De forma indisimulable, la triple alianza entre monopolios, sindicatos y Estado muestra su ruin operatoria en torno a la clase obrera. Lo hace con la pérfida obligación de producir en plena cuarentena en trabajos no esenciales y esenciales (como se da por ejemplo en las fábricas de neumáticos) con los riesgos sanitarios a cuestas, pero con menos salarios y más productividad.
Con la misma lógica y sentido se desenvuelven en torno a las consecuencias de la crisis sobre los obreros y empleados sin trabajo, y capas más empobrecidas de la sociedad carentes de medios laborales y económicos a causa de sus políticas. Si a los obreros y empleados en la producción se les exige la función de generar ganancias para el capital en detrimento de su propia vida, a las masas de obreros desocupados y del pueblo empobrecido se les exige vivir en la miseria y el hambre. En igual medida a unos y otros se les exige seguir sucumbiendo a esta dominación y, aunque en distinta proporción y de diferente modo a unos y otros, lo que se pretende es obligarlos a vivir de migajas.
Mientras la crisis capitalista se entroniza cada día mas en la vida de nuestro pueblo, la burguesía y sus representantes transmiten la idea que esta es la única manera de sobrellevar la crisis, el hambre y las carencias sociales.
A medida que todo ello se descarga sin piedad sobre las condiciones de vida y trabajo, crece la bronca por tantas injusticias. La solidaridad de clase se manifiesta en un estado de movilización en medio de la propia pandemia y el intento de control social impuesto desde arriba.
La organización de colectas de dinero y mercaderías se está dando desde distintos lugares de trabajo, con independencia de las burocracias sindicales, en apoyo de iniciativas de base locales o como iniciativa propia de los obreros en el seno de una fábrica para brindar ayuda y apoyo a trabajadores de diversas empresas a los que el capital dejó en la calle, sean despedidos o no, (como ocurre a los obreros del frigorífico Penta); y la organización de ollas populares a lo largo y ancho de las barriadas populares donde las llamadas “ayudas” del Estado burgués en forma de bolsones de alimentos, quedan expuestas como lo que son: dádivas mezquinas y carentes de todo. En los últimos 15 días este tipo de experiencias muestran un crecimiento exponencial.
Las miserables ayudas económicas y los raquíticos bolsones de alimentos, junto al oportunismo que les es propio a toda esta lacra burguesa que los exhiben con un gran auto consuelo “porque es para ayudar a los pobres”, sucumben frente a ese estado de movilización que parece estar ajeno a toda la solidaridad de clase pero que contrariamente está decididamente integrada ella por medio de acciones políticas y humanas. Y es mucho más amplia y difundida de lo que aparenta.
Como ejemplo vale el de los choferes de empresas de ómnibus de zona sur del Conurbano bonaerense respecto al apoyo político, la ayuda económica y en mercadería a los trabajadores del Frigorífico Penta. Sirve para expresar que por este camino también se desenvuelve un escenario de unidad concreta frente a la crisis. Por otra parte, sólo en el municipio de Moreno, Pcia. de Buenos Aires (y según información periodística del diario A Desalambrar), son aproximadamente 50 las ollas populares las que se desarrollan en estos momentos. Las propias organizaciones vecinales, los docentes, trabajadores y pequeños comercios con sus aportes y esfuerzo hacen más desde su unidad local que toda la maquinaria estatal, del municipio, de la provincia y la nación.
Sus reclamos y denuncias anclados en que “la plata está para hacer frente a las desbordantes carencias sociales” se enfrentan al número de bolsones que los funcionarios alardean como ayuda para paliar el hambre. En los hechos es el hambre el que desborda los bolsones.
Estas manifestaciones que nuclean a trabajadores en torno a sus organizaciones de base y desde el interés común como obreros explotados avanzan con iniciativas solidarias con sus hermanos de clase. En igual medida se expresan también en organizaciones populares y vecinales y son una respuesta política y social frente a la indefección del sistema. Son gérmenes de la organización de base que en la situación local de cada barriada y lugar de trabajo recorren el cuerpo vivo del proletariado y que forman parte de la resistencia activa a la crisis.
Aunque el enemigo lo esconda y nos taladre con la idea que los monopolios y el Estado, así como sus instituciones, no forman parte “de la misma clase”, su propia conducta destructiva los expone.
Por otra parte, la solidaridad de clase es un paso a la unidad política de los trabajadores y el pueblo que debe desarrollarse en la decisión política de quién es el enemigo a vencer para avanzar desde la necesidad del poder local, en un proceso de lucha insurreccional con rumbo a una revolución social.
Si bien la solidaridad por sí misma no resuelve las causas de la crisis y tampoco las crecientes demandas sociales, si se apoya en genuinos sentimientos de humanidad de nuestro pueblo que no se pueden soslayar a la hora de hablar de lucha revolucionaria de cambio y transformación social, son un eslabón donde se desenvuelve la resistencia activa y el estado deliberativo del pueblo.
Por medio de su organización también se contribuye a desnudar con más nitidez el enfrentamiento real entre el proletariado y la clase dominante, y la necesidad de la lucha política para avanzar desde la amplitud en la correlación de fuerzas necesarias para que destruyamos para siempre estas oscuras condiciones de trabajo y de vida que frenan todo desarrollo humano.