24 de abril: en un acto de manipulación y engaño el gobierno anuncia que se “baja de las negociaciones del Mercosur
25 de abril: unas treinta de entidades ligadas a la agroindustria le enviaron una carta al ministro de relaciones exteriores (Felipe Solá) expresando sus preocupaciones por esa conducta.
30 de abril: el gobierno da marcha atrás y “vuelve” a las negociaciones.
Se necesitó menos de una semana para poner de manifiesto que la crisis política no ha cesado.
Los intereses de clase intermonopólicos preparan las fuerzas y escenarios para las inmediatas batallas.
Como era de suponer esta secuencia fue tapada por los medios, solo fueron anunciados los titulares de tres fechas casi encimadas.
Lo cierto es que por estos días todos quieren mirar para otro lado porque en él mientras tanto la crisis estructural del sistema les está haciendo pasar un momento de transición: ya hay “muertes anunciadas”. Habrá quiebras, habrá caídos de gran porte, fusiones, absorciones. Y en los próximos meses habrá más anuncios pues esta es una guerra en ciernes.
En estos seis días no hubo acuerdos interburgueses, solo una tregua. El accionar de sus fuerzas va dirigido y concentrado contra la clase obrera y el pueblo y saben que con el Coronavirus está siendo utilizado como justificación para intentar llevar adelante lo peor de la clase dominante: su odio de clase acompañado con un feroz ajuste como jamás hemos vivido los argentinos.
Pero para golpear deberán sostenerse y seguir golpeando, como lo han hecho hasta el día de hoy. Y para ello la secuencia anterior no es de buen augurio para ellos. Tendrán que ponerse de acuerdo en un escenario real cuando en el día a día aceleren la producción y comercialización de las mercancías exponiendo a los trabajadores en sus puestos de trabajo.
Sus tiempos políticos de tregua son cortos, grandes intereses de diversidad de negocios están en juego y eso repercutirá en su andar.
Pero lo determinante será la confrontación de clases: por un lado, la oligarquía financiera y por el otro la clase obrera y el pueblo. El eslabón débil de la clase dominante es la crisis estructural política y por allí es por dónde hay que golpearlos.
La lucha, la resistencia activa, el desarrollo de más organización política por abajo, independiente de la burguesía, irán erosionando esa precariedad política del poder.
Pero de este lado de la barricada también tenemos un eslabón débil, fundamentalmente en el plano ideológico. En ello la burguesía monopolista trabajó incesantemente por más de cuatro décadas con un carácter ofensivo. Es en este sentido que deberemos presentar batalla en la lucha ideológica sobre temas que lo han puesto debajo de la alfombra.
La nueva camada de luchadores que viene actualmente con la lucha de clases concreta y que se presenta de variadas formas tiene que codearse con la idea de la lucha por poder, con el papel del Estado monopolista, la independencia de clase, la democracia directa y el antagonismo con la democracia representativa. En fin, temas que siguen siendo un tabú y que al día de hoy se transforman en un freno político para que el caudal hacia cambios revolucionarios se vaya engrosando.
Es necesario asimilar que el sistema no caerá por sus propias disputas internas (como lo expresa la secuencia anterior que presentamos al inicio). Y que –además- se irá agudizando en el futuro.
Será necesario batallar de nuestro lado en el punto débil que existe en la sociedad sin subestimar ni por un instante la lucha política y la organización política en todos los planos.