Las expectativas en el pueblo a que las cosas mejoren no son altas.
La clase dominante y este gobierno en particular saben que el camino de la paciencia popular es corto. Es el propio presidente que está malgastando tiempo y el tiempo que se vive es de profunda crisis política por arriba.
Los intereses entrecruzados, las disputas de poder, los negocios entrelazados hacen decir cosas que “políticamente” son incorrectas y a decir verdad la idiotez, Sr presidente, carcome más que sus discursos vacíos.
Pero en ese ir venir de la realidad política los argentinos estamos bien entrenados, el pueblo “le da tiempo”, espera, pero las boletas siguen llegando, los aumentos de las mercaderías los sufrimos a diario y para peor los salarios se deterioran a ese ritmo.
Pero también hay una parte de la verdad que hay que reflexionar, en política no hay espacios vacíos, o si los hay tienden a ocuparse rápidamente. La clase dominante es ducha en este menester pero sus propias crisis políticas los lleva a la miserabilidad también en ese terreno. Pero a decir verdad, como sea lo ocupan y no le hacen asco a su actual situación andrajosa frente al pueblo.
La ausencia robusta y masiva de una propuesta revolucionaria frente al pueblo es el principal problema político a resolver por parte de los revolucionarios, podríamos afirmar que ese es el dique de contención que la burguesía sabe utilizar y ataca en los tres planos, político, ideológico y orgánico.
Es en este momento histórico en donde hay que concentrar fuerzas en los tres terrenos impuestos ocupando los vacíos. Es en este mismo proceso en donde hay que apretar filas, golpear, erosionar, corroer, ir de lo menor a lo mayor, de lo débil a lo fuerte ocupando los vacíos en el abajo. Ir creando las expectativas en las propias fuerzas capaces de aunar voluntades para nuevas conquistas.
El terreno de los revolucionarios es en el abajo, en lo más profundo, ese vacío que siempre deja la clase dominante y solo lo considera para su propio enriquecimiento o para el voto. Se trata de un momento en donde hay que preparar las acciones de lucha a sabiendas que la inexistencia de una salida política revolucionaria por abajo se ha transformado en la principal valla de contención frente a una situación de vida cada vez más indigna para un pueblo.
Ese vacío para este momento histórico requiere el valorar toda acción de reclamo por derechos políticos o reivindicativos en lo económico que se impulsen en cada sección de trabajo, en cada escuela, en cada barrio etc. Acciones reivindicativas en el más amplio sentido de la palabra que permitan foguear nuevas fuerzas, politizarlas y a la vez organizarlas desde la práctica misma de la democracia directa.
Ese vacío instalado en el abajo hay que llenarlo de política y de acción para una conquista que pueda poner freno a los embates de la clase dominante. Si hay cierta quietud a pesar de la dura vida que se lleva, los revolucionarios deberemos crear en el descanso, en los comedores en los sectores un estado deliberativo, abrir e incentivar la discusión sobre los fenómenos que padecemos, es allí en donde cabe comenzar un proceso de organización básica para un reclamo por menor que el mismo sea y seguramente en la preparación de esa lucha se abren debates para elevar el grado de conciencia clasista.
Hay expresiones más avanzadas, que aún aisladas del contexto nacional van experimentando y a la vez preparando duros enfrentamientos, aún son los menos pero hay que prestar atención a esas experiencias que comienzan a actuar con independencia de clase, recorren nuevos caminos y prueban fuerzas. Luchas que encontramos en docentes, en salud, en fábricas, servicios, movimientos por el agua, la minería, el género, la deuda externa, cientos de hechos contra la justicia y la acción policial. Es una época en donde se van amasando y experimentando diversidad de acciones que van abonando de una u otra forma la necesidad de una salida política de carácter revolucionario que pueda desatar el potencial aún contenido por la clase dominante. Esa tierra abonada es el vacío político a ocupar con las propuestas revolucionarias y eso requiere de acciones efectivas, prácticas y cotidianas que acumulen hacia la lucha por el poder.
El peor enemigo de las acciones revolucionarias es la ideología burguesa en manos de quienes hoy en política están llamando a esperar y “darle tiempo” al gobierno.
El tiempo no es de nadie y por lo tanto nadie se lo puede dar. Si hay cierta espera en el abajo, si hay esa calma ante tanta indignidad que nos imponen tenemos que doblegar nuestra confianza infinita en el abajo lo cual empujará más nuestra decisión de actuar bajo el fuego del poder de la clase dominante y definir las acciones a entablar en el terreno que hoy se está presentando la lucha.