La crisis mundial que se ha desatado está mostrando día a día su profundidad y gravedad, con lo que eso significa para la vida de los pueblos.
El capital monopolista mundial corre desde atrás a las expresiones de una crisis que fue subestimada y ocultada, propia de la anarquía capitalista y mostrando el carácter reaccionario del sistema. A pesar de las iniciativas de inyectar liquidez, bajar impuestos a las empresas, aumentar los subsidios a las mismas, los mal llamados mercados (que no es otra cosa que la circulación del capital en todos los rincones del planeta) dan señales de caos, arrebato, rapiña, sin control alguno. Todos los activos expresados en acciones, bonos, metales (incluido el oro), commodities, siguen una caída que parece imparable.
Como decíamos, los gobiernos sólo atinan a anuncios supuestamente salvadores cuando en realidad esas medidas acentúan la guerra entre capitales por apropiarse de esos fondos que se inyectan al sistema. Nada irá para salvar a la población trabajadora sino para aumentar las disputas intermonopolistas y, con ello, la crisis.
Se afirma que el coronavirus es un “enemigo invisible” y que, por lo tanto, no se pueden predecir los alcances de la pandemia.
Lo correcto es afirmar que estamos asistiendo a una crisis del sistema capitalista y lo que realmente no se conoce es hasta dónde llegará la misma, dada su magnitud y profundidad. Es la crisis capitalista mundial la que no permite resolver el problema del coronavirus, y no al revés.
En poco más de 20 días la caída de las bolsas en el mundo ya está al mismo nivel que la caída producida antes de la segunda guerra mundial, con la diferencia que esta última tardó poco más de un año en llegar a esos niveles. (Ver gráfico).
Reafirmamos: estamos ante una crisis económica y política estructural y cíclica a la vez del sistema capitalista mundial, la que ha derivado (entro otras calamidades) en la crisis sanitaria actual.
La única respuesta del sistema y la clase dominante ante esta situación será descargarla sobre las espaldas de las masas explotadas y oprimidas del planeta. Se abre un nuevo ciclo de concentración y centralización de capitales que, sin otra alternativa, tenderá a profundizar las políticas de baja salarial y recorte de derechos a nivel mundial que ya se vienen intentando y aplicando desde hace décadas.
Durante y pasada la pandemia, los efectos de la crisis comenzarán a hacerse sentir. Porque esa es la única forma que tiene el sistema capitalista para afrontar la situación: destrucción masiva de fuerzas productivas, lo que implica mayores privaciones y penurias para las masas trabajadoras.
Nuestro país no está exento, ni mucho menos, de esta situación.
Las medidas económicas conocidas ayer apuntan a “sostener” una actividad económica ya paralizada con anterioridad; los anuncios apuntan a subsidiar a las empresas a través de distintos mecanismos y, fuera de los miserables 3.000 pesos por única vez otorgado a las jubilaciones mínimas y a las asignaciones, nada prevén de mejora para la masa de asalariados. Mucho menos para quienes trabajan en negro o por cuenta propia. Paralelamente, las cámaras empresarias aprovechan la pandemia para solicitar la suspensión de paritarias y nuevas condiciones de contratación (mayor flexibilización).
Por lo tanto, debemos llevar este debate a la masa de trabajadores porque el aturdimiento del coronavirus pasará y es indispensable que se conozcan las verdaderas causas de la crisis, su profundidad y sus consecuencias para tener claro qué terreno de lucha se viene por delante.
Al mismo tiempo no aflojar en las demandas y reivindicaciones, como así tampoco en las medidas de lucha, por pequeñas que parezcan, ya que de esa manera seguiremos templando la organización que es fundamental para afrontar los tiempos de lucha y enfrentamiento que se avecinan.