En el medio del bombardeo (des)informativo cotidiano referido a la pandemia en el mundo, comienzan a filtrarse algunas opiniones que reconocen la existencia de la crisis capitalista anterior al Covid-19.
Si esto ocurre en el mundo, en nuestro país podemos decir que se multiplica exponencialmente. Los efectos de una recesión económica que ya lleva algunos años se han visto multiplicados por la “cuarentena sanitaria”. La realidad de amplísimos sectores de asalariados y pueblo atraviesa un tremendo empeoramiento de las condiciones de vida. Los trabajadores (formales e informales), los cuentapropistas, los pequeños comercios y talleres, los desocupados y subocupados, los profesionales independientes, sufren cada día los recortes salariales, las suspensiones, la imposibilidad de ganarse el sustento diario. Existen zonas y sectores de la población en la que la situación es desesperante; el hambre campea ya en cientos de miles de hogares de nuestro país. La asistencia estatal es totalmente insuficiente y la situación ya comienza a ser desesperante.
Las ayudas que tanto promociona el gobierno nacional no sólo son insuficientes sino hasta inexistentes al día de hoy. Sólo por mencionar una: los 10.000 pesos del IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) comenzarían a pagarse el 21 de abril, un mes después de la entrada en vigencia de la cuarentena.
La realidad se impone a los discursos. A pesar de que -como venimos sosteniendo- la burguesía dispone de la plata para hacer frente a la pandemia de una forma sanitaria segura para la población pero no está dispuesta a usarla porque no le importa la salud del pueblo, la cuarentena comienza a ser levantada de hecho por la población ante la necesidad imperiosa de contar con un mínimo ingreso que permita la sobrevivencia.
Y debemos decir que esto recién comienza. La decisión política de la burguesía monopolista de hacer recaer el peso de la crisis sobre las espaldas del pueblo trabajador ya se ha puesto en ejecución y se profundizará. Ese es el único camino que tiene la clase dominante para capear la crisis preservando sus privilegios.
Esto ya se está poniendo de manifiesto, pero no sin resistencia. Cada vez más sectores de la clase obrera y trabajadores asalariados toman medidas de lucha. Y las mismas tienen una gran importancia dado que se dan en un marco general de un entendimiento cada vez mayor de que el ataque es de la clase dominante contra la clase trabajadora en su conjunto; y esto ya se expresa en muestras de acción y solidaridad efectivas entre los trabajadores, lo que muestra que la calidad del enfrentamiento ya es distinta.
La lucha de clases ya ha entrado en otro plano, no sólo por su agudización objetiva sino también porque comienza a expresarse cada vez más firmemente la disposición de enfrentamiento de los asalariados en general y la clase obrera en particular, aun en un nivel de resistencia pero que se manifiesta cada vez más activa y decidida.
Ante esta situación se desprenden tareas inmediatas para consolidar estas expresiones de lucha y aportar a que las mismas se preparen para nuevos niveles de enfrentamiento.
Debemos incentivar la unidad en la base de la clase obrera y trabajadores en general hacia el interior de las empresas, y desde allí ir tejiendo niveles de unidad de acción efectiva con otras empresas y el pueblo.
Hay que promover a nivel local niveles de unidad para la acción entre organizaciones políticas y sociales que unifiquen los reclamos para que los mismos tengan mayor fortaleza y vayan mostrando un camino de enfrentamiento independiente de cualquier variante populista o reformista.
Es necesario profundizar el ejercicio de la solidaridad de clase, que ya está puesta en marcha en diversos lugares, tomando iniciativas concretas que ayuden a paliar el hambre y la acuciante situación de abandono que sufren amplios sectores del pueblo.
Y construir y consolidar organizaciones políticas de masas y las organizaciones políticas revolucionarias que aporten a que el proceso abierto, que se profundizará, cuente con una dirección revolucionaria que apunte a los cambios de fondo que la clase dominante tratará de evitar y frenar.
La situación es cambiante día a día y en ese mar turbulento debemos de actuar, sabiendo que la burguesía monopolista no cederá nada si no se la obliga con la imposición de la lucha y la organización.