Hoy se cumplen 44 años del 24 de marzo de 1976, fecha en que la burguesía recurrió al fascismo para frenar la lucha y aspiraciones revolucionarias de la clase obrera y de un vasto sector del pueblo argentino que comenzaban a cuestionar el poder de la burguesía en la aspiración de una nueva sociedad. Dictadura que por mandato de la oligarquía financiera violando sus “propias leyes” no dudó un instante en cometer un genocidio con miles de muertes y 30.000 desaparecidos, sino que sometió a los trabajadores y el pueblo a la etapa más oscura de sus libertades públicas y políticas, acompañado de un proyecto económico para instaurar definitivamente el capitalismo monopolista de Estado en nuestro país.
Pero nuestra clase obrera y el pueblo luchó y tiró a la dictadura, e instaló un “Nunca más”, que se ha generalizado y se lleva como estandarte ante cada aniversario del golpe de estado de 1976 y ante cualquier acto represivo de las fuerzas de seguridad o intento gubernamental de congraciar las Fuerzas Armadas con la sociedad.
Pero el “Nunca más”, tiene un significado que, para las nuevas generaciones de trabajadores y el pueblo aparece oculto y que ciertas fuerzas políticas burguesas o vestidas de progresistas tratan de tapar arteramente. Nos referimos, ni más ni menos, al objetivo por el cual la oligarquía financiera, a caballo de las Fuerzas Armadas, dio el golpe.
Ampliando la introducción de esta nota, el objetivo fue instalar definitivamente el poder de lo más concentrado de la burguesía en el Estado. Terrorismo de Estado. Hacer del Estado la herramienta política, judicial, legal y social para dominar y encaminar los destinos del país hacia los intereses generales de ese sector que, por supuesto, por su esencia, no logra más unidad que su odio contra la clase obrera y el pueblo.
Para instalarse en el poder, debió primero imponerse por la fuerza mediante la persecución, las desapariciones, los asesinatos más crueles, el secuestro también de niños, torturas y vejaciones a la clase obrera y sectores populares cuyas luchas habían alcanzado su pico máximo, meses antes (mediados del año 1975), en el Rodrigazo, y a las fuerzas revolucionarias que tenían incidencia entre las masas y mostraban el camino de la revolución socialista como objetivo para resolver los problemas de la explotación del hombre por el hombre, de hambre, pobreza, ajustes permanentes, privaciones, falta de libertades políticas y desigualdades sociales que el capitalismo plantea a la sociedad.
La instalación del poder de la oligarquía financiera no sólo no trajo soluciones al pueblo, sino que empeoró su situación en un tobogán descendente. La deuda externa, así llamada (cuando en realidad se trata del saqueo de cantidades enormes de plusvalía), aumentó de 8.000 millones de dólares a más de 40.000 millones de dólares en sólo siete años. Una carrera que, al día de hoy, supera los 300.000 millones y que todos los gobiernos de turno del período “democrático” avalaron y le dieron curso legal, rodeando de impunidad a los beneficiarios y a ellos mismos. A tal punto, que existe el acuerdo tácito entre funcionarios y burgueses financieros apropiadores de esos recursos de darle una pátina de “legalidad y desgracia inevitable” que debemos aceptar como parte de la vida diaria.
Pero, así como la burguesía monopolista hizo su movida, la clase obrera, al frente de todos los sectores populares, protagonizó una extraordinaria resistencia activa hasta culminar con jornadas de lucha que obligaron a los militares a abandonar el gobierno que ellos pensaban ocupar sin límite de tiempo, según sus propias declaraciones.
Durante todo el período de democracia burguesa fueron muchas las luchas y seguirán creciendo con avances y retrocesos, ya que los problemas generados por el capitalismo se agudizan, se entremezclan en un tejido cada vez más enredado y se profundizan a niveles como los vividos hoy en esta crisis estructural del capitalismo a nivel mundial, coronada por el virus del mismo nombre.
Las aspiraciones revolucionarias de la década de los ’60 y ’70, estandarte sostenido consecuentemente por nuestro Partido durante todo este tiempo, están más vigentes que nunca. El Nunca Más, debe ir acompañado de la propuesta de reivindicación de las necesidades insatisfechas de la clase obrera y demás capas populares condensadas en la salida revolucionaria socialista que sepulte definitivamente al capitalismo en nuestro país.
Pero el futuro está parado sobre los cimientos y las espaldas de las extraordinarias páginas de lucha enérgica y tenas de nuestra clase obrera y nuestro pueblo, que supo generar mujeres y hombres cuyas conductas revolucionarias sirven de ejemplo y guía para que nuestra clase obrera sea capaz de construir nuevas asonadas revolucionarias y encabezar la segunda y definitiva independencia para que nuestro pueblo se libere de este sistema capitalista putrefacto y decadente.