La semana anterior, el presidente Alberto Fernández le cortó de cuajo la ilusión a los deudores de los préstamos UVA a quienes, durante la campaña electoral, había prometido una solución por la escandalosa suba de intereses y precios que están pagando desde que solicitaron los préstamos para adquirir una vivienda.
Sin sonrojarse, dijo que se trata de contratos entre particulares y que él había avisado que dichos préstamos son muy complejos. De tal forma, en buen romance, afirmó que los deudores debían arreglarse solos. O, utilizando una expresión más criolla: “jódanse”.
Sin embargo, no aplicó el mismo criterio para el tema de los jubilados. Cualquier trabajador sabe que tiene un contrato con la caja de jubilaciones de la rama a la que pertenece por el cual, durante un periodo de 30 años o más, aporta parte de su salario para, cuando se jubila, poder cobrar proporcionalmente los aportes que realizó durante toda su vida laboral.
Se trata, ni más ni menos, de un contrato. Pero el defensor de las ganancias del capital financiero, discípulo privilegiado de Cavallo, amigo y funcionario del expresidente Néstor Kirchner designado a dedo por su viuda como candidato a lucir la banda presidencial, no tiene empacho de violentar el mismo, para reducir los haberes de uno de los sectores más desprotegidos de la sociedad en función de garantizar y aumentar las enormes ganancias de los monopolios.
Tal como cualquier rey de las finanzas, toma como propios los fondos que no le pertenecen y dispone de los mismos como si fueran bienes del Estado. Violenta así la Constitución y las leyes que la burguesía misma sanciona y que, llegadas determinadas situaciones, descubre que no le sirven.
Esto es un ejemplo más de que todo el dinero que circula en la sociedad y que presuntamente pertenece a los trabajadores quienes producimos todos los bienes existentes, así como dichos bienes (ya sean estos de consumo o de capital), los reyes de las finanzas los expropian y se lo hacen suyos sin ningún tipo de prejuicio o vergüenza.
Inventan mecanismo para confundir, pero el objetivo es el mismo. Por ejemplo, también sufrimos la privatización que se practicó durante el gobierno de Menem cuando se hacían los seguros de retiro y cuyas empresas terminaron robando “legalmente” todo lo ahorrado mediante la pesificación, la mayoría de ellas desapareció llevándose todos los ahorros. Todos los gobiernos, sea cual fuere su signo político, han metido sus garras en las cajas de jubilaciones con distintos argumentos y un mismo fin: disponer de los fondos para beneficio de los grandes capitales.
La expropiación diaria que realiza el capital financiero sobre dinero y propiedad de bienes de consumo de trabajadores y la población laboriosa es un escándalo. Como trabajadores estamos obligados a tener una cuenta bancaria que está en custodia en algún banco. Desde allí se cobran deudas sin preguntarnos, gran parte de la misma puede ser embargada por acreedores, pasa lo mismo con nuestros ahorros que en realidad son producto de algún sacrificio de consumo y no acumulación de sobrantes. El sistema jubilatorio es una gran mentira, ya que los fondos tampoco nos pertenecen ni podemos disponer de ellos. Todos los bienes que producimos son de las empresas para quienes trabajamos. No podemos aspirar más que a nuestro salario, pero tampoco podemos disponer libremente del mismo, ya que el dinero está en poder de los bancos.
Estos expropiadores de bienes que son fruto de nuestro trabajo, de toda la tierra que pisamos, de nuestros salarios, ahorros, aportes jubilatorios, y de nuestras vidas, las que chupan diariamente como sanguijuelas, gritan a los cuatro vientos que son defensores de la propiedad privada. En realidad, son defensores de la propiedad privada capitalista y expropiadores de la propiedad privada de cada trabajador. Ésta es la lógica del capitalismo y, de aplicación más intensa aún, en la fase imperialista del capitalismo, es decir, del “reinado” del capital financiero.