sabemos leer detrás de lo aparente: de lo que se trata, y no solo en la Ciudad, ni en Argentina, sino en todo el mundo, es de bajar los costos de producción, transformar los trabajos complejos en trabajos simples, en definitiva degradar la educación para poder extraer mayor plusvalía en el proceso productivo, aumentando de ese modo el nivel de explotación de los futuros trabajadores. Unificar, reducir, estandarizar, medidas todas que apuntan a la destrucción del sistema educativo y a facilitar los negocios de las empresas en el área. De hecho, la iniciativa hoy transformada en realidad de esta Agencia de Aprendizaje para toda la vida, incluye al sector privado no universitario, tanto en lo referido a Cursos de Formación Profesional, Educación no Formal y Educación Terciaria. De hecho, los Institutos de Formación Técnica Superior hoy dependen de la Subsecretaría de Agencia de Aprendizaje a lo Largo de la Vida, como se puede apreciar en el organigrama de Educación de la Ciudad.
Como hemos tratado oportunamente en respectivas notas, los terciarios técnicos de la Ciudad vienen librando una batalla feroz contra un Ministerio que desde octubre de 2018 se propuso trasladar carreras y cerrar Institutos (en algunos casos, lo logró). Hoy, la Ministra señala que “La oferta de terciarios que hoy tenemos en la Ciudad no está asociada a una mirada estratégica. Tenemos más de 300 títulos terciarios, de los cuales el 60 por ciento está asociado a sociales y humanidades, cuando la ciudad se caracteriza por el servicio.” Clara amenaza para los terciarios que se relacionen con humanidades y sociales. Carreras inútiles, docentes inútiles. Para poner blanco sobre negro y adecuarse a las “necesidades” del mercado (ya que las de la gente hace tiempo que no se tienen en cuenta) el Ministerio va a encargarle un relevamiento de la oferta para relacionarla a las “reales demandas laborales”. Y para no andarse con nimiedades, el mismo se realizará en el contexto del Plan Estratégico de Desarrollo Económico de la Ciudad al 2035, estudio que el Ministerio de Economía porteño le encargó ni más ni menos que a la prestigiosa Universidad de Harvard y a la Universidad Di Tella. El propósito de vincular la educación con el mundo productivo parece ser muy loable, ya que la mirada ingenua podría interpretar que el Gobierno se preocupa por favorecer la inserción laboral de los futuros “profesionales”. (va entrecomillado, porque no se sabe en qué consisten las certificaciones del banco de créditos, ya que, según la Ministra, hoy los títulos ya no sirven). En realidad, como ya señalamos, la tendencia mundial es la de aumentar la productividad, reducir los costos de producción, en el marco de una competencia despiadada que arroja cada vez más a vastos sectores de la pequeña burguesía a la proletarización, cosa que se puede apreciar al contemplar cómo centenares de pequeñas y medianas empresas se van a pique, en un mundo donde los capitales están cada vez más concentrados en menos manos. Entonces, se trata de formar trabajadoras y trabajadores disciplinados, automatizados, muy empáticos y serviciales, pero que acepten las condiciones crecientes de explotación.
Desde hace más de 30 años se viene desarrollando el fenómeno de “carterización” de la educación. Esto es, desembarazo paulatino del Estado del servicio educativo para darle cada vez más lugar a organizaciones del tercer sector (como las ONG), empresas, familias. El sistema de créditos resulta más de lo mismo, si lo analizamos con cuidado. Por un lado, el Gobierno de la Ciudad proyecta sacarse de encima la oferta educativa terciaria que no se vincula con la “oferta laboral real” (véanse los dichos de la Ministra Soledad Acuña). Por otra parte, es muy posible que los mejores “créditos” se obtengan en la educación privada, que también se halla incluida en la órbita de la Agencia de Aprendizaje a lo Largo de la Vida. Resonante nombre, típico de las estructuras burocráticas del Estado Burgués. El mayor deseo de la flamante agencia, bajo la mirada atenta del crítico, es el de que trabajadoras y trabajadores “aprendan a lo largo de la vida y para toda la vida” que la burguesía monopolista es la clase dominante y el proletariado es y seguirá siendo la clase explotada. La burguesía propone pero, en el marco de la lucha de clases, seguramente el pueblo trabajador dispondrá otra cosa. Para ello, debemos comprender que la lucha del pueblo trabajador no debe reducirse a las reivindicaciones del momento (salariales, de condiciones de trabajo y un sinnúmero de etcéteras y que resultan absolutamente justas y necesarias) sino que debe extenderse al terreno político, disputándole el poder a la clase dominante, con organizaciones amplias y de base, con acciones masivas y en unidad.