Comienza el ciclo lectivo 2020, que no es lo mismo que decir que comienzan las clases, ya que la confrontación, y el rechazo se expresa con diversas medidas de fuerza en distintos lugares del país.
Por un lado, la lucha salarial docente muy lejos de quedar cerrada por los miserables aumentos salariales que se les proponen, abren un abanico de confrontación en diversos distritos.
Razones les sobran. Aumentos del 4% o del 7%, o del 3% con un adicional de $870 para material didáctico o del 13% con el acompañamiento de irrisorias sumas fijas y en cuotas son, algunas de las propuestas que los gobiernos provinciales (bajo el paraguas del ajuste, la austeridad y la chatura salarial) implementan como Estado al servicio de los monopolios.
No por ser mayor, el 16,6% acordado por Baradel puede ser considerado menos miserable que las otras propuestas. En todo caso la ruindad del acuerdo de Baradel y su séquito de burócratas al servicio de los monopolios pasa por querer constituirse en el techo de los salarios docentes a nivel nacional.
Todo ello más que augurar el comienzo formal de las clases es -por el contrario- el escenario de pronunciamientos al paro en varias provincias y regiones, y del desenvolvimiento de asambleas autoconvocadas como en Salta y Neuquén y Jujuy entre otros, que desatan la decisión de no dejarse avasallar por las políticas de ajustes que implementan los Fernández y compañía. Los mismos que ven cómo quedan cada vez más al desnudo sus mentiras, aprietes de aparato y maniobras de ocultamiento.
Si este es un condicionante de peso en cuanto al inicio lectivo, las instalaciones estructurales, de gas, eléctricas, de agua, insanas y deficientes de los establecimientos escolares, es otro. Sin dudas, nada de ello escapa a la persistente mirada del pueblo que, ya advertido por las propias experiencias sufridas, por las muertes docentes, los accidentes por miles y demás consecuencias de las políticas monopolistas, no dejan de poner su ojo crítico a estas condiciones, donde los hijos y docentes no dejan de correr riesgos de todo tipo.
Solo por dar algunos ejemplos: la escuela de Educación Media N°3 José Hernández de Paso del Rey en el municipio de Moreno tiene un solo baño para 1.700 alumnos. La escuela N°36 del barrio Bongiovani tiene sus obras paralizadas. Allí las clases sólo pueden dictarse una vez por semana, como durante el año pasado. La escuela N°7 no tiene servicio de agua potable, además de padecer serios inconvenientes de instalación eléctrica. Un relevamiento hecho por los propios padres desnuda que hay una veintena de escuelas, solo en ese municipio, que no están en condiciones apropiadas para el inicio lectivo.
Ni hablar de las escuelas que cumplan con los doce puntos que el comité de crisis formado por padres docentes y alumnos en 2018 (luego de la muerte de Sandra y Rubén) exigieron a las autoridades provinciales y municipales, y que estos últimos se comprometieron a cumplir.
Especial hincapié hace el gobierno provincial con Axel Kiccillof a la cabeza en el destino de los 600 millones de pesos que envía para las soluciones de estos problemas pero solo el 5% será utilizado para estas cuestiones edilicias y estructurales, el resto es para “gastos corrientes”.
Según los calculadores economistas provinciales todos los alumnos deben tener una alimentación apropiada en vitaminas, nutrientes, minerales, etc. Por ello los comedores deben garantizar todos estos aspectos fundamentales de la alimentación de los alumnos. Sin embargo, a esta verdad incontrastable se le ha asignado un presupuesto que va en sintonía con las políticas de salarios a la baja a los propios docentes y a la clase obrera. Es decir, un número que no resiste ningún análisis: 37 pesos para almuerzo y 23 pesos para desayuno o merienda. Todo esto que acompañado de la municipalización de los comedores escolares no hace más que agudizar la situación por abajo.
Mientras que la desenfrenada disputa por la caja de esos dineros públicos involucra a funcionarios y empresarios en pos de los negocios a costa del hambre, difícilmente los niños puedan gozar de las condiciones alimentarias más apropiadas para su desarrollo. Si ellos «merecen» unos pocos pesos para comer por día, imaginemos lo que «merecen» como educación y condiciones humanas de vida. Tal es la ecuación de la burguesía monopolista.
Por eso, padres, docentes y alumnos transitan un estado de movilización y las clases en estas zonas tampoco arrancan, porque no están dispuestos a que sus hijos sufran las denigrantes condiciones que la burguesa monopolista -desde cualquier instancia del Estado- anteponga su interés privado y el negocio por sobre las necesidades del pueblo.
Políticas de austeridad, pago de la deuda, reducción salarial. Todo en el mismo combo apunta a mantener el régimen la explotación y el saqueo en beneficio de grupos financieros y empresariales parásitos que viven a costa del sufrimiento de millones.
Sin embargo (aunque su maquinaria siga funcionando) no pueden impedir que crezca la bronca frente a tanta ignominia, y que la misma se haga sentir aquí o allá, y de una u otra manera se manifieste con más o menos «ruido». Como premonitoramente dijo un vecino: «las clases este año van a comenzar a las piñas».