Venimos diciendo que la crisis mundial que estamos viviendo no es producida por el virus Covid19 sino que es una crisis periódica de superproducción en medio de una profunda crisis estructural del capitalismo y que la burguesía, con los Estados a su servicio, ha utilizado la pandemia como instrumento y velo para actuar en dos sentidos simultáneos: 1- Como velo, para encubrir el origen del problema y desviar toda la atención apuntando al virus como causante del gran estancamiento de la economía mundial.
2- Como instrumento, a partir de las cuarentenas, para la destrucción masiva de fuerzas productivas que dificultan la concentración económica monopolista mediante el forzamiento al cierre masivo de empresas y negocios, fusiones, eliminación de puestos de trabajo para un mayor rendimiento de ganancias, disminución de los salarios y de los ingresos populares, empeoramiento de las condiciones de vida para las capas populares, etc.
En general, todos los Estados de los que se tiene información han adoptado las mismas medidas económicas que profundizan las medidas descritas más arriba, aunque algunos optan por la rigurosidad de la cuarentena y otros por aplicarla a medias siendo los casos más conocidos los de Estados Unidos y de Brasil.
En el caso de la rigurosidad de la cuarentena, la destrucción de las fuerzas productivas se hace con gran parte del pueblo en las casas (precisamente esa parte de la fuerza productiva social que se quiere destruir, achicar o disminuir), con aislamiento social, lo cual facilita el disciplinamiento inmediato y minimiza la posibilidad de la resistencia a estas medidas extremas nunca antes tomadas por el capitalismo. El discurso falso y cínico para sostener esta vía es el de la protección de la salud social y evitar el contagio, cuando en realidad todo el problema de la enfermedad se debe a la gran pobreza no sólo de los ingresos familiares e individuales a los que durante décadas vienen siendo sometidos la clase obrera y sectores populares, sino también a la falta de recursos para la protección social: hospitales, obras sociales, jubilaciones, escuelas, y todo lo referente a lo que se denomina gasto social, sustentado en leyes, fallos judiciales y resoluciones ejecutivas que apuntalan el fin de la ganancia monopolista.
La otra vía, la de no hacer cuarentena o hacerla en forma flexible, es más rápida en la eliminación de la población que el capitalismo considera sobrante (en el caso de Estados Unidos por ejemplo, trabajadores de la comunidad latina y negra). En este país es posible esa metodología debido a que el disciplinamiento social, en gran parte, obedece a una conciencia política diferente de esa sociedad, comparada, por ejemplo, con la de nuestro país.
En ambos casos, reiteramos, la salud de la población les importa un bledo, ya que la disminución del salario, empeoramiento de las condiciones de vida, aumento de la desocupación y la desprotección social, a las que nos han sometido y nos someten, son todas vías que acrecientan la vulnerabilidad de la salud a franjas cada vez mayores de la población y ponen en peligro de vida a las mismas ante el posible contagio actual y con posterioridad a la pandemia.
Si a eso le sumamos que en las fábricas, empresas y centros laborales en los que se continúa trabajando no hay ni la más mínima protección a los trabajadores, queda claro que el covid19 está siendo utilizado como una pantalla para un fin que tratan de ocultar, que es el de la destrucción masiva de fuerzas productivas que necesitan los monopolios para un nuevo proceso de gran concentración y un nuevo piso de explotación de la mano de obra obrera y de trabajadores en general, con nuevos conceptos productivos, de organización de la producción y de modos de comercialización y circulación de bienes y capitales en general, todo lo cual configurará una nueva fisonomía social basada en el achatamiento abrupto de las condiciones laborales y de vida de toda la humanidad.
Ahora, dada la situación social actual en nuestro país y el estado deliberativo que cada vez se generaliza en todos los ámbitos impulsado por las propias condiciones de vida a las que nos estamos enfrentando, sumado al nivel de conciencia política aportado por décadas de lucha en donde hemos ejercitado la autoconvocatoria, el ejercicio de la democracia directa, el descreimiento masivo en las instituciones estatales y las organizaciones sindicales fusionadas con las empresas, sumado al indomable espíritu combativo histórico de nuestra clase obrera y pueblo trabajador del que han hecho gala en multiplicidad de hechos históricos que los llevaron a voltear las más feroces dictaduras militares, es dable imaginarse que tan pronto como se logre hacer caer el velo que todavía sostiene la mentira estatal y gubernamental, la bronca acumulada sobre las necesidades insatisfechas y las aspiraciones a una vida mejor serán la base sobre las cuales se apoyará la propuesta revolucionaria como camino y punto culminante del enfrentamiento cotidiano creciente que deberemos llevar adelante para liberarnos de esta lacra y conquistar el socialismo.
No podemos esperar nada del gobierno y de las empresas monopolistas causantes de toda esta situación, ni de los sindicatos cómplices que nos quieren convencer de aceptar el empobrecimiento mientras los poderosos se frotan las manos arrebatando negocios, recursos estatales y salarios.
Hoy debemos resistir activamente de todas las formas que podamos todas las medidas que se adopten en contra de nuestra salud y de las condiciones laborales y de vida, esclarecer combatiendo con firmeza a todos los cantos de sirena que nos proponen vivir un capitalismo más humano. Y preparar las fuerzas obreras y populares para los grandes enfrentamientos que se avecinan luego de la cuarentena. Porque esto es apenas el comienzo de una realidad que se va a extender en el tiempo. De la fuerza y organización que la clase obrera y sectores populares logremos en el enfrentamiento permanente, dependerá el destino del país.