Sin lugar a dudas el autodenominado campo de la “izquierda” Argentina se mantiene en el más elemental de los reformismos de manual, particularmente cegados por la práctica electoral, lo que ya de por sí devela sus esperanzas de reformas en el marco de la democracia burguesa, llevando a las masas a un callejón sin salida y restringiendo la lucha a su aspecto legal –lo que se ve, en los conflictos concretos, en una clara negativa a la organización de la autodefensa y a la reproducción de la democracia representativa en los sindicatos-. Pero el problema central, sobre el cual devienen estas deformaciones verdaderamente pandémicas radica en el papel del Estado como herramienta de dominación de una clase sobre otra.
Por estos días, la organización Razón y Revolución publica una nota de fondo referida a la crisis sanitaria que vivimos cuya autoría corresponde a Eduardo Sartelli.[1] En dicha nota se realiza un análisis de lo que significa la crisis económica y sanitaria que estamos atravesando en donde la caracterización internacional, palabras más, palabras menos, coincide con varios de nuestros planteos. Y empezamos por aquí puesto que en las discusiones estériles del activismo se suele caer en agresiones y difamaciones sin recalcar los puntos de coincidencia. Nuestro partido no cree en tales prácticas y nos parece justo remarcar esta cuestión.
Numerosas han sido las notas en las que caracterizamos la preexistencia de la crisis económica mundial que atravesamos. Ya los analistas de la burguesía venían anunciando desde mediados del 2019 que el mundo entero entraba en recesión, producto de la caída en el crecimiento de la actividad económica mundial, particularmente en China, pero de la cual no podían escapar los capitales asentados en otras áreas geográficas, por tratarse de un mercado único. El mejor ejemplo de esto es la crisis crónica en la que se encuentra la industria automotriz y los impulsos por reconvertirse hacia la producción de motores eléctricos. Una crisis económica que agudiza la lucha intermonopólica a nivel mundial y que se ha manifestado claramente bajo la forma de guerra comercial entre Estados Unidos y China. Guerra comercial que profundiza la especulación (productiva y financiera) deviniendo en una caída del comercio internacional; guerra comercial que se transfirió al plano de la guerra del petróleo donde quedó blanco sobre negro una de las contradicciones centrales que tiene la burguesía en este período histórico: la crisis política, producto de la competencia y de la lucha de los pueblos, impide abordar acuerdos mundiales entre monopolios que buscan ganarse mercados mutuamente, mantener la estabilidad política en sus territorios de interés y al mismo tiempo evitar la caída de la cuota de ganancia.
Y en el medio de esa crisis económica, con un trasfondo de crisis política y de fuertes luchas proletarias y de masas trabajadoras por mejores condiciones de vida, es que aparece el COVID19. Sería redundante mencionar estas luchas, pero sin adentrarnos demasiado, el salario chino dejó de ser tal a partir de una ola de luchas obreras en la industria automotriz y autopartista en el 2010. A partir de entones comienza una lucha internacional por la búsqueda de mercados laborales de bajos salarios, donde el objetivo de la oligarquía financiera es instalar un salario mundial de un dólar al día.[2] La imposibilidad de conseguir tales mercados por la lucha de los pueblos acrecentó la lucha intermonopólica. El papel de la lucha de los pueblos, y particularmente del proletariado industrial, es algo que la burguesía se empeña en ocultar y que nuestro partido considera de extrema importancia, aun existiendo la debilidad de la falta de alternativas revolucionarias que den un horizonte revolucionario a tales gestas.
El Coronavirus viene a profundizar esa crisis preexistente, a coronar el crack y a dar a la quiebra a una inusitada cantidad de pequeños capitales, pequeños comercios, autónomos y a profundizar la pauperización de los sectores desocupados y el ajuste sobre el proletariado (formal e informal).[3] Ese momento de la crisis es el que estamos atravesando y con o sin cuarentena, la situación se profundizará.[4]
La discusión que plantea RyR apunta a atacar la posición de cierta izquierda que pretende negar la cuarentena (o bien, que divaga en torno a su necesidad), algo que, de por sí, no tiene gollete –inclusive, si fuera una “confabulación yanqui”, china, o extraterrestre-. Hasta aquí, y con algunos matices, el análisis es coincidente.
El problema viene cuando entramos en la cuestión del Estado que es, a nuestro juicio, uno de los principales problemas ideológicos que atraviesa el campo de la revolución. Porque aparece aquí una discusión que se disocia: el papel de las fuerzas represivas.
La crítica de Sartelli a la posición de cierta izquierda es correcta al decir que hablan de un “Estado policial” si las fuerzas represivas están en la calle. Y es correcto. La izquierda, al hablar de un Estado policial deja abierta la puerta a la posibilidad de un Estado capitalista democrático, no policial; hacen exactamente lo mismo que con el problema electoral: analizan el Estado no como herramienta de dominación, sino como una superestructura susceptible de ser reformada en pos de los intereses de la clase obrera. Ojalá la posición de RyR hubiera continuado con esa consecuencia. Pero a luego nos dicen:
“Una de las cosas que suele olvidar esta simplificación notoria de las características y funciones del Estado es que los intereses de la clase obrera, en toda sociedad capitalista medianamente compleja, son parte de las alianzas que estructuran el Estado.”
“El Estado representa intereses de clase, de varias clases, intereses generales, de “todos”, a la manera de la sociedad de clases, pero colocando como centro organizador los intereses burgueses, en particular, la propiedad. Pero en la sociedad capitalista todos somos propietarios, solo que de cosas diferentes. Unos de medios de producción; otros, fuerza de trabajo. Por eso, la policía no tiene solo la función de reprimir la rebelión de la clase obrera. Se magnifica esta función, que no es, ni por asomo, la más importante. La función central de la policía es el mantenimiento del “orden”. El orden burgués, que incluye los intereses de la clase obrera, dado que los obreros también son, a su modo, “burgueses” en tanto comparten la “propiedad” privada de mercancías. Como “propietarios”, los obreros tienen tanto interés como los burgueses en que se respete la propiedad.”
Este párrafo desde nuestro punto de vista resume la incomprensión general del problema del Estado, viola íntegramente la más elemental definición Marxista-Leninista del mismo: que el Estado es una herramienta esencial de dominación de una clase sobre otra. Y sí, el Estado en su conjunto, con todas sus instituciones (desde las fuerzas armadas hasta la educación y el poder judicial, los sindicatos regimentados, el conjunto de leyes, y toda la estructuración del sistema representativo de la democracia burguesa, etc). Y justamente porque el Estado es eso, una herramienta de la clase dominante para someter a la clase explotada, el Estado no es –ni éste, ni ningún otro Estado en la historia de la humanidad- una entidad que “represente los intereses de varias clases”. No lo fue ni en la sociedad esclavista, ni en la feudal, ni lo es en el capitalismo, ni lo será en el socialismo (dictadura de la clase obrera).
También se comete un error garrafal al decir que “todos somos propietarios” porque la propiedad a la que se refiere Marx no es la propiedad de una mercancía sino la propiedad de los medios de producción. Y el proletario es, justamente, un ser despojado de todos sus medios de producción, no le queda otra cosa por vender más que su fuerza de trabajo justamente porque no es propietario de nada más que de su capacidad de trabajar, es decir, de su naturaleza intrínseca de ser humano. Equiparar la propiedad de los medios de producción a la capacidad de trabajar es ciertamente un razonamiento más propio de un Foucault que de un Marx. Es más, mediante el sistema de trabajo asalariado la burguesía justamente se apropia del trabajo del obrero. Los obreros no son “burgueses” ni “a su modo” ni a ningún modo, porque lo que caracteriza a la burguesía es el detentar la propiedad de los medios de producción, y para poder hacer eso debe existir otra clase, completamente despojada de dichos medios, que es el proletariado[5]. Si usted se quiere referir al individualismo producto de la dominación ideológica de la burguesía, dígalo así, pero no meta el contrabando de que la clase obrera tiene cualquiera sea, tipo de intereses en él.
Decir que “los intereses de la clase obrera son parte de las alianzas que estructuran el Estado” niega de cuajo la función del Estado, así como el origen y desarrollo de toda su estructura. Se está contrabandeando la existencia de un contrato social entre la clase obrera y la burguesía ¿a eso llama marxismo?
Dicho esto, la clase obrera no tiene ningún interés en el mantenimiento del orden del Estado burgués, y si no se rebela es producto de la dominación del Estado, de esa coerción física (represión directa) como ideológica.
Bajo esta idea central, de comunidad de intereses entre las clases, se pasa a justificar directamente la intervención policial en las calles como manera de salvaguardar los supuestos intereses comunes:
“Defender la cuarentena más estricta, porque se ha demostrado ya que es la única medida que resguarda la salud obrera, debe ser el eje de nuestra acción. Y en tanto es el Estado burgués quien la organiza, es al Estado burgués a quién tenemos que reclamarle que la aplique con la energía que haga falta.”
“Con la energía que haga falta” ¿Hace falta acaso aclarar esto? A continuación, intentando “explicar” este “que haga falta” nos dice que debemos reclamar que se reprima a las empresas que pretenden seguir produciendo, que se regule la producción que es y que no es esencial, o que se garantice la prohibición de despidos ¿reprimir a las empresas en un Estado capitalista? ¡De nuevo en el reformismo!
¿En qué se fundan estas “tareas del momento”? Para el autor, se fundan en la debilidad orgánica e ideológica en la que se encuentra la clase obrera. La incipiente organización no permite a la clase enfrentarse como un Estado al Estado burgués. Y bajo esa excusa se deriva hacia el reformismo. Como la clase obrera está débilmente organizada, en lugar de luchar contra el Estado capitalista pidámosle a gritos que intervenga enérgicamente… Esto parte, sin lugar a dudas, de una tremenda subestimación a la clase obrera, a pesar incluso de su debilidad. En primer lugar, para Sartelli es el Estado burgués quien debe determinar qué es y qué no es esencial, y no los propios obreros: le comentamos que fueron los propios obreros siderúrgicos y metalúrgicos quienes detuvieron la producción en empresas como Acindar o Siderar (Grupo Techint) y no el beneplácito guiño del Estado burgués. Para la burguesía las actividades “esenciales” son aquellas que hacen a la reproducción del capital, y no a las necesidades humanas, incluso, en crisis sanitarias, por eso son los trabajadores los únicos que pueden determinar con su criterio, y a la fuerza, qué sectores son estratégicos desde el punto de vista humano y cuáles no. Y esa detención de la producción no la consiguen por decreto, sino por la fuerza. Así ha sido estas últimas tres semanas.
Deberíamos decirle también que los trabajadores de sanidad, del transporte esencial e inclusive los docentes, no se decretaron en huelga, sino que asumieron su responsabilidad para con el conjunto del pueblo trabajador no sin luchar por mejores condiciones sanitarias en sus puestos de trabajo. En segundo lugar, todo eso de pedirle al Estado que haga, que exija, etc., es el vicio reformista de pedirle peras al olmo, y ese vicio radica 1º en una concepción errónea del Estado y 2º en una tremenda desconfianza a las masas trabajadoras.
Es verdad, no tenemos situaciones importantes de desarrollo de poder local, pero eso no quiere decir que nuestra clase no realice experiencias de “auto-organización” por muy espontaneas que sean. El soviet como fenómeno no es un proceso que dure –como usted afirma- de febrero a octubre de 1917 ¡La clase obrera rusa estuvo luchando más de 25 años contra el régimen zarista e inventó la organización “soviet” en la fallida revolución de 1905! Le recomendamos al autor que lea el libro –que RyR editó- “La historia de la Revolución Rusa” de Trotsky, donde se explica muy bien ese problema, o los numerosos artículos de Lenin donde explica cómo la clase obrera se fue preparando en miles y miles de luchas grises, imperceptibles y clandestinas antes de poder dar los primeros saltos bajo la forma de huelgas políticas. Decir que ante la debilidad del proletariado es la burguesía quien debe garantizar la cuarentena, con las instituciones represivas de la burguesía –no, no nos limitamos sólo a las fuerzas armadas-, responde a una concepción metafísica de los procesos de organización y desarrollo de la conciencia.
En lugar de plantear la cuestión de cuándo está bien la intervención del Estado o dónde no, y de entrar en conjeturas sobre los supuestos intereses mancomunados entre la clase explotada y la explotadora, nuestro partido considera que la burguesía en la actual etapa está:
- Pretendiendo descargar toda la crisis económica sobre la clase obrera y el pueblo trabajador. Para ello instala el sistema represivo en las calles, previendo los conflictos políticos que se avecinan. Esta es una política mundial que los grandes monopolios trasnacionales implementan a través de los Estados para avanzar en la flexibilización de la clase obrera y el disciplinamiento del pueblo.
- La burguesía se encuentra en una encrucijada, propia de las contradicciones del sistema capitalista: o amplía la cuarentena, condenando al parate a cientos de trabajadores y desocupados que viven al día, o flexibiliza la cuarentena y condena a la población al contagio masivo.
Frente a ese panorama sostenemos:
- El mantenimiento de la cuarentena, que la burguesía se haga cargo de garantizar la canasta familiar a toda la población. Pero decimos la burguesía, no el Estado. No interesa si la plata viene de créditos estatales o del capital acumulado de manera privada, porque apuntar al Estado como solucionador es generar esperanzas institucionalistas. A un Estado que no es tampoco de toda la burguesía, sino de lo más concentrado, de la oligarquía financiera (y por lo tanto, siempre será ella la principal beneficiaria de sus políticas).
- Denunciar la crisis económica previa del sistema.
- Denunciar el ajuste que ya se está implementando al pueblo trabajador;
- Desplegar toda lucha contra la disminución salarial y los despidos. Luchas que ya se están dando en el seno del proletariado industrial de la industria de punta en nuestro país. Luchas que han sido en la práctica quienes han determinado qué sectores son o no esenciales para la producción de las necesidades básicas frente a la pandemia.
Sí a la solidaridad de clase frente a la pandemia; sí a la autodefensa y la lucha del proletariado para garantizar la cuarentena; no a la represión de las fuerzas policiales en las barriadas, no a los toques de queda, no a la conciliación de clases.
[1] https://razonyrevolucion.org/la-cuarentena-y-la-lucha-de-clases/
[2] Para más información al respecto, ver https://prtarg.com.ar/2019/11/28/informe-politico-del-17o-congreso-del-prt/
[3] En términos marxistas, viene a resolver la crisis de superproducción, esto es, destrucción masiva de fuerzas productivas.
[4] https://prtarg.com.ar/2020/04/14/esclarecer-hoy-y-preparar-las-fuerzas-para-los-grandes-enfrentamientos-que-se-avecinan/
[5] Al respecto ver Karl, Marx: Formaciones económicas precapitalistas, Grundrisse; y Acumulación Originaria, El Capital-Tomo I