Los discursos relativos a la negociación del pago de la deuda, que hicieron para la televisión el ministro de economía y el presidente, fueron el montaje de un nuevo circo.
Por un lado, se intenta mostrar a un elenco gubernamental unido en pos de un “objetivo común”, con la presencia de gobernadores de la llamada oposición y miembros del congreso representando al amplio marco político burgués.
El impacto central que se pretende es no sólo presentarse unido y con firme voluntad de pago ante el capital transnacional (del cual todos los monopolios que actúan en el país son parte del mismo), sino también hacer para el pueblo el tan mentado “jueguito para la tribuna” al que nos tiene acostumbrada la burguesía siendo este gobierno populista el que mejor domina el arte.
Al respecto, el planteo central del presidente fue: no vamos a pagar si eso significa postergar las necesidades y posibilidades de crecimiento del pueblo argentino. Pero, simultáneamente, como cuchillo debajo del poncho, les propone a los acreedores tenedores de los cupones de los bonos basura que hoy constituyen la deuda argentina y que se cotizan por el piso en el mercado de capitales, elevarlos al 38% [1]. No sólo no reduce el pago de los intereses de la deuda, sino que los aumenta en relación al valor que hoy tienen en los mercados, mientras protege el capital nominal que, a largo plazo, se deberá afrontar al vencimiento de los bonos. Porque la “quita” de US$ 3.600 millones sobre un capital de US$ 66.670, que es la porción de deuda que se negocia en estos días, no es nada más que una compensación por el aumento de los intereses que se propone. El famoso: pongo el giro hacia la izquierda y doblo hacia la derecha.
Hay que recordar que los principales tenedores de esos bonos de deuda son los fondos Black Rock, Greylock, Fidelity, Templeton y PIMCO con quienes no se juega al fútbol sin arco. Estos ya hicieron sentir sus voces de desacuerdo con la propuesta del gobierno argentino, pretendiendo mayores beneficios que los ofrecidos. Cada uno de ellos representa un capital superior a todo el PIB (Producto Interno Bruto) de Argentina, y los gobernantes argentinos, remedos de Estadistas y sirvientes mercenarios del gran capital, viven un ensueño aspirante de glorias, alimentando la fantasía de que negocian frente a dichos grupos y nos quieren hacer creer tal cosa.
La deuda es un mecanismo a través del cual la oligarquía financiera transnacional, recoge tributos de todos los pueblos del mundo para ser destinados a los lugares que mejor y más cantidad de plusvalía les puedan proporcionar. Mediante este mecanismo, ejerce mayor presión sobre las espaldas del pueblo y acelera los tiempos para sustraer más cantidad de ganancias a costa del empeoramiento de los ingresos y condiciones de vida. Por esa razón, es mentira total que una negociación llevada por los gobernantes, se haga con otro objetivo diferente al beneficio de esa burguesía.
La propuesta revolucionaria del no pago de la deuda, es un eje político que apunta a derrumbar el argumento del que se vale esa oligarquía financiera para superexplotar y exprimir aún más a los pueblos como el nuestro. Pero, ¡ojo!, el no pago de la deuda no es solución mientras los medios de producción sean de propiedad de la burguesía monopolista, pues es en la producción cotidiana desde donde se extrae la plusvalía que acrecienta el capital y circula por el mundo beneficiando a los grandes grupos financieros.
Con deuda pagadera hoy o con un plazo de gracia de tres años, el incremento de expropiación del fruto del trabajo asalariado de obreros y trabajadores, seguirá intentando aplicarse de parte de la burguesía monopolista, tal como lo viene haciendo e intentando profundizar en esta situación de crisis capitalista abonada por la pandemia, además de la que ya se está ejerciendo con la cuarentena a caballo del corona virus con un aumento generalizado de precios, sobre todo de los alimentos y bienes imprescindibles para la subsistencia, baja de salarios, suspensiones, empeoramiento de las condiciones de trabajo, carencia de los elementos más elementales con los que debería contar el personal de salud y los docentes, no docentes y voluntarios que trabajan y atienden a las personas que más sufren esta situación, devaluación galopante del peso, etc.
En medio de esta crisis mundial, insistimos, se opera una destrucción masiva de las fuerzas productivas con el solo objetivo de que, luego de haber hecho tierra arrasada, los capitales concentrados que queden en pie, hagan florecer nuevos negocios con mayor cantidad de valores producidos utilizando menor cantidad de mano de obra relativa en cada empresa. Al tiempo que mientras tanto, haciendo gala de su parasitismo característico, se obtienen beneficios extraordinarios con el corte de cupón y cobro de intereses que los tenedores de deuda poseen.
Pero esta voracidad que los impele al objetivo de mayores ganancias en medio del proceso de destrucción de fuerzas productivas es la que incentiva la competencia y les dificulta y hace imposible la unidad política necesaria para disciplinar a los pueblos, a la vez que actúa simultáneamente como acicate en la lucha de clases.
En medio del estado deliberativo que estas condiciones generan en la clase obrera y el pueblo en general, la mentira del no pago de la deuda y el beneficio que nos quieren hacer creer que obtendremos mientras aprietan la rosca de la explotación, irá develándose si a alguien embaucó, contribuyendo a convertir el germen de auge de masas que en el horizonte despunta, preparando las fuerzas y niveles de organización que requerirá el pueblo para los enfrentamientos que se avecinan. Allí está el quehacer de los revolucionarios.
[1] Los bonos de deuda tienen, además del capital, los cupones de los intereses que se cobran periódicamente. Eso hace que los bonos tengan dos tramos: 1- El capital a largo plazo y 2- Los cupones a corto plazo. Cuando la deuda es de difícil cobro, lo que se devalúa es la posibilidad de cobro a corto plazo mediante los cupones, lo cual hace que nadie quiera los bonos. Entonces los mismos pierden valor y se caen por el suelo. La propuesta del gobierno es pagar esos cupones al 38% del valor nominal de los mismos, lo cual hace que, desde su valor miserable actual, se eleven a ese porcentaje. ¡Un negocio redondo para los acreedores!