La crisis capitalista azota al mundo en una nueva espiral… ¿El corona virus es el culpable? Tal es la conclusión a la que se arriba leyendo o viendo los medios informativos de la propia burguesía monopolista y los que le hacen el juego.
Por estos días el cartel imperialista que conforma la OPEP no llega a un acuerdo de precios del petróleo con otros carteles monopolistas (con los que sí han estado de acuerdo hasta no hace mucho tiempo). Sin embargo, negocios son negocios y si en algunas cosas están juntos en otras no necesariamente. Porque, aunque representen intereses diversos, son de la misma clase. Es decir: están del lado del mostrador de los explotadores.
Por lo tanto, la reducción de la producción de barriles diarios propuesta por unos es rechazada por otros. A causa de estos desacuerdos -donde diversos intereses financieros e industriales globales están entrelazados -deciden medir fuerzas tratando de sacarse ventajas unos a otros. Expresan con ello la aguda lucha de intereses intermonopolistas que ventilan en función de determinar los precios mundiales del petróleo y el negocio que hay detrás de ello. Por consecuencia, condicionar todo el andamiaje de dólares montado sobre esos precios (lo petrodólares) es uno de ellos.
Si la baja del precio del petróleo en un 20% repercute de forma tal que la caída de las bolsas se precipitan, los bonos y las tasas financieras se ven afectadas, si producto de todo ello el dólar se devalúa respecto al euro y si todo el conjunto de bonos emitidos a futuro que estaban respaldados en elevados precios del petróleo -que hoy han caído- y, coaccionan a “los inversores” para que sus negocios financieros con estos estos bonos, se trasladen al rutilante negocio del oro, la plata y el platino, en este caos algunas facciones perfilan nuevos negocios y sonríen con malicia. Si a raíz de esta lucha interimperialista se formalizan nuevos contratos de exportación de petróleo a India y Europa y en este caso no solo con un precio más batato sino también pagados con euros más caros que el dólar, (razón por la cual la Saudí Aramco bajo el precio de su petróleo), sonríen otros.
En consecuencia: en primera instancia a pesar de sus disputas actúan como clase. Asistimos a un escenario donde los negocios del capital monopolista mundial (es decir: la lucha intermonopólica global) la concentración y la competencia juegan un papel decisivo y producto de ellas, la crisis estructural avanza profundizando las contradicciones entre la base y la superestructura. En segundo lugar, estamos lejos, pero… muy lejos, de endilgarle al Corona Virus la virtud de ser el provocador de estas condiciones. Por el contrario: estas condiciones no solo generan esa enfermedad sino todos los males de la humanidad.
Muy relacionado a toda esta guerra de intereses está -por ejemplo- la andanada de inversiones en la extracción de oro en toda Latinoamérica. La suba de su precio es una consecuencia directa de la baja del petróleo. Ello es la punta del iceberg, puesto que desnuda el saqueo de recursos que se avecina, al mostrar que los gobiernos de los países latinoamericanos como Perú, Venezuela, Ecuador, Argentina, vienen otorgando silenciosamente concesiones extraordinarias a las grandes mineras facilitando el saqueo y la expropiación, a partir de la consecuente superexplotación de los trabajadores por medio de acuerdos salariales a la baja y los llamados blindajes que impone el sindicalismo empresario.
Argentina ocupa el 5º lugar en el mundo en cuanto a reservas metalíferas: oro, plata, cobre y los recientes descubrimientos de platino. Por lo tanto, cuando se habla de inversiones y negocios del capital a escala monopolista también y por consecuencia se habla de fusiones y absorciones globales. En este caso entre las grandes mineras del mundo que por estos días muestran un acelerado proceso de concentración y que no por casualidad son los que reciben mayores inversiones financieras de los grupos que dejan los bonos a futuro del petróleo.
Las recientes devaluaciones de las monedas como el real o el peso mexicano, y también la nuestra, desnudan la andanada de resultados negativos que tiene todo este proceso para los trabajadores, fundamentalmente abaratando los salarios. El motivo de la baja es ese y no las fluctuaciones del petróleo.
Lo decimos porque esta nueva vuelta de tuerca en la crisis es motivo muy fuerte para justificar todo achique de salarios a escala mundial. Y así como de la mano de la prensa burguesa el Corona Virus tiene la virtud de provocar crisis estructurales a nivel planetario, también de la mano del gobierno de Fernández y de la estructura sindical y la prensa se ven coaccionados a justificar la chatura salarial por esta crisis global. Todo un combo a la medida de los monopolios.
La crisis es producto de la contradicción entre la apropiación privada a manos de un puñado de corporaciones monopolistas, de todas las riquezas que se producen socialmente a escala planetaria. La estructura del régimen tiene en esta premisa la base donde se asienta el vetusto régimen capitalista. Sobre esta base se asienta la concentración y centralización del capital y las ganancias producto de la superexplotación del trabajo asalariado de cientos de millones de trabajadoras y trabajadores y las planetarias guerras por los recursos naturales. Sobre esta base se configura el sistema político, económico e ideológico que es la expresión de su dominación de clase.
El caldo de contradicciones irreconciliables que acarrea el sistema capitalista en esta etapa de exacerbación de sus propias condiciones de funcionamiento, no hace más que agudizar la crisis estructural. La crisis estructural domina el escenario mundial y es irreversible. La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (ley inexorable del propio sistema de contradicciones inherentes al capitalismo y que tratan de evadir con más crisis) tiene a los monopolios en guerra permanente y en grados crecientes y cada día más agudos.
Las guerras financieras, las guerras comerciales, las guerras por los subsidios, las guerras de precios, el precio monopolista, las estafas de las deudas y los bonos, las políticas inflacionarias, las subas y bajas especulativas de las monedas y sus fluctuantes devaluaciones, las recesiones, la superproducción de mercancías que el mercado mundial no puede absorber, la destrucción de incontables contingentes de fuerza de trabajo, el papel de los Estados al servicio de estas políticas y sus facciones dominantes, son -entre otras- las manifestaciones de una lucha intermonopolista a escala mundial por la dominación y el sostenimiento de sus ganancias.
Todo ello coexiste y todas estas políticas en conjunto se entrecruzan y enfrentan provocando por consecuencia tremendos cimbronazos cuyos resultados chocan incluso contra sus propias acciones. La anarquía del sistema hace su juego de manera pronunciada. El capital monopolista es impotente de contener las agudas contradicciones que ha generado y las contradicciones desbordan por los cuatro costados. Aun a pesar de los perversos mecanismos de apropiación y las campañas de pánico que la burguesía impulsa para apechugar a los pueblos, estos chocan contra un freno cada vez más desvencijado que no puede contener la lucha de clases.
Todas estas inconsistencias del capitalismo repercuten frontalmente en la masa de millones de trabajadores y en los pueblos del mundo, acarreando más y más consecuencias funestas para la vida.
La propia ceguera de un régimen social que no tiene nada que ofrecer se enfrenta, pues, al destino de no poder sofocar oleadas de luchas masivas cada vez más pronunciadas a favor de cambiar estas realidades.
Si con el Corona Virus la burguesía trata de poner una venda en los ojos de los trabajadores y los pueblos veamos cuál ha sido la respuesta del humano pueblo chileno con la formidable movilización del domingo pasado, el paro internacional de ayer con la lucha de las mujeres de los cinco continentes que no se circunscribe a un día, sino que se amplía más y más, día tras día, desnudando que la verdadera epidemia que enferma y mata a los pueblos del mundo se llama Capitalismo.