Más de cuatro horas duró en el día de ayer la reunión final en Olivos entre gobernadores y el presidente Alberto Fernández. La misma fue el corolario de días y horas de discusiones previas en donde, es evidente, que no había acuerdos y por esa razón es que no se llegaba a una conclusión.
Finalmente, pasadas las 21 hs. se montó el escenario con un cartel que decía Argentina Unida. Para intentar confirmar que era así, se eligieron las caras que acompañarían el presidente en su mensaje: Dos gobernadores del PRO y dos gobernadores peronistas.
Sin embargo, y a pesar de todo el armado, las contradicciones y desavenencias, afloraron en el propio decreto: “cuarentena obligatoria” pero con excepciones. La lista de excepciones supera lo que está escrito en el decreto, y el propio presidente se encargó de mostrar el naipe al decir que los habitantes podrían salir de las casas para comprar comida, remedios y lo que necesitaran de la “ferretería”. Así, daba carta libre a los empresarios para que interpretaran el decreto de acuerdo a su conveniencia.
Hoy viernes es una realidad las largas colas de jubilados y parientes en los bancos tratando de cobrar sus magros haberes, aunque los bancos no abren y se van a tener que volver a sus casas. Varias empresas que nada tienen que ver con productos alimenticios obligan a sus obreros y empleados a trabajar. El más conocido es el caso de Siderar, cuyo secretario general del sindicato cómplice, Brunelli, cínicamente justifica el hecho argumentando que deben producir hojalata con la cual se fabrican los envases para los alimentos.
Pero la cuenta no termina allí. Se conocen varios casos, que sería imposible mencionar uno por uno, que dan cuenta de lo que decimos. A ello se agrega el hecho de que los permisos otorgados por varias empresas para que madre o padre puedan cuidar de sus hijos, lo cual también fue decretado por el gobierno nacional, van a incidir en el descuento de salarios y haberes (días no trabajados y presentismo), ya que, atajándose a tiempo, varios patrones han manifestado a sus trabajadores que el decreto obliga a dar dicha licencia, pero no dice que no deben descontarse los días de ausencia.
A todo esto, debemos agregarle el hecho de los, aproximadamente, nueve millones de trabajadores informales, cuentapropistas, monotributistas, profesionales independientes, que no salen a trabajar tampoco tendrán ingresos que dependen de sus tareas diarias ya que nadie les garantiza otra fuente de recursos ni pueden obtenerlas por sus propios medios, en función de la propiedad privada de los medios de producción sociales. Y, por si fuera poco, la gente más pobre y los hundidos en la miseria que no cuentan con ningún tipo de recursos y que ayer mismo se apelotonaba en colas o amontonamiento de más de tres cuadras, para cobrar los tres mil pesos que el cínico gobierno había dispuesto para ellos. Las autoridades que presenciaban eso, no se preocupaban por el contagio, pero en su mensaje, el presidente nos decía que si el virus se extiende ¡es responsabilidad de quienes no hacemos la cuarentena!
Capítulo aparte son los trabajadores de la salud, sin medios e instalaciones adecuadas, con un sacrificio extrahumano, y con recortes de personal y contratados a los que no se les han renovado sus contratos, lo cual contribuye a empeorar la situación. Hoy por la mañana, trabajadoras y trabajadores del Hospital Italiano en la Ciudad de Bs. As. Daban cuenta muy claramente de esta situación.
Como vemos, tal como ocurre siempre, los trabajadores y el pueblo en general estamos en una desprotección total, que es el problema que enfrentamos ante esta situación, y como ocurre siempre en la vida diaria, porque el ordenamiento político, económico y social de la sociedad capitalista como la de nuestro país, gira alrededor de la ganancia y no de las necesidades sociales.
Es en situaciones como ésta, en donde la crisis del sistema, a la que se agrega el tema de la pandemia, en las que aflora con más crudeza las diferencias entre las clases sociales: la burguesía, por un lado, y el proletariado y pueblo en general por el otro. En una punta, los sectores más concentrados de la burguesía tienen los recursos propios y del Estado a su servicio, y aprovechan la situación para sacar mayores tajadas impunemente, mientras que, en el extremo opuesto, los trabajadores y el pueblo debemos arreglarnos como podemos.
Está claro que lo que no se arranca no se obtiene. Es por eso que, ante la actitud clasista de la burguesía y su Estado, también debemos tener una actitud clasista opuesta. No sirve la cuarentena cuando nos obligan, por necesidad, a hacer colas en los bancos, en los supermercados, cuando nos hacen ir a trabajar en las empresas en función de la ganancia que no quieren perder, etc., mientras nos dicen que debemos quedarnos en las casas y si alguien de nosotros sale, lo señalan con el dedo echándole la culpa de la expansión del virus.
Es por eso que debemos enfrentarlos con las herramientas y formas de lucha que podamos encarar en cada lugar de trabajo y en cada barrio en defensa de nuestras vidas, nuestra salud y para arrancarles los recursos que nos niegan para el sustento que nos merecemos como trabajadores y al tipo de vida que aspiramos como seres humanos que todo lo producimos.
El peor enemigo que debemos enfrentar, y que no es invisible, es el de la continuidad del sistema capitalista que, por imperio de las leyes del desarrollo histórico, está caduco, moribundo y que, sus relaciones sociales entre la propiedad privada capitalista y la enorme socialización de la producción que depende de los obreros y trabajadores, en pocas palabras: entre el capital y el trabajo asalariado, actúan como freno insoportable al desarrollo de la enorme fuerza productiva social y las “infinitas” capacidades humanas de quienes producimos para el desarrollo integral de nuestro país y de la humanidad en general.